lunes, 18 de agosto de 2014

Alfredo Grondona White: Homenaje en CBB


El humor, ese remedio maldito

Dibujé desde que tengo memoria, como una forma de apropiarme de todo lo que me rodeaba. Esto me encasilla en el grupo squizo-autista que se evade de la realidad sumergiéndose en un mundo de tinta china que uno cree dominar. Nunca estudié dibujo seriamente sino que estuve picoteando de un lado y otro, lo que resulta, en mi propia crítica, como un “vago, inconstante, desubicado y desinformado”.
Alfredo Grondona White
La Muestra
En Espacio de Historieta, Alianza Francesa, Bs. As. (Octubre 2008)

Por Leandro Arteaga
(artículo para el catálogo de Crack Bang Boom 5 - 2014)

La trayectoria de Alfredo Grondona White (1938) es la de los maestros del humor y la historieta. Junto a nombres como los de Calé, Osvaldo Laino y Roberto Fontanarrosa, comparte Rosario como lugar de origen, para un recorrido con trascendencia mayor.
Sus primeras publicaciones acompañaron las páginas de los diarios Rosario y Democracia, entre 1953 y 1955. Hay un momento inevitable de referir, ya que con sólo 17 años gana el concurso de tapa de la revista Dibujantes, de Laino. En ese momento, el artista precoz asiste simultáneamente a sus estudios secundarios e inicia la carrera de Arquitectura. El servicio militar la interrumpe y luego no quedan ganas de retomar. Aparecen otras ocupaciones, como trabajar en Somisa (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina), en San Nicolás. No es la única, suman a la lista Duperial y Petroquímica, y con ellas una mirada perspicaz que seguramente tuvo en aquellas experiencias su caldo de cultivo.
Por eso, el dibujo nunca aflojó. Grondona White envía pruebas al exterior y de revista Mad le dicen: “No puedo creer que una persona con esa mano esté trabajando en una planta siderúrgica. Mande más, mande más”, cuenta el propio dibujante[1]. Pero la plata, explica, no llegaba, se la robaban en el correo o antes de remitirla, si es que no le “afanaban” los dibujos con otra firma. Lo que no impidió que su trabajo conociera las páginas de Esquire, Help, Playboy y Mad.
La oportunidad local le llega de Buenos Aires, cuando –mientras trabaja en Chrysler– lo convoca David Lipszyc para dar clase en la Escuela Panamericana de Arte y enseñar “Dibujo publicitario”. Las revistas, mientras, comienzan a familiarizar el humor de Grondona White con sus lectores: La Hipotenusa, Ariete, Tía Vicenta, entre otras.
El salto cualitativo viene de la mano de Andrés Cascioli, quien le convoca a participar en Satiricón. Con paso por revistas como Chaupinela y El Ratón de Occidente, el momento de relieve aparece con el número 1 de Humor Registrado (junio 1978), cuyo célebre logotipo el dibujante diseña. En plena dictadura militar y mundial de fútbol, Humor es también consecuencia de un recorrido editorial que Ediciones de la Urraca –el sello de Cascioli– sabe cómo aprovechar: entre amenazas, censuras, prohibiciones, la revista tendrá continuidad hasta 1999, cuya última etapa –durante el gobierno de Carlos Menem– supo acumular tantas demandas como las sufridas durante el denominado “Proceso de Reorganización Nacional”.
En Humor el trabajo de Grondona White adquiere sus momentos mayúsculos, también porque la cofradía entre sus integrantes hizo de la publicación un refugio cultural, humorístico, democrático. Humor fue una experiencia fuera de lo común por el talento compartido entre Grondona White, Ceo, Dolina, Tabaré, Trillo, Altuna, Meiji, Limura, Soriano, Fontanarrosa, Viuti, entre otros. Allí tendrán cabida sus personajes inolvidables, como el Doctor Piccafeces, un abogado sin escrúpulos, acompañado de sus secretarias Molita y Aladelta. "Yo no sirvo a la justicia, la justicia me sirve a mí", dice Piccafeces. Ser abogado, dice G. White, “es la tercera profesión más aborrecida, detrás de los políticos y los sindicalistas”[2].
Puestos al tema “mujeres”, las secretarias de Piccafeces dan cuenta del canon femenino que transita los cuadritos de G. White. Féminas de ropa pequeña, talles muy ajustados, infartantes por terribles. Ningún chico de entonces habrá dejado pasar las páginas de Humor allí donde las chicas de G. White aparecían. Suspendidas en una gravitación propia, sensuales y muchas veces repulsivas.
En todo caso, el humor de G. White es venenoso, capaz de torcer supuestos, logrando puntos suspensivos incómodos, en donde se inscribe las más de las veces el propio lector. Es decir, no hay otro protagonista en sus cuadros humorísticos e historietas más que la sapiencia cotidiana de los hábitos y costumbres: maneras de vestir, de mirar, de gesticular, de decir. G. White es un dibujante extraordinario porque es un observador extraordinario, capaz de diálogos afilados que dieran letra también a dibujos ajenos, como los de Meiji y Ceo.
Con Humor, hay un mundo Grondona White que se instala definitivamente en el imaginario lector. De una vez y para siempre. Habrá que pensar que es esta impronta, indeleble, la que lleva a los cineastas Mariano Llinás e Ignacio Masllorens a realizar El humor (pequeña enciclopedia ilustrada) (2006), y ubicar al dibujante como eje del relato: ¿dónde está Grondona White?, ¿qué ha sido de él?, mientras recuerdan sus trabajos y persiguen respuestas en otros grandes como Quino, Max Cachimba, Tute, Daniel Paz, Liniers, Maitena, Cascioli, Dobal.
A partir de Humor, el lápiz de G. White tendrá repercusión en otras publicaciones de La Urraca como SuperHumor (con Adolfo Cruz Gamarra Hitler), Sex Humor, El péndulo (con la historieta Rob Scanner) y Humi, la mejor revista que debiera haber tenido cualquier infancia, donde dibujara Los Bespi, protagonizada por tres hermanitos.
El gran dibujante también ha participado de las páginas de la revista uruguaya ¡Berp!, de la que es uno de los fundadores, además de realizar trabajos para la Editorial Eura, de Italia. En el año 1996 recibió mención en el Concurso de Historieta del diario La Nación, y ha conformado con varios colegas, como Walter Clos (José María Suárez) y Jorge Barale, La Agencia del Humor, un emprendimiento nacido en 2001 con el objetivo de vender contenidos cómicos.
No han faltado libros que compilen su tarea. Entre ellos: Grondona White: 150 páginas de sus mejores historias (Los libros de Humor, 1982, Ediciones de la Urraca), El Dr. Piccafeces: 20 Historias de derecho torcido (Los libros de Humor, 1988, Ediciones de la Urraca), Alfredo Grondona White: En blanco y negro (Biblioteca Grandes Humoristas Argentinos, 1989, Hyspamérica), Alfredo Grondona White (JA Colección Humor 1, La Duendes, 2011), La revista Humor y la dictadura (Andrés Cascioli, Colihue, 2013).
Entre sus maestros del dibujo, Alfredo Grondona White ha señalado tanto al Alex Raymond de Flash Gordon como al inglés Ronald Searle, al que tempranamente leía en la revista Punch, en la biblioteca de la Cultural Inglesa de Rosario.
¿Sugerencias para dibujantes? El maestro responde: “Modestia y humildad, amor por el dibujo y disfrutarlo, simplificación a partir del conocimiento de lo complejo, claridad y parquedad en el mensaje y huir del facilismo, el panfleto, el sermón y la prédica.”[3]
Homenajearle en esta edición de Crack Bang Boom es también rendir tributo a una manera personal, autoral, de hacer humor e historieta. Y agradecerle, de paso, por esa huella venenosa que supo cómo socavar y descubrir en cada uno de nosotros.




[1] Mosconi, Ana: "Hay que tener la capacidad de reírse de uno mismo". Reportaje a Alfredo Grondona White. En http://www.museodeldibujo.com/reportajes/agw.html
[2] Aguado, Alejandro (10/02/2010): “Entrevista: Alfredo Grondona White”. En http://laduendes.blogspot.com.ar/2010/02/picado-patagonico-y-entrevista-alfredo.html
[3] Ídem nota 2.
 

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