viernes, 26 de octubre de 2012

Daniel Rosenfeld/Cornelia frente al espejo: entrevista


Del otro lado del espejo


El mundo de Silvina Ocampo visita la pantalla en la película de Daniel Rosenfeld. Espejos, sombras, fantasmas, se suman a risas nerviosas. En cartel en Cine El Cairo.

Por Leandro Arteaga

Entre lo tanto que Cornelia frente al espejo, película basada en el cuento homónimo de Silvina Ocampo, puede suscitar, mejor dejar lugar primero a la anécdota –parece que apenas una entre muchas- que el propio realizador, Daniel Rosenfeld, relata a Rosario/12: “Sucedieron cosas muy curiosas en la casa donde se filmó. Es una historia fascinante. La película está ambientada en los años ‘40, elegimos hacer una adaptación de época para que ese mundo tuviera la magia surreal del cuento. Encontramos una casa muy del estilo de la de Victoria Ocampo, de estilo inglés, de varios pisos, enorme, pero muy venida a menos, descuidada, en el medio del campo, de la nada, casi fantasmal. En esa casa vive una mujer de 84 años, sola, mujer que resultó ser la heredera directa de Felicitas Guerrero, como si te dijera su sobrina nieta. Justo antes de filmar, nos enteramos de que quien mató a Felicitas Guerrero había sido el tío abuelo de Silvina Ocampo.”

-Algo de guía espiritual debe haber habido.

-Por ejemplo, en un momento fuera de la filmación, Rafael Spregelburd se puso a mirar la biblioteca espectacular que tiene esta mujer, y encuentra un libro de Silvina Ocampo. Apenas lo saca se corta la luz. Todos nos reímos nerviosamente…
Cornelia frente al espejo cuenta entre sus integrantes, además de Spregelburd, a Emilia Capizzano, Leonardo Sbaraglia y Eugenia Alonso. Capizzano es la encargada de llevar adelante el personaje principal, además de cumplir tarea de co-guionista, junto a Rosenfeld. Sobre Cornelia, “mujer que se mete dentro de esta casona para tomar un veneno pero no lo puede hacer porque aparecen otros personajes extraños que se lo impiden”, el director dice que “es una mujer que está pidiendo que la maten pero a la vez que la salven”. “Frente a esas contradicciones aparecen temas más existenciales, como la pregunta que podría hacerse Hamlet, algo que aparece tan banal, pero que puesto en palabras de escritores tan buenos como Ocampo o Shakespeare puede llegar a conmover. Alguien que se pregunta sobre la vida, la muerte, el amor, de una manera tan especial. En este sentido, quizás pensé que iba a ser una película dedicada a los amantes de la literatura, del arte, a personas con sensibilidad especial, pero la verdad es que hay gente que no tiene ninguna conexión con Silvina Ocampo ni con la literatura y que sí se conecta con la película. Supongo que Ocampo, así como la película y los actores, que son fantásticos, tocan temas con los cuales muchas personas se pueden identificar.”

-Pienso en lo que significa para una película como la tuya tratar de apresar lo inasible, me refiero al espíritu literario de Silvina Ocampo.

-La película tuvo algo de aventura, porque el filmar podría haber significado deshacer aquello que tanto nos había fascinado. Fue una experiencia realmente deliciosa, porque el primer encantamiento lo tuvimos con el material, que es tan singular, ya que se trata de un cuento que está construido en forma de diálogos, sin ningún otro tipo de explicación o de narración más tradicional. Entonces, lo primero que uno se pregunta es cómo hacer una adaptación de este material. Todos sabemos que el cine tiene y requiere de ciertas reglas, entre las cuales están las reglas de un guión, por ejemplo en cuanto a recortar o suprimir diálogos para transformarlos en imágenes, o en perseguir la acción y los eventos. Pero Silvina Ocampo, desde su forma de escribir, trabaja con otros elementos: las digresiones, la música de las palabras. Nosotros queríamos mantener vivo ese elemento, desde ahí vino el primer impulso para hacer esta película, a partir del enamoramiento del tema.

-Se respetaron, de hecho, fielmente los diálogos originales.

-Exactamente. Porque acá había una musicalidad propia de las palabras que queríamos mantener. Hay frases como “los hombres son monstruos, el amor los transfigura” o “los seres humanos somos irreales como las imágenes”, toda una cantidad de diálogos que si los hubiésemos llevado a algo mucho más coloquial hubiesen sido más fáciles, aunque no lo mismo. Los actores en cine muchas veces prefieren improvisar porque la cámara rueda en ese momento y para siempre, para poder atravesar una escena con las palabras más próximas al actor. Tuvimos, por eso, un trabajo importante de ensayo. Ante un material así, los actores debían lanzarse hacia un lugar que quizás no conocían. 

-Pero habrán dejado llevarse algunas veces por la intuición.

-Sí, porque para que la película pudiera hacerse tenía que ser construida conceptualmente desde un lugar artesanal y desde la aventura. Para mí la manera de investigar es ir haciendo, desde luego que el cine es complicado, hay mucha gente y cuesta mucho dinero, pero la idea era ir metiendo las manos para encontrar una forma; hay algo que dice (Robert) Bresson que es muy justo, “primero encuentro y después busco”, y no el proceso inverso.

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