La mirada que todo
lo transforma
La lección de
pintura se proyecta hoy con presencia de su director, Pablo Perelman. Chile, la
política y el arte. Por qué el espectador tiene que aprender a ver cine. Los
grandes temas y la Unidad Popular
de Allende.
Por Leandro Arteaga
La presencia del cineasta chileno Pablo Perelman en
Rosario, en calidad de Jurado de Premiación en el Festival Latinoamericano de
Video y Artes Audiovisuales, trajo aparejada la posibilidad de ver algunos de
sus films. Hoy a las 18, con presencia del director, El Cairo Cine Público
(Santa Fe 1120) exhibirá La lección de
pintura (2011), la realización más reciente del director de Imagen latente (1988), uno de los
títulos más sensibles de la cinematografía chilena.
Perelman es parte integrante de un grupo
generacional excepcional, cuyo nombre imbrica los de Silvio Caiozzi (con quien
dirigiera A la sombra del sol, 1974),
Miguel Littín (con quien participa, en México, en Crónica de Tlacotalpan, 1976), a la par
de ese cineasta insigne que siempre será Raúl Ruiz.
Basada
en la nouvelle de Adolfo Couve y con un reparto que incluye a Daniel Giménez Cacho y
Verónica Sánchez, La lección de pintura
“me atrajo
mucho desde la primera vez que la leí porque aporta un ambiente y unos
personajes muy entrañables”, explica Perelman a Rosario/12. “La novela no tiene contexto, la puedes poner en
cualquier época y siempre va a ser como anacrónica, antigua. Yo la ubiqué en el
fondo de la historia de una utopía, de una posibilidad que a mí se me asocia
mucho con la época de la Unidad Popular
de Allende, un tiempo de esperanza, en todo sentido. Es la historia de un niño
genio de la pintura, que a través de la mirada del pintor transforma el
universo que hay a su alrededor. Lo que me gusta es este reflejo de la
inocencia del pueblo, de la gente humilde, que tiene una mirada que transforma
todo en algo bello. Y cómo esta inocencia, que deviene ingenuidad, le pasa la
cuenta en el momento del golpe.”
-Transcurrido
el tiempo, ¿qué lectura hace del momento cultural actual?
-No quiero ser demasiado pesimista, pero tengo una
mirada bastante desesperanzada y desencantada respecto a las posibilidades del
arte, de incidir y de tener una mirada; no quiero decir que tener una mirada
desde el arte sea una ingenuidad, creo que eso siempre va a existir, pero en
Chile estamos viviendo un momento cultural y espiritual muy negro, es un
período feo, donde la gente está motivada en general por sus tonteras. Da la
sensación de que nadie toma la distancia necesaria como para pensar en las
cosas importantes, en su vida, en cómo la están llevando, si la están pasando
bien o mal. En este momento estamos trenzados en discusiones sobre la creación
del Ministerio de Cultura, la nueva Ley de Televisión, la Reforma Educativa;
son todos temas culturales y la discusión es muy pobre, totalmente superflua, se
confunden cosas. Por ejemplo, durante toda la campaña de (Michelle) Bachelet,
en un primer momento el Ministerio de Cultura era un problema del arte, de la
expresión artística, del desarrollo de audiencia, etc., y de pronto, como
empezaron a tener ciertos problemas políticos, le cambiaron la orientación, ahora
el problema de la cultura es el de las culturas originarias, y lo que era el
proyecto del Ministerio de Cultura se transformó en el Ministerio de Asuntos Indígenas,
o sea, es una cosa muy extraña. Está bien, son muy importantes para la cultura
de un país las culturas originarias, pero hay una confusión de términos. Te da
la sensación de que no hay claridad respecto a nada que tenga que ver con el
plano de la cultura, del arte, es muy frustrante. El punto es que en este
momento hay una cantidad enorme de producción cinematográfica no muy
significativa en el país, algo que tiene que ver con cómo son los públicos en
este momento. Se consume mucho audiovisual, pero no necesariamente cine. Parece
que toda la cultura fuera audiovisual; entonces, ¿cuál es el papel del cine? La lección de pintura fue un intento por
poner grandes temas en un formato muy simple y muy directo, en términos de la
experiencia vivencial de la gente. Pero no me fue muy bien, la película no
produjo gran efecto.
-Me interesa
insistirle en cuál sería el lugar que hoy ocupa el cine.
-Hay tanto cine, ya no se puede hablar de un cine. De
cara al público, el papel de la crítica es central. ¿Qué puede esperar el
público de las películas? En este momento no existe una percepción clara de qué
significan estas tendencias, líneas, diferencias. Por lo menos en mi país se
habla de cine chileno pero no hay una unidad ni nadie que lo explique, no hay
esa crítica o simple información que sea honesta con el público y profunda con
las obras, que las entienda. Pasa que la gente no sabe qué ver, van a ver cine
chileno pero nadie los orienta. Es importante que se desarrolle una crítica que
prepare, que entregue parámetros.
-Podría
pensarse un contraste entre la respuesta de público de Imagen latente y la de La
lección de pintura.
-Imagen
latente fue prohibida y la primera distribución, por llamarla de algún modo,
fue semi-clandestina, en vhs, todo el mundo la copiaba y tuvo una tremenda repercusión.
Cuando pasamos a la democracia se distribuyó en cine y le fue bastante bien.
Recuerdo que en esa época hablaba con colegas españoles que me decían “aprovechen,
es el mejor momento”, porque había un espíritu encendido, la gente estaba con
las antenas puestas, con ansias de comunidad. Después viene el desencanto y
todo el mundo va para su casa.
-¿Cómo eran
las discusiones entre ustedes, los realizadores?
-Era un clima intensísimo, había un interés feroz, teníamos
organizaciones y discusión permanente. La forma en que yo produje Imagen latente fue totalmente
cooperativa. Nuestra producción era de mendigo, andábamos pidiendo película,
luces, transporte; todo el mundo consideraba suya cualquier iniciativa o
película que se estuviera haciendo. No es que ahora haya cambiado tanto, hay un
espíritu de cuerpo, pero quizás en este momento es más bien por el lado
negativo: ¿por qué no está yendo el público?, ¿por qué estamos tan invadidos
por el espíritu de Hollywood? La gente se está preguntando esto. A nosotros nos
costó mucho armar el aparato del fondo de subvenciones y de apoyo del estado al
cine, pero en este momento es relativamente fácil producir en Chile. Lo que
preocupa más es que no haya políticas de largo plazo. Me da la sensación de que
nosotros deberíamos disminuir la cantidad de producción para favorecer un
desarrollo de la audiencia, una mayor cultura, para que la gente aprenda a ver
cine tal como debe aprender a leer.
-Si me
permite, entre A la sombra del sol y El Chacal de Nahueltoro, de Littín, hay
una semejanza formal, a partir del hecho real vuelto ficción y disparador de
análisis.
-Quizás muy inconscientemente. ¿Sabes en qué
condiciones se hizo A la sombra del sol?
Fue una película que se produce después del golpe, a partir de un productor que
era distribuidor, él fue el primero en traer las películas de artes marciales a
Chile. En ese momento había una ley de cine muy favorable, no podías perder
plata. Lo que este productor quería hacer no tenía nada que ver con A la sombra del sol, sino que era una
película ambientada en Viña del Mar, con drogas, lesbianas y qué se yo. En esa
época había programas dobles, y su idea era estrenarla con una película de
James Bond. Todos los impuestos que figuraban con la entrada eran muchos y los
recuperabas. Si James Bond iba a llevar mucha gente, entonces la película
chilena recuperaba los impuestos. La cosa es que él era de derecha, y esto pasa
en octubre del ‘73, a días del golpe. El tipo contrató un equipo, el productor
era amigo nuestro, (Silvio) Caiozzi iba a hacer la fotografía, yo la asistencia
de dirección, y todo el resto del grupo eran amigos. Para nosotros era la
salvación, ¡tener trabajo en ese momento! Si bien no había una estructura de
censura establecida, el productor tuvo la mala idea de mandarle el guión a un
milico, un aviador, que lo leyó y le dijo “usted está loco, es inmoral, este
cine no cabe en el nuevo Chile”. Así que el tipo se quedó con un equipo
contratado, la película comprada, pero sin historia. Entonces nos dijo a
nosotros si se nos ocurría algo. Nos sentamos, pensamos, y le propusimos la
historia. Armamos el guión con un poeta, Waldo Rojas, y para el trabajo con
Silvio, que era muy respetuoso, siempre acudíamos a un tercero, guionista o montajista,
para que conciliara la balanza. Estrenamos la película y al día siguiente
detuvieron al camarógrafo, al script, el montajista. Si bien es una película
filmada durante la dictadura, pertenece al período anterior, obviamente.
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