martes, 3 de junio de 2014

BK & Basta!


Un corazón no sólo lleno de boludeces


El fallecimiento de José María Beccaría es una sorpresa de dolor. Su mirada chispeante, las palabras a cuentagotas, la irreverencia. En él se cifra un capítulo de fundamento para la historia de la animación en la ciudad.

Por Leandro Arteaga

 Hay un vacío que no encontrará consuelo. Cuando la noticia comenzó a correr, a nadie se le podía pasar por la cabeza que el animador José María Beccaría, cuya salud se sabía afectada pero sin complicaciones mayores, fallecía. Sucedió el jueves pasado, en su pueblo natal de Arequito. BK & Basta! –así prefería llamarse– tenía 42 años, su talento seguirá inextinguible.
El vacío que deja es cierto. En él se cifra un capítulo entero dentro del cine animado de la región: parte motriz de la actual Escuela para Animadores, de la Cooperativa Animadores Rosario, y del envío televisivo Cabeza de Ratón. Habiendo cursado estudios en la Escuela Provincial de Cine y Televisión de Rosario, su quehacer ha sido profuso, de ello dan cuenta tales instancias.
Es por el empecinamiento de artistas como BK que se puede hablar de cine animado en la ciudad, es gracias a su tarea apasionada –la pasión, la vida, van de la mano; BK ha sido siempre animador, nunca nada diferente– que puede historizarse un recorrido. Porque en él hay síntesis de lo hecho, puede entonces seguir contándose lo por venir: es mucho lo que se le debe.
Al referir a BK uno debe mencionar –entre tantos nombres más, a los que este periodista pide disculpas– a Pablo Rodríguez Jáuregui, Diego Rolle, Esteban Tolj. Ellos cuatro, entre fusiones, amistades, diferencias, persistencias, son el núcleo más coherente que ha dado la tarea señera de Luis Bras, el padre de la animación en Rosario, refugiado entre sus alumnos en el taller-sótano de calle San Lorenzo 1453.
Como eco y homenaje, Tolj, Rolle y BK conformaron El Sótano Cartoons, un trío irreverente dado a la tarea de producir animación. Cortometrajes, videoclips, publicidades, hicieron allí nido creativo a la par de una distribución casera, que se valía del VHS como herramienta. Corría el año 2000, y las nuevas posibilidades tecnológicas impactaban de lleno en el cine animado. Durante esta trayectoria, Tolj/BK/Rolle ensayaron un abanico de delirios, con dos producciones –presentadas por Walt Disney y Martín Karadagián- que fragmentadamente todavía circulan por los entresijos de la web.
Pero lo de BK era todavía más. El mismo Jáuregui –hoy coordinador de la Escuela para Animadores– sabe referir, reiteradamente, que era en BK donde continuaba el legado auténtico de Bras. Es decir, así como el maestro pionero rayaba el celuloide y experimentaba con soluciones artesanales, inspiradas en el cine de Norman McLaren, BK hacía lo propio con películas de 35mm. que lavaba y pintaba, tal como lo demuestran Buscando el horizonte (1994), Vade retro (1995) y Créeme (1997).
A partir de allí, hay todo un mundo estético que el animador supo abrir, entre historietas y soluciones plásticas de intuición musical, aceitadas desde el compás por él mismo pergeñado con el sello Mamá nos pegaba. Todo esto desde un roce irreverente que ha sido constante. Porque todo trabajo de BK siempre fue personal, algo desaliñado, de furibunda ironía, así como conciente de sí, con una ridiculez asumida.
En este sentido, la reconocida decisión de BK de ser un border, un equilibrista a gusto, sumido en su silencio, le vuelve inolvidable. En él, el rótulo “independiente” –con el que hoy se adornan tantas producciones o cosas parecidas– ni siquiera era pensado. Él lo era porque no conocía, ni le interesaba, otra manera.
Quien escribe estas líneas recuerda una tarde en la Escuela para Animadores (Isla de los Inventos), donde le buscaba infructuosamente. Hasta que, como si de un aparecer invisibilizado se tratase, le llamó la atención una figura recortada contra una de las ventanas. Era BK, espiando –cual “rear window”– con su camarita fotográfica. ¿A quién, a qué? Presto, el animador descubierto se disculpó al mostrar la instantánea obtenida: un balconcito adornado de banderines.
Lo genial en BK era que, así como con los banderines, se trataba de eso pero de algo más. Atraía de manera graciosamente torva. En todo caso, sus producciones son testimonio de una mirada: esa lente que el artista tiene, con la que transforma todo lo que toca. Por ese talento, es que BK siempre tuvo algo de niño malvado. Nunca fue ingenuo, sino que disfrutaba en destilar, entre dibujos amenos, un ácido de alegría malsana.
 En La Señora Calabaza (1996), son los asesinatos de esta señora los que introducen al espectador en un delirante “mundo-calabaza”: mansión de telarañas, piscina, muertos, y bailarinas salidas de algún musical rotoso de la Metro. Mundo-calabaza que es, trompe l'oeil, Mundo-BK: lugar multiforme que conoce una de sus mejores galerías en la Familia Rivas, protagonista de Las aventuras del Osito que ve accidentes (1999), un hallazgo que se parece a todo y también a nada. El Osito no es más que uno de los integrantes de esta troupe, donde sobresale un Margarito Tereré que no es más que el disfraz de la mamá Jovita. Situaciones improbables se suceden hasta el momento final, donde la maldición de ver accidentes persigue al osito. No se trata de desenlaces siempre coherentes, por momentos el vuelo de BK lo llevaba a provocar situaciones más próximas al sentir surreal que a una explicación.
El BK más desatado encontró sus mejores vehículos en El club de los corazones sucios (1998) y Trulalá City (2001). La primera es “interpretada”, entre tantos más, por Albert Olmedo, Susan Giménez, una Heidi crecidita y los enanos de Blancanieves. Trampas, traiciones, persecuciones, que en el caso de Trulalá City sabrán sumar tanto a extraterrestres como a un músico muy parecido a Charly García. Entre uno y otro trabajo hay (algo parecido a la) nostalgia y mucha irreverencia, con muerte de Pichichus incluida, más su resurrección a manos de… ¡Trapito!
El cine de BK se desenvuelve desde una suerte de caos premeditado, con escenas casi inconexas, saltos de raccord, montaje paralelo, abundantes réplicas verbales, y el retro-sarcasmo como guía y compañía. Elementos que funcionan de manera fragmentada y perfecta en su Cartelera amera de espectáculos (2002), un disparate extraordinario, con los trailers más obvios por parecidos a los que usualmente dejan ver las pantallas comerciales.
De este mundo peculiar supo participar la misma guitarrista y cantante Gabriela Epumer, quien junto a la Familia Rivas protagonizara el video-clip de su tema Foxtrot (2000). Hay también un clip del remozado Sui-Generis y su canción Cuando te vayas, así como participaciones animadas con Fernando Kabusacki. De la relación con este músico se desprende el film colectivo The Planet (2001), donde BK aportó su mano maestra, así como lo hiciera en trabajos posteriores, entre los que sobresale Guía de Rosario Misteriosa (2009).
El programa televisivo Cabeza de Ratón es en donde más hubo de volcar sus últimos aportes, entre dibujos, música, voces. En una entrevista con este diario, el animador supo definir al programa “como una especie de parodia a los programas de cable, donde un grupo reducido hace todo. En Cabeza de Ratón, la misma gente que hace de público es la que hace de protagonista, de artista, de técnico.”
La Escuela para Animadores, que depende del Centro Audiovisual Rosario, le tuvo desde el inicio de sus actividades, en 2006. Al amparo de Pablo Rodríguez Jáuregui, BK ofició allí de manera pedagógica, en paralelo a la tarea de coordinación docente que el propio animador llevara adelante con los talleres del programa municipal Ceroveinticinco.
¿Un corazón lleno de boludeces? Sí, es el nombre de uno de los temas de Mamá nos pegaba. Seguramente, a BK le haya gustado ser recordado así o parecido, sin tanta solemnidad. Quienes lo conocieron lo llevarán pegado en el alma, con ese rostro de picardía en silencio, tan sospechosamente parecido al de Harpo Marx.
Es demasiado lo que se ha perdido con él. Ahora, seguramente esté aleteando y con el culo al aire, mirando lo que otros ignoran, planeando algún cortometraje con el que amenizar la abulia de un cielo sólo celeste. Es por gente como él que los colores se multiplican.
 

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