jueves, 29 de mayo de 2014

Quimera #1 (Libardi, Zuliani, Ballester, Re, Deambroggi, Bueno)


La quimera de las historietas

Nuevas páginas para historietas rosarinas en revista Quimera. Variedad de géneros y estilos para un primer número que promete continuidad. Esta tarde se presenta en el CAR.

Por Leandro Arteaga

Una de las acepciones de “quimera” remite a la imposibilidad hecha verdad; la imaginación, en esto, tiene todo que ver. La historieta también. Tal es el espíritu que está dando vueltas entre los cuadritos de los que se compone Quimera, revista de historietas rosarina, cuyo primer número se presenta hoy, a las 19, en Centro Audiovisual Rosario (Chacabuco 1371).
Quimera es editada por César Libardi (Rabdomantes Ediciones), también guionista dentro de una lista de historietistas que incluye a José Ballester, Mauro Bueno, Bruno Deambroggi, Zorro Re, y Nicolás Zuliani. Todos juntos dentro de las páginas de otra publicación local que sale al encuentro del lector, con una fórmula que se propone desde la variedad de los géneros narrativos.
“En Rosario hay toda una tradición en materia de historietas y publicaciones que en los últimos años ha ido creciendo, la calidad de lo que se publica es muy buena, a pesar de que no hay un público masivo como el de otros años. Nosotros queremos dar difusión a lo que producimos, por eso hacemos la revista” explica Libardi a Rosario/12.  
“La idea del nombre surge de que la antología cuente con una variedad de historias, de estilos, de formas de dibujar, que sea abarcadora de gustos” apunta Zuliani, cuya “Una cena celestial” explora –con guión de Libardi– en los peligros de confundir una cita con pasiones de mitología. Su narrativa prolija tiene eco en un maestro reconocido: “me gusta que la historieta sea legible, que se entienda, son horas de práctica, de entrenamiento; tengo que agradecer a Marcelo Frusin, un muy buen maestro, quien me ha guiado en el proceso de cómo llegar a un buen cómic”, agrega el dibujante.
La ciencia ficción está presente desde el trazo sugestivo, elíptico, de Ballester con “Zumabu Ikte”, entre cabezas que recuerdan al film Scanners, de Cronenberg. Deambroggi asume en “Mirror” una lírica silente, en clave manhwa –historieta coreana–, a partir de un combate mortal entre viñetas superpuestas, de lectura caleidoscópica. Zorro Re indaga con “Medieval Clockwork” en ese mundo que tanto conoce, por el que es celebrado: el furry, los animales antropomorfos, en una aventura de manufactura impecable.
Las páginas finales son para la destreza de Mauro Bueno en “Cosmonauta Arisu”: Bueno no sólo da cuenta de su habilidad narradora –cada una de sus páginas es una relación distintiva entre viñetas–, sino que articula ciencia ficción y fantasía de manera imprevista, con un manejo del tempo que determina el tamaño de cada uno de sus cuadritos. Admirable.
El librito que es la revista, se sabe, es siempre consecuencia de un trabajo mayor. Tal como expone Libardi, “no en vano mucha gente dice que hacer una revista es un parto; coordinar, poder encontrar la gente que colabore, realizar averiguaciones, es un trabajo complejo, lleva sus tiempos. Para llevar el material a la imprenta hay un trabajo invisible, pero creemos que se ve reflejado en la calidad de la revista.”
Quimera se consigue en las comiquerías de la ciudad, con distribución nacional inminente. Para la presentación de esta tarde, está prevista la presencia de ONIC (One Night en Chernobyl), cuya performance de stand up promete amenizar la actividad.
 

martes, 27 de mayo de 2014

X-Men: Días del futuro pasado (2014, Bryan Singer)


A los saltos por el tiempo


Por Leandro Arteaga
Rosario/12, 26/05/2014 

Si hay que encontrar alguna virtud a la nueva X-Men es la de hacer partícipe de su desbarajuste temporal a los espectadores. Seguramente, nadie debió pensar, pocos años atrás, siquiera “filmable” un argumento en donde convivieran distintas versiones –pasadas/futuras- de superhéroes prácticamente desconocidos para el gran público. Ejercicio empresarial que Marvel/Disney supo cómo implementar para, así, entrometer en la cabeza de espectadores desprevenidos nombres como Wolverine, Xavier, Jean Grey, Magneto, Cíclope, entre otros.
Quedan a salvo las magníficas historietas fuente, las de los ‘70/’80, donde moran todas y cada una de las vueltas argumentales que incorpora la serie cinematográfica. Ésta es la aventura más famosa de los X-Men del cómic, también la más triste, ya que el futuro no les depara nada mejor, y aún cuando los vericuetos de guión les permitan salir airosos, lo cierto es que la persecución al diferente continuará peor.
Todo esto más o menos presente en el film de Bryan Singer, el encargado “oficial” de X-Men. Allí cuando la serie parecía tocar cierto límite con su tercera entrega, la renovada X-Men: Primera generación (2011) devolvió bríos y encontró relevos perfectos en James McAvoy y el gran Michael Fassbender. Con Días del futuro pasado se encuentra un enlace generacional justo, capaz de despegar hacia una renovación de casting definitiva, que unos cansinos Ian McKellen y Patrick Stewart ya no pueden sostener. Pero sólo eso.
Tampoco es que haya que pedir tanto, sólo se trata de otra película de superhéroes, con su fórmula ya trillada por tantos títulos fugaces. Lo que llama la atención es cómo ciertos directores no pueden desplegar otros rumbos. Que Bryan Singer deba seguir en lo mismo de siempre (nombre ya previsto para otra secuela) y no retome propuestas cercanas al espíritu de sus tempranas Los sospechosos de siempre y El aprendiz (según novela de Stephen King) da cuenta de ciert corsé (auto)impuesto.
Lo que queda, entonces, es un ejercicio narrativo destinado hasta al espectador más distraído. Con el eje puesto en quien sigue como estrella del reparto: Hugh Jackman, obligado acá a hacer lo habitual, si bien presa de muchos diálogos explicativos, pero con las garras feroces de siempre.
Algunas pequeñas notas agregan valía: la caracterización irónica de Peter Dinklage (el Tyrion Lannister de Game of Thrones), la interacción entre Jackman y Fassbender, la desnudez azul de Jennifer Lawrence (cuando Mystique, su personaje, no es un dibujito digital), la adicción alcohólica y de LSD disimulado de Xavier (McAvoy), y los registros en súper-8: cuya textura y colores saturados recuerdan el offset de los cómics de origen.
Hay momentos fugaces donde el viaje a los ’70 tiene cierto encanto, pero enseguida perdido. Lo digital irrumpe rápido. Y estos personajes, antes que hijos del átomo, lo son de los cálculos por ordenador. Allí es donde todo este cine termina. En los números.

X-Men: Días del futuro pasado
(X-Men: Days of Future Past)
EE.UU., 2014. Director: Bryan Singer. Guión: Jane Goldman, Simon Kinberg, Matthew Vaughn. Música y montaje: John Ottman. Fotografía: Newton Thomas Sigel. Reparto: Hugh Jackman, Jennifer Lawrence, Michael Fassbender, James McAvoy, Halle Berry, Jason Flemyng, Ian McKellen, Patrick Stewart, Ellen Page, Peter Dinklage. Duración: 131 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
6 (seis) puntos

miércoles, 21 de mayo de 2014

Godzilla (2014, Gareth Edwards)


Un monstruo amigo de los marines

 
Por Leandro Arteaga

Hubo un tiempo donde Hollywood se poblaba de guionistas devenidos cineastas; el paso lógico, gran cine. Ahora se trata de especialistas en efectos visuales/digitales vueltos realizadores. ¿Entonces?
Entonces, Juliette Binoche y Bryan Cranston como una (gran) dupla mentirosamente protagónica. Un mero ardid, Japón mediante, para llegar a lo que de veras importa: al retoño ahora marine (Aaron Taylor-Johnson) que no puede estar con su familia porque, así las cosas, hay que salvar al mundo. Es la imbecilidad de siempre, está claro. Pero pareciera que, dado el acento en los benditos efectos especiales, esto sería lo subsidiario, lo meramente anecdótico, cuando, antes bien, es el alma del film.
Uno: el científico japonés (Ken Watanabe) muestra al militar estadounidense su reloj de bolsillo con la hora detenida en la explosión de… “Hiroshima”, le dice. El yanqui mira mudo. Dos: el marine recupera su muñequito de juego infantil al visitar las ruinas de su casa japonesa, para luego regalarlo al niño haitiano perdido, al que devolverá presto –sin necesidad de revelarse como responsable- a sus padres. El muñequito, desde ya, es un soldadito. Tres: el marine está desconcertado; mira a otro marine para saber qué es lo que sucede, éste le responde: “ahora cazamos monstruos”. Cuatro: su esposa es enfermera o doctora o algo así, esto es, otra elección de vida abnegada. Cinco: Papá, ¿mañana vas a estar en casa?; papá marine, qué ejemplo. Seis, siete, ocho, y así.
¿Y Godzilla? Extraordinario, nunca tan verazmente destructor para el verosímil de determinado cine; es decir, un cine que nada tiene que ver con el Godzilla de origen: goma espuma, Tokio de maquetas, serie B, complemento de matiné. Ni qué decir sobre lo que le moviliza en tanto monstruo, consecuencia de tests atómicos y bomba nuclear. ¿Con qué tiene que ver este Godzilla? Con el otro bodrio estadounidense que se estrenó en 1998. Sólo con ese film se puede entender un diálogo afín; en tal sentido, la nueva Godzilla no hace más que remozar una misma mirada bélica, jactanciosa de sí misma, en franco diálogo con Transformers y similares.
La película que no se llama Godzilla pero que tiene todo su espíritu es Titanes del Pacífico (2013), de Guillermo del Toro. La diferencia está en que se trata de un cineasta. Allí hay un placer lúdico que no necesita de correcciones políticas ni, mucho menos, de bajadas de línea. Aspectos que esta Godzilla promueve de manera premeditada.
Por supuesto, hay beso familiar final, hijo con papá, mamá en uniforme hospitalario (que corre entre la gente y abraza y besa…) y muchos bomberos que auscultan escombros con oído perspicaz. Eso sí, toneladas de edificios, tsunamis imparables, vómitos flamígeros, pero ningún cadáver a la vista. La muerte, ese gran personaje, acá bien escondidito, que no se note. Godzilla, un héroe para toda la familia.

Godzilla
(EE.UU./Japón, 2014)
Dirección: Gareth Edwards. Guión: Max Borenstein, sobre historia de Dave Callaham. Fotografía: Seamus McGarvey. Montaje: Bob Ducsay. Música: Alexandre Desplat. Reparto: Aaron Taylor-Johnson, Ken Watanabe, Bryan Cranston, Elizabeth Olsen, Sally Hawkins, David Strathairn, Juliette Binoche, Carson Bolde, CJ Adams. Duración: 123 minutos.
Salas: Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
3 (tres) puntos

La chispa de la vida (2011, Álex de la Iglesia)


Ética televisiva o dignidad de cine

Con su desenfado habitual, el español Álex de la Iglesia logra en La chispa de la vida uno de los mejores comentarios sobre la crisis, el oportunismo televisivo, y la desesperación. Sin estreno comercial en Rosario, la película conoce ahora su distribución en dvd.


Por Leandro Arteaga

Qué afortunado golpe de suerte y de efecto bienvenido poder ver las dos últimas películas del español Álex de la Iglesia como estrenos simultáneos en dvd. Su última producción, Las brujas (2013), tuvo estreno comercial –y una lista enorme de Premios Goya- pero, así las cosas, sólo una semana de exhibición en las salas de la ciudad. Mientras que La chispa de la vida (2011), si bien con estreno en Buenos Aires el pasado diciembre, no tuvo oportunidad alguna en Rosario. Paradojas, dada la reciente visita fílmica del realizador a la ciudad, con el encargo del documental sobre el futbolista Lionel Messi bajo el brazo.
La chispa de la vida tiene a su director en la mejor forma posible; esto es, pleno de ironía, desborde, ingenio y tinte malicioso. Más aún cuando se trata de hacer foco en el mundo del periodismo, de los medios, de la publicidad; ámbitos donde, se sabe, el cine también es parte. Pero el cine es capaz de ser artístico y, nada menos, reflexivo. Vale decir, nunca la televisión tuvo –ni tendrá- la autocrítica que el cine ha manifestado. O también, nunca la televisión podrá decir sobre sí lo que el cine ha dicho sobre ella.
El referente inmediato es esa obra maestra que se titula Cadenas de roca (Ace in the Hole, 1951), del extraordinario Billy Wilder. En España se la conoció como El gran carnaval. Ambos títulos dicen sobre lo que en el argumento anida, donde Kirk Douglas, un periodista en declive, reencuentra la posibilidad del suceso en un hecho desgraciado, con un hombre atrapado en una cueva, a punto de desmoronarse. El infortunio será reconvertido en noticia y se tirará de su cuerda hasta más no dar. Allí donde el límite amenace con evidenciar lo que se ha trastocado y, honor para el cine, reflexionar sobre la ética o, justamente, su ausencia. Como siempre, hechos posteriores han culminado por dar la razón al arte (o a su intuición): la tragedia y rescate de mineros en Chile fue uno de los programas televisivos más cercanos –más delirantes- al planteo manifestado por Wilder. Queda en el lector agregar casos similares.
La chispa de la vida propone un diálogo con aquel film, pero también con lo que inmediatamente le rodea. Ahora se trata de un desempleado, de un hombre desesperado, sin lugar social (José Mota), a quien el infortunio hará su presa. Mientras visita un museo -casi como víctima del atropello ciudadano, mientras recuerda con angustia otros tiempos, otras sensaciones-, la puerta que no debía abrir, el pasillo por el que no debía caminar, le llevan a una caída casi mortal, con una vara de metal incrustada en su cráneo, imposibilitándole movimiento alguno. Como si fuese un suicidio.
Familia, prensa y publicistas, ocuparán progresivamente el espacio, rodeándole, atosigándole, con él como figura de un interés concéntrico que creía perdido. El ámbito donde yace es histórico, está en refacciones, y posee intereses económicos en juego. Un lugar que es semántica bisagra entre un proceso histórico en el que inevitablemente se cuela la inmediatez de los tiempos actuales, con una sociedad excitada, en crisis, devota del sensacionalismo. En otras palabras, lo que finalmente aparece como lugar de encuentro preferencial, como reina natural del suceso, es la televisión. Con sus luminarias de cartón pintado, de conductor televisivo empresario, con cachet impresionante, capaz de manejar los contenidos más imbéciles –aún en las situaciones sociales más críticas- como la dieta diaria que la ciudadanía exige.
Tal exigencia, tal necesidad de ser visto o vista en televisión, no es el dato menor, sino el acento dentro de la puesta en escena de De la Iglesia. Es la misma víctima, el mismo antihéroe, quien pide a gritos por las cámaras, quien ve allí la posibilidad de ser la estrella fugaz del momento, su carta de triunfo para -acá lo mordaz, lo brillante- el bienestar de su familia (donde Salma Hayek interpreta a su esposa). Hay contratos que el tiempo exige firmar con rapidez, porque el pobre está a punto de morir, o tal vez no. Pero la televisión nada regala, y lo que es noticia debe atravesar el proceder monetario. Y él, allí clavado, casi un Cristo sarcástico, en procura de agilizar trámites, de que las cámaras le tomen en medio de todo ello y no le pierdan de vista, de que la sensibilidad de los espectadores despierte y le acompañe, mientras los anuncios publicitarios se entremezclan con sus frases estúpidas.
Porque el desdichado sabe de esto, lo conoce muy bien, dado su cariz de hombre de la publicidad, dueño no reconocido de esa frase de ingenio –“la chispa de la vida”- con la que la gaseosa más famosa hizo su mejor campaña. Pero ahora su importancia ha pasado a ser la de un simple operario olvidado o, como gustan llamarse tales artífices, la de un “creativo” desvencijado, a quien ya nadie recuerda porque, con sinceridad, ¿cuál es la posteridad prevista para los “ingeniosos” juegos de palabras de la venta comercial más que la de ser, con suerte, un eco, una letanía infantil?
A este hombre ya nadie le quiere, mientras su alguna vez agencia publicitaria continúa albergando a quienes cuentan la moneda, a financistas o empresarios, o a los nuevos “creativos” inspirados, tal como astutamente lo refiere la caracterización del gran Santiago Segura.
¿Hasta qué limite llega La chispa de la vida? Mejor ver el film y contagiarse de ese estado de ánimo exitista, para llegar al desenlace justo, al momento donde la acción final opera de una manera como nunca la televisión podrá ejercer. Allí cuando el cine se sabe cine porque, precisamente, no es televisión, no es consecuencia de tiempos atropellados, premeditados comercialmente, ni manipulados por sonrisas de dientes blancos. Acá es donde conviene recordar otro gran desenlace, terrible, como lo es el zapping de The Truman Show (1998, Peter Weir). El cine siempre avisó con tiempo. 

La chispa de la vida
(España/Francia/EE.UU., 2011)
Dirección: Álex de la Iglesia. Guión: Randy Feldman. Fotografía: Kiko de la Rica. Música: Joan Valent. Reparto: José Mota, Salma Hayek, Blanca Portillo, Fernando Tejero, Juan Luis Galiardo, Manuel Tallafé, Antonio Garrido, Carolina Bang. Duración: 94 minutos.
Solo disponible en DVD
8 (ocho) puntos

martes, 6 de mayo de 2014

Rosario y las historietas


La ciudad ilustrada

La historieta en Rosario, antes y ahora. El después que interroga. Las revistas, los personajes, los dibujantes. La falta de espacios. Roberto Fontanarrosa y Eduardo Risso, historietistas ilustres.


Por Leandro Arteaga

Pensar la historieta en Rosario es un tema laberíntico. Hay un recorrido que atrapa, con vínculo en el recuerdo lector. Pero lo cierto es que la situación actual es algo extraña: hay muchos historietistas, pero no hay revistas. Entonces, ¿dónde están las historietas?
Si de historieta rosarina se trata, Roberto Fontanarrosa es la figura indeleble. Dos de sus personajes, entre tantos más, son de los más famosos de la historieta argentina: Boogie, el aceitoso e Inodoro Pereyra, el renegáu. Partícipes en numerosas revistas y reediciones desde su aparición señera, en la revista cordobesa Hortensia, durante 1972. El antes y después del gran humorista sucede al año siguiente, en la contratapa del diario Clarín, junto a la troupe irrepetible que convoca Caloi: Crist, Tabaré, Trillo, Altuna, Rivero, Ian, Viuti, Dobal.
Antes de Boogie, el dibujante hacía sus primeros pasos en la revista rosarina Boom (1968-1970). Con una marca gráfica que ya preanunciaba al humorista extraordinario. En tanto publicación periodística ejemplar, Boom es la primera de otras, en donde dibujo y humor pasarán a tener mayor atención. El dibujante Manuel Aranda oficiará de ánima mentora en dos de ellas: La cebra a lunares y Risario.
La primera nació en 1973, tuvo 13 números, compartió páginas periodísticas y humorísticas entre Héctor Beas, Napoleón, Maquiaveli, Sergio Kern, David Leiva, Pablo Colazo, y otros. Aranda venía con experiencia repartida en revistas como Hortensia y Tía Vicenta. La cebra fue la respuesta rosarina. Pero el tirón mayor lo pegó Risario: 45 números, de 1980 a 1987. La dirección fue compartida entre Aranda, Jorge Santa María, David Leiva y Tomás D’Espósito (luego conocido como El Tomi). Muchos humoristas nacientes tuvieron allí lugar, junto a Beas, Fontanarrosa, Maquiaveli, Quique Fenner y el mismísimo Crist. Entre sus historietas, perdura en la memoria colectiva Robinson Sosa, de Aranda y El Tomi, cuyo protagonista y su compañero Jueves, compartían su visión de mundo desde la isla del laguito del Parque Independencia.
Ahora bien, para identificar una revista rosarina dedicada a la historieta, hay que reparar en Tinta, la revista de los dibujantes solitarios. Fueron 3 números, entre 1977 y 1979. La dirección fue de Sergio Kern; con participaciones de Jorge Varlotta (El llanero solitario), Rubén Pergament (Corpuscrisis), Kern (Marquimán!), y el Ultra de Fontanarrosa, primo predecesor del mismísimo Boogie, que la revista exhibía en carácter de inédito.
Sobre los ’80 la profusión es importante: El Maldito Chocho (1981, único número), revista del grupo Cucaño, con El Marinero Turco (Daniel Canale); Enana Turca (dos números, 1981 y 1983), de Mosquil (Gustavo Rojas); Infame, del Marinero y Mosquil (dos números, 1983 y 1984). Pero el arribo de la década nueva será para Rita, la salvaje.
Rita aparece en 1991 y debe su nombre a Juana González, la popular artista de varieté. Gracias al apoyo de la Municipalidad de Rosario, la publicación prometía lo que las demás no podían: continuidad. Estuvo dirigida por Daniel Canabal, a la vez que coordinada por El Tomi y Manuel Aranda, quien se alejaría del cargo unos meses después. Por sus páginas transitaron los nombres de Raúl Gómez, Maus, Niño Rodríguez, Max Cachimba, Fontanarrosa, Eduardo Risso, junto a muchos que hacían sus primeros lápices, como Esteban Tolj, David Nahón, Marcelo Frusin.
Las historietas de Rita ya distinguen un grupo ecléctico, en ebullición. Sin embargo, los problemas presupuestarios terminan con la publicación en el número 9 (agosto 1992). Un décimo número, sin imprenta local, encuentra lugar en la revista porteña Cóctel Molotov #11 (noviembre 1992): “Rita la salvaje. Especial de la gran revista rosarina” decía, de manera póstuma, la tapa de Cóctel.

Dibujantes sin revistas

Acá se abre un paréntesis raro, pero no tanto. Durante los ‘90 la historieta no es inmune al proceso económico. En Rosario poco se podía hacer cuando a nivel nacional las editoriales cerraban progresivamente. Los datos lo confirman: Fierro (Ediciones de la Urraca) concluye en 1992, Puertitas y Puertitas Super Sexy (El Globo Editor) cierran en 1994, Skorpio (Editorial Récord) finaliza en 1996. La que sobrevive un poco más es Editorial Columba –D’artagnan, Nippur Magnum, Intervalo, El Tony–, pero sin un horizonte claro, hasta culminar sus actividades a mediados del año 2000.
Es el momento de la denominada “primavera de los fanzines”. Es decir, revistas publicadas de manera autónoma, donde el dibujante cumple funciones de editor y distribuidor: áreas donde no tiene experiencia, para las que no se ha formado. Si Rita, la salvaje exponía un cúmulo inagotable de talento gráfico, la historieta debía encontrar alternativas. El fanzine (contracción de fan y magazine) es expresión de esta necesidad, a la vez que causal de la Asociación de Historietistas Independientes Rosario, en 1999.
La AHI Rosario se dedicará a nuclear publicaciones, capacitar dibujantes, y organizar –junto a una comiquería de la ciudad– la actividad Leyendas, en las instalaciones del Centro de Expresiones Contemporáneas de la Municipalidad. Leyendas –dedicado a la historieta, el juego de rol y la ciencia-ficción– será un punto de encuentro fundamental, local y nacional, entre artistas profesionales y principiantes. Tendrá diez ediciones, entre 1999 y 2008, con la visita ilustre de historietistas como Carlos Trillo, Carlos Casalla, Leopoldo Durañona y Francisco Solano López.
Con las editoriales en crisis, la vía laboral sobresale en el mercado extranjero. En verdad, es una posibilidad que siempre estuvo, que tempranamente llevó a muchos de los artistas de la ciudad a encontrar allí lugar de trabajo y, algunas veces, de residencia. Es el caso de El Tomi, Napo, Alejandro O’Keeffe, Pablo Raimondi, entre muchos más.
Pero con Eduardo Risso sucederá algo distintivo. El dibujante, si bien cordobés, es un rosarino por adopción, que todavía vive y trabaja desde la ciudad; rasgos que permiten un nexo con Fontanarrosa.

El talento de Risso

A Risso se le debe destacar por varios motivos. En él se cifra un recorrido magnífico, que le ha llevado a participar en los mercados argentino, europeo y estadounidense. Además, formó asistentes, luego devenidos profesionales por derecho propio; entre ellos: Leandro Fernández, Marcelo Frusin, Francisco Paronzini; todos en Rosario y con publicaciones en el exterior. También, Risso es organizador de Crack Bang Boom, junto al Centro de Expresiones Contemporáneas, la primera convención de historietas de nivel internacional que conoce la ciudad, que desde 2010 ha contado con personalidades de relieve como Jim Lee (X-Men), David Lloyd (V de Vendetta) y Brian Azzarello (guionista habitual de Risso).
En cuanto a su trayectoria, Eduardo Risso ha dibujado guiones de Robin Wood (El Ángel), Ricardo Barreiro (Parque Chas) y Carlos Trillo (Fulú, Yo vampiro, Chicanos, entre otras). Con Azzarello ha realizado una obra ya clásica dentro del cómic americano: 100 Bullets (100 Balas), cien números publicados entre 1999 y 2009. La serie le convertirá en uno de los nombres más influyentes dentro del panorama. Y si bien se trata de un dibujante reacio al mundo de los superhéroes, el único que le ha caído en gracia es Batman, a quien supo ilustrar en varias aventuras, siempre en compañía de Azzarello. Los premios más importantes no le han sido ajenos: cuatro Eisner por 100 Bullets –entre ellos el de Mejor Artista, en 2002–, dos Harvey –también Mejor Artista–, y el Yellow Kid en 2004 por, invariablemente, Mejor Artista.
En cuanto a los nombres referidos, Frusin ha sido uno de los lápices de la serie americana Hellblazer (DC Comics), actualmente en plena realización de La expedición, consistente en cuatro álbumes para la editorial francesa Dargaud. Fernández ha transitado títulos Marvel como Punisher, The New Mutants y The Incredible Hulk. Paronzini se encuentra dibujando el cómic interactivo Operation Ajax (Cognito Comics) y proyectos para la compañía griega Deimos Comics. Entre los talentos más recientes figuran Alejandro Aragón –encargado de la versión en cómic de la película 28 Days Later (Exterminio, de Danny Boyle), ahora con el lápiz a pleno en EVE (Dark Horse) – y Damián Couceiro –con un prolongado arco argumental dentro del cómic cinematográfico Planet of the Apes (El planeta de los simios), también finalizando una serie dedicada al éxito televisivo Sons of Anarchy–.
Mención aparte para Carlos Barocelli –cuya continuación de El Eternauta, parece, se edita en breve– y el talento de Gabriel Ippóliti, de colaboración seriada con el guionista bonaerense Diego Agrimbau: La burbuja de Bertold, El gran lienzo, Planeta Extra, Edén Hotel; todas para el mercado europeo. La última elige por protagonista al Che Guevara, durante una presumible estancia familiar en el famoso hotel cordobés, infestado de nazis. Fue publicada en Fierro, luego de conocerse en Francia.
Así como Fontanarrosa, hoy es Eduardo Risso quien aporta un lugar de referencia para pensar la historieta en Rosario. Un momento donde persiste la proliferación de artistas, pero con posibilidades laborales en el exterior. Lo que se ha perdido es el contacto con el lector local, algo que la obra de Fontanarrosa siempre mantuvo.
Hay esfuerzos notables, que quieren desdecir la situación. Revista Términus es el caso ejemplar: ya van cinco números de esta antología, coordinada por los dibujantes Maximiliano Bartomucci, Bruno Chiroleu y el guionista Gastón Flores. Tiene distribución nacional, agotan ejemplares, mientras persiguen el propósito de hacer conocida entre cercanos parte de su obra. Otra excepción es el magnífico álbum Far South (Lejano Sur), con guión de Rodolfo Santullo y dibujos de Leandro Fernández, alguien habitual para muchísimos cómics Marvel, si bien desconocido en la ciudad. Lo ha editado el sello Puro Comic, de Rosario.
“Yo creo que la historieta arranca, siempre, como una vocación, como un entretenimiento; como lo que a uno lo divertía de chico: leer historietas y copiar al dibujante”, decía Fontanarrosa a este cronista. Así es como el vínculo se entreteje y la historieta crece. Por eso, y entre tantas otras dudas, ¿qué ha sido del “Pollo” Palacios? ¿Dónde fue a parar?


Terminus #5 (Chiroleu-Flores-Couceiro): entrevista


Páginas para asomarse y asombrarse
 
Con su nuevo número, revista Términus ratifica su impronta e importancia. Los historietistas quieren dibujar y Términus lo demuestra. Dibujantes rosarinos y del país, muchos con trascendencia internacional, entre sus páginas.


Por Leandro Arteaga
 
Ya van cinco números, y entre tantas páginas, colaboradores, estilos gráficos, experiencia, también historietas completas. El “continuará” es congénito a la historieta, y nada peor cuando los puntos quedan para siempre suspensivos y nada más se sabe o sabrá de los apuros del héroe. Con Términus esto no pasa. Y no sólo eso: reimpresiones de los números 2 y 3 a la orden porque se han agotado, y las distribuidoras quieren, exigen, más revistas.
¿Qué es Términus? Es la revista de historietas que encuentra eje en Rosario y sus dibujantes. Con tanto tino certero que ya han ganado mérito propio entre cercanos y lejanos: historietistas de otras latitudes convergen en sus cuadritos, así como las convenciones les reservan siempre un stand donde –literalmente- agotan sus ejemplares.
Entre los nombres hacedores –esto es: los que se ponen la revista al hombro y piden el material, lo organizan y diseñan, lo imprimen, contactan distibuidoras y puntos de venta– están Bruno Chiroleu y Gastón Flores, Editor y Jefe de Redacción. La selección de trabajos en Términus es variado, y el reciente número 5 quizás tenga el balance mejor, como si la revista hubiese encontrado el terreno firme donde pisar más seguro.
La Términus 5 no sólo finaliza arcos argumentales de apariciones previas –entre los que destaca RIP Van Hellsing, con guión de Barrerio y Ferrúa, más dibujos del magnífico Enri Santana– sino que suma algunos de los mejores unitarios publicados hasta el momento. Entre ellos, Tristeza eterna, de Fernando Baldó, la notable Sorpresa –de Iñaqui Aragón y Patricio Delpeche–, y Promesas de eternidad, una space opera en primera persona, sentida y sin estridencia, de Franco Stagni. Más los trazos de Germán Peralta, Lisandro Estherren y Chiroleu: los tres, tres maneras distintivas de pensar la historieta, tres grandes narradores, repartidos entre el vértigo apocalíptico (Peralta), los secretos introspectivos, inconfesables (Chirloeu), y las brumas lovecraftianas (Estherren). Lo que se dice, un número redondo.
“El tiempo entre número y número –comenta Bruno Chiroleu a Rosario/12– nos permitió tomar contacto con mucha gente talentosa, que nos gusta. Fuimos haciendo un trabajo de ‘seducción’, para que pasaran laburo suyo a la revista; hemos tenido colaboraciones que nos llenan de orgullo”. Entre historietas e ilustraciones, Términus ha sumado las participaciones de Renato Guedes, Pablo Peppino, Dante Ginevra, Marcelo Frusin, Salvador Sanz, Germán Curti, Roberto Viacava, Rodolfo Migliari, entre otros. “Este trabajo de ‘seducción’ –aclara Gastón Flores– tiene que ver con la revista, con la calidad del papel, su tamaño, con todas esas cosas que tanto nos han costado conseguir y mantener. Algo que saben apreciar los lectores, así como la gente que quiere colaborar”.
-¿Cómo organizan la distribución?
-Actualmente tenemos tres distribuidores principales y estamos en camino a conseguir un par más. Nosotros trabajamos con Andrés Accorsi, quien nos hace la distribución en comiquerías, excepto en Rosario, donde nos encargamos nosotros. Ovni Press y Capitán Barato nos hacen la distribución a través de Internet, y estamos trabajando para ver si podemos llegar a algunos kioskos del gran Buenos Aires. Todavía tenemos huecos importantes, como la ciudad de Santa Fe, a donde no hemos llegado y queremos hacerlo. Nuestro interés es que la revista llegue a todo el país -explica Chiroleu.
Términus es también posibilidad de visibilizar lo que muchos vienen haciendo. Es decir, Rosario es una ciudad llena de historietistas pero ausente de revistas. Entre sus partícipes destaca Damián Couceiro, artífice gráfico de varios títulos en la editorial norteamericana Boom! Studios, entre ellos Dracula, Planet of the Apes, y la actual Sons of Anarchy, a partir del éxito televisivo. “Hace bastante que trabajo para Boom!, y es un problema importante el que acá no llegue ni se conozca lo que uno hace”, explica el dibujante, quien reconoce en Chiroleu el esfuerzo máximo en la concreción de Términus. En cuanto a Sons of Anarchy, “van a ser catorce números, estoy terminando el 10; fue un cambio interesante pasar del Planeta de los simios a algo más cercano y realista”. Por lo pronto, además de ilustraciones, Couceiro mantiene la promesa de sumar una historieta en las futuras páginas de Términus. De paso: se trata de un dibujante obsesivo, de puesta en página precisa, nada fuera de lugar, sin subrayados, con atención en la participación del lector. Un maestro.
Por su parte, Gastón Flores celebra la “experiencia y material” que Términus le ha permitido para reforzar “algunos proyectos para editoriales, ya que mi trabajo se puede ver”. “En este número trabajé otra vez con Estherren, un gusto y honor, porque es un tipo que transpira tinta, pero que no puede comprometerse más por sus trabajos con el extranjero”, señala el guionista. “Yo arranqué en el 2007, sin saber cómo se hacía un guión, no había nadie que diera cursos o talleres. Estar desde la formación de la revista fue importante, cada número que sale es una alegría.”
Chiroleu destaca un rasgo que sobresale: “hace poquito que me largué a vivir del dibujo”, toda una declaración de principios, mientras se encarga del embrollo logístico que hace posible a la revista salir al encuentro de los lectores. “Estamos viendo si hacemos un proyecto conjunto, con gente de (las editoriales) Dead Pop, La Pinta y Salamanca; a mitad de mayo vamos a estar en el Festival Azabache, en Mar del Plata, donde será la primera vez que se presenten historietas. Vamos a estar con un stand común, así como trataremos también de estar en la próxima Crack Bang Boom”.

La mirada del hijo (2013, Calin Peter Netzer)


Como arcilla entre las manos

 
Por Leandro Arteaga

 Ganadora del Oso de Oro en el Festival de Berlín, el film del rumano Calin Peter Netzer construye su trama de telaraña a partir de un accidente de tránsito, un episodio medular que asocia a la vez que desoculta –y miente– afectos, relaciones familiares y sociales. La mirada del hijo tiene su fuerza centrípeta en la figura férrea de Cornelia (la estupenda Luminita Gheorghiu), madre del responsable al volante: hijo de edad avanzada, mirada caída, como si de un sonámbulo se tratase.
Para llegar a su punto crítico, el film mantiene un prólogo premeditadamente disperso, que permite entrever un añorado vínculo de madre. El accidente llega como noticia imprevista, para ella y para el espectador. El fuera de campo es total, no hay necesidad de descubrir en flashbacks qué es lo que sucedió, el hecho será mucho más sentido por las reacciones circundantes, por los pequeños datos que asoman.
Lo que golpea rápido es el comportamiento estoico de esta familia con su hijo en apuros, quienes evidentemente saben muy bien dónde guardar sus afectos para priorizar lo que se debe: abogados, medicamentos, dinero, todas piezas de un ajedrez al que más vale agilizar. Ninguna lágrima, nada de caricias. Tampoco un mínimo de pesar por la vida que se ha perdido: la de un niño cuya familia es reverso social de la de Cornelia: ciudadanos de la periferia, de extracción humilde, sin contactos ni relaciones.
El comportamiento de Cornelia es, claro, ejemplar: lo que sea por su hijo. Así como en Elena (2011), del ruso Andrey Zvyagintsev: la puesta a prueba del amor materno o lo que sea que esto signifique. Las fisuras son lo mejor del film. Allí cuando el hijo, siempre harto, cansino, elige dar un portazo tras despacharse con su padre: “eres arcilla entre sus manos” le dice a él, mientras señala a ella. “Sí, eres arcilla” le ratifica ella a su marido.
Las maniobras a atravesar no tendrán límites. Porque, como se dijo, cualquier cosa por un hijo. Además, es el único hijo. Ustedes tuvieron, al menos, dos; explica Cornelia a los padres humillados por “la voluntad de Dios”. Éste es uno de los momentos más sorprendentes del film, donde se cruzan lágrimas, palabras, de un asidero flotante, cambiante, que obliga al espectador a estar más atento, a preguntarse qué es lo que de veras sucede.
Por todo esto, la escena final es magistral. El espejo retrovisor del auto de Cornelia devuelve el diálogo entre su hijo y el padre del niño fallecido. Antes, él tuvo que pedir a su madre le dejara bajar del auto. Para luego volver al mismo asiento de siempre, el de atrás. Como cuando era un niño, el de toda la vida. Sus lágrimas parecen ciertas. Las de Cornelia, en todo caso, son tan sinceras como se lo permite su amor de madre, amparado en su apellido de relieve y un ahorro en euros.

La mirada del hijo
(Pozitia copilului)
Rumania, 2013. Dirección: Calin Peter Netzer. Guión: Razvan Radulescu, Calin Peter Netzer. Fotografía: Andrei Butica. Montaje: Dana Lucretia Bunescu. Reparto: Luminita Gheorghiu, Bogdan Dumitrache, Ilinca Goia, Natasa Raab, Florin Zamfirescu, Vlad Ivanov. Duración: 112 minutos.
Sala: Cines Del Centro.
8 (ocho) puntos