James Bond nunca
sabe cuándo morir
De unidad
conceptual con la precedente Skyfall, la
nueva película de James Bond indaga en su pasado, en las películas previas, y
abre interrogantes críticos sobre el nuevo siglo. ¿Qué lugar queda al viejo
James Bond?
Por Leandro Arteaga
Rosario/12 (09/11/2015)
Después de tantas películas, actividades espías, asesinatos a sangre fría, mujeres y bebidas, ¿cuánto más podía esperarse de este agente doble cero? No demasiado pero, sin embargo, el glamour que exhibe, las marcas publicitarias que lo financian, su proceder fascista, todavía prosperan. ¿Alguien lo duda?
Después de tantas películas, actividades espías, asesinatos a sangre fría, mujeres y bebidas, ¿cuánto más podía esperarse de este agente doble cero? No demasiado pero, sin embargo, el glamour que exhibe, las marcas publicitarias que lo financian, su proceder fascista, todavía prosperan. ¿Alguien lo duda?
Por eso, James Bond es signo de los tiempos: de
aquéllos –fríos, de guerra encapsulada– y de éstos. La manera desde la cual se
articula hoy, lo señalan no sólo sus películas, sino la estela que permanece,
que repercute en otras aventuras, como las protagonizadas por el espía Jason
Bourne. En este sentido, no sería exacto decir que con el actor Daniel Craig,
Bond toma prestadas características del personaje de Matt Damon sino, antes
bien, que 007 continúa como el eje de gran parte del árbol genealógico del
espionaje. O también, ¿cómo leer a Robert Ludlum sin la influencia de Ian
Fleming?
Ahora bien, no es casual que personajes tan
drásticos, de simpatías ideológicas deleznables, cumplan a veces el mejor móvil
narrador. En este sentido, tampoco es coincidencia que las mejores películas de
los estudios Marvel sean las de Capitán América. Hay algo en este tipo de
caracteres que abre posibilidades inesperadas, que sin deshacer lo que los
personajes son, imprimen una mirada que dialoga de modo problemático con el
entorno.
Tanto Bond como Capitán América son hijos de sus
años, de luchas resueltas. Continúan en la marquesina de novedades porque son
franquicias que explotar pero, acá lo mejor, porque reúnen aspectos que todavía
dicen algo. Mitos de la sociedad de consumo, pero mitos al fin. Éste fue el
aspecto nodal que Operación Skyfall
(2012) abordó. Con el director Sam Mendes a cargo, el agente tuvo que soportar
su deconstrucción pausada, gradual, última: Mendes/Craig destrozaron al mito
para aportarle un brío nuevo. La continuación sólo podía ser de ellos.
En este sentido y antes que segunda parte, Spectre es consumación de un díptico.
Para ver Spectre debe verse Skyfall. Una está hecha pensando en la
otra, entre las dos construyen la reflexión final sobre el mundo Bond, sobre
sus más de veinte películas, sobre su lugar en el mundo actual y en el cine
digital. Este aspecto es tomado en Spectre
de manera argumental, a través de este fantasma tentacular que tiende su
vigilancia sobre todos y, particularmente, sobre Bond. Las nuevas tecnologías
están en el centro de la trama; con ellas, los mecanismos de espionaje dejaron
de ser lo que eran, con el cine –con Bond– sucedió otro tanto.
Este es el aspecto que abre un interrogante en Bond,
porque lo hiere en su esencia. Las películas de Sam Mendes han tomado esta
herida como lugar central para su puesta en escena; es decir: James Bond es un
personaje desajustado, es un maniquí que reitera pasos de comedia ya vistos.
Sus viejos trucos no guardan correlato con las estridencias del cine de efectos
digitales. Un auto que dispara fuego ya no es momento de asombro para el
espectador. Es esta contemplación de Bond como héroe anacrónico la que Sam
Mendes acentúa para, de acuerdo con ello, permitirse que Spectre contenga, otra vez, un auto que escupe fuego. No es lo que
se espera de un film actual; por eso mismo, Spectre
es una película sorprendente.
Por otra parte, el enigma que encierra “Spectre”, la
clásica organización que Bond combate, tendrá resolución doble: de manera
general, con la continuidad iniciada con Sean Connery en El satánico Dr.No (1962); de manera puntual, sobre el ciclo protagonizado
por Craig desde Casino Royale (2006).
Pero esto es apenas epidérmico, lo más profundo radica en lo que allí se cifra,
en la habilidad del film para jugar con las referencias que la larga lista de
títulos de Bond ofrece sobre esta organización, para ahondar en algo que será
personal –presagio ya supuesto por Skyfall–,
con muchos guiños hacia los seguidores de la saga –de talante lúcido, apenas
referidos, reformulados–, pero con una mirada impiadosa sobre los tiempos
vigilantes actuales.
Sin quererlo, con Spectre Bond culmina por asomar como garante de una libertad
individual, privada, que parece en vías de extinción. Ya no hay resquicios
donde desaparecer. Todos vigilados, pero en síntesis, ¿quién vigila? No es que
se trate de una mirada reaccionaria, de melancolía por tiempos idos, sino
crítica por acorde con el cine del director de Belleza americana y Soldado
anónimo, quien sabe mirar la sociedad e instituciones como ámbitos
problemáticos, integrados por individuos perseguidos por su entorno pero
también por sí mismos.
En este sentido, y tal vez como uno de sus mejores
momentos, sobresale la resolución formal que de la visita a la cueva secreta del
lobo hace el héroe. Allí donde todo terminará con una explosión, con él erigido
como portavoz involuntariamente lúcido de una sociedad que todavía resiste, que
no confía en depositar sus secretos en las manos de corporaciones con sonrisas
de empresa. Mendes lo articula desde una operación argumental brillante. Se ha
dicho de esta película que parece interesada en desocultar lo que hasta ahora
nunca se supo de la vida de Bond. Es todo lo contrario. El Bond de Mendes no
permitirá, nunca, que se sepa lo que él prefiere mantener sólo suyo. Por esta
premisa, es que Bond revienta todo.
Eso sí, quizás nunca actuó antes de esta manera. Por
eso, es una incertidumbre saber cómo proseguirán sus aventuras. Si Craig y Mendes
continúan, la historia tendrá puntos suspensivos que invariablemente habrán de conformar
una triada, de rigurosa unidad formal y conceptual. De no ocurrir esto, podrá
entonces decirse que con Spectre lo
que se ha visto es al héroe en una salida de escena genial, imposible de
perpetuar.
Haber logrado esta síntesis, que es repaso y
reformulación, que es mirada lúcida sobre un personaje pero, sobre todo,
respecto del contexto en el que se desenvuelve, hace de Spectre una obra grande dentro de la galería fílmica del personaje,
pero también de cara al cine que todavía dice llamarse Hollywood.
007 Spectre
(Reino Unido, EE.UU, 2015) Dirección: Sam Mendes. Guión: John Logan, Neal Purvis, Robert Wade, Jez Butterworth. Fotografía: Hoyte van Hoytema. Montaje: Lee Smith. Música: Thomas Newman. Reparto: Daniel Craig, Léa Seydoux, Christoph
Waltz, Ralph Fiennes, Monica Bellucci, Ben Whishaw, Naomie Harris. Duración: 148 minutos. 10
(diez) puntos