sábado, 5 de abril de 2014

Deshora (2013, Bárbara Sarasola-Day)


La grieta de la mirada


Por Leandro Arteaga

La puesta en juego –en escena– del deseo tiñe a Deshora de manera progresiva. Como un caldo infernal donde se quiere pero no se debe caer. Una sensación de agobio, de candor, comienzan a traslucir sus personajes, almibarados entre el aire descampado de una tabacalera.
Allí es donde va a parar Joaquín (Alejandro Buitrago), para quizás resarcir su vida afectada, en pleno trance de rehabilitación. La casa es de su prima Helena (María Ucedo) y su marido, Ernesto (Luis Ziembrowski). Allí viven, entre el trabajo que éste ha paternalmente heredado, en busca de un embarazo que se demora, señal tal vez más honda, encastrada muy adentro.
Joaquín es el disparador que altera, es quien se pasea en horas cualquiera, el que fuma marihuana en vez del tabaco que le rodea. Su voz se acerca a su prima entre pasos en silencio, como si deslizara intenciones que, en todo caso, ya también estaban en ella.
Hábilmente, la ópera prima de Bárbara Sarasola-Day –presentada en la sección Panorama del Festival Internacional de Cine de Berlín–, introduce al espectador desde los supuestos, para luego liberarle de prejuicios. Porque Joaquín es de acuerdo con quien le mire. En este mirar, que María y Ernesto comparten, paralelamente, privadamente, es desde donde Joaquín completa una mirada mayor, compleja, donde todo es mucho más que lo que parece.
Para arribar a las resoluciones, críticas, de heridas abiertas, con sangre que presagia, lo que la realizadora construye es un desliz turbio, de fisuras. Hay puertas entreabiertas, jadeos nocturnos, ojos furtivos. Las poses se denuncian en su artificio. Maneras y gestos hoscos que entre estos hombres de campo, con mujeres sumisas o ausentes –sino prostitutas–, debe replicarse, así como desde la faena diaria, la relación entre patrón y empleados, o el ritual compartido de la caza.
El problema no es que Joaquín no termine por cuadrar allí, sino que abrirá un resquicio de duda en quien mejor lo practica. A partir de allí, cuando el lugar heredado, el de la tradición paterna –social, cultural– tambalee, ya nada será lo mismo. Tanta provocación no puede quedar impune. Tanto deseo desatado, tampoco.
El desenlace que elige Sarasola-Day es notable, porque la resolución sucede desde el corte de montaje, cuando las situaciones ya han sido conocidas, sugeridas, así como finalmente asociadas desde su organización simultánea en el relato. El corte obliga a completar entre las imágenes y sus sonidos. No hacen falta explicaciones sino, antes bien, haber sido subsumidos en un mismo clima enrarecido, el de las miradas que se quieren y se repelen.
Destaca Luis Ziembrowski, enorme, iracundo, capaz de caer con todo su peso sobre cualquier otro, pero también sobre sí mismo.

Deshora
Argentina/Colombia/Noruega, 2013
Dirección y guión: Bárbara Sarasola-Day. Fotografía: Lucio Bonelli. Música: Álvaro Morales. Montaje: Catalina Rincón. Reparto: Luis Ziembrowski, Alejandro Buitrago, María Ucedo, Marta Lubos, Danny Márquez Veleizán. Duración: 102 minutos.
Sala: El Cairo.
8 (ocho) puntos

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