miércoles, 6 de febrero de 2013

Mentiras mortales (Arbitrage, 2012, Nicholas Jarecki)


El patriarca y sus súbditos


Por Leandro Arteaga

Aún cuando lo que suceda pueda indicar un peligro cada vez más real hacia su persona, hacia su fortuna, el empresario Robert Miller (Richard Gere) sabrá vociferar un discurso maníaco, ególatra, a su propia hija y en el medio de Central Park: “soy un oráculo”, le dice; “soy el patriarca”, grita. Todos giran alrededor mío, explica. Cerebro de las finanzas. Expresión mayúscula del entramado económico. No podrá ser herido de muerte sin un reemplazo capaz. Nadie cerca que le pueda disputar tanto como para que caiga de su trono en Wall Street. La hija entiende, allí, que no se trata de que quien le habla sea su padre ni de que los papeles la deletreen como su socia, sino que ella no es más que otro de los muchos empleados de este gran jefe. El mundo es cruel, será otra de sus máximas. La experiencia, dice, le acompaña.
Robert acaba de cumplir 60 años. Se encuentra en el pináculo de los números. Es tapa de Forbes. Da el dinero que sea a su esposa (Susan Sarandon) para cualquiera de sus obras de caridad. Impulsa el futuro artístico de su amante. Da trabajo a toda su familia mientras sostiene a las de la gran cantidad de gente que de él depende. En su comportamiento hay una naturalización de lo que le rodea. El mundo es así porque no puede ser, justamente, de otra manera. Todos, en este sentido, son como él. Podrán ocupar distintos lugares dentro de la gran pirámide, pero aún desde el estrato más bajo habrá respeto y sumisión hacia el dios que Robert expresa como verbo.
Un imprevisto cumplirá en el film un lugar traumático, fatal, que será el nudo en el cual incida todo lo que viene sucediendo. La pirámide podría desmoronarse. Si algunos deben morir para que se sostenga, que mueran. Detenerse en las decisiones mayores de los personajes de Mentiras mortales será coincidir, en este sentido, en una misma actitud reaccionaria. Todos buscan, finalmente, un rédito. El encarnizado detective (el gran Tim Roth) también. Basta con ver cómo tira su automóvil sobre el sospechoso de color, y cómo se cubre las espaldas ante el que tiene “mucho dinero”.
En verdad, el accidente del millonario es un catalizador, una situación límite que cristaliza lo que le rodea en un thriller, en un juego peligroso donde el espectador es también introducido. Es por ello que el suspense hará que las decisiones mayores, las que definen a los personajes, sean también cuestiones morales que deriven hacia quienes miren la película.
El gran desenlace no es lo que parece: el hastío de una hija o el “descubrimiento” del engaño del marido, sino la comprensión mayor de que el mundo, justamente, es como es: un nido de relaciones hipócritas en las que el dinero cumple lugar de esencia. Revelado esto, Robert entonces continúa con otro discurso victorioso. Y su familia, y todas las familias, le acompañan.

Mentiras mortales
(Arbitrage) EE.UU., 2012. Dirección y guión: Nicholas Jarecki. Fotografía: Yorick Le Saux. Música: Cliff Martinez. Montaje: Douglas Crise. Intérpretes: Richard Gere, Susan Sarandon, Tim Roth, Laetitia Casta, Nate Parker, Brit Marling. Duración: 107 minutos.
8 (ocho) puntos

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