domingo, 14 de agosto de 2011

Ángel Mahler+Drácula+entrevista


Una vida de amor a la música


De vigencia tan permanente como su personaje, Drácula, el musical de Cibrián/Mahler celebra sus veinte años en Rosario. El amor a través del tiempo entre la obra y el público.


Por Leandro Arteaga

“Mi mujer me regaló un viaje y vamos a ir a Rumania, al castillo del conde Drácula. Un día entero donde voy a conocer el sarcófago, donde voy a vivir un poco más de cerca esa historia que inundó mi cabeza desde chico” confiesa Ángel Mahler a Rosario/12, como prólogo de entusiasmo a las funciones que de Drácula, el musical. 20 años están teniendo lugar en Teatro El Círculo hasta el día de hoy.
“En esta vuelta reorquesté toda la obra. La verdad es que está como nunca, es la mejor versión que pudimos hacer” comenta el compositor, además de dar detalles emocionados sobre el siguiente proyecto con Pepe Cibrián, centrado en el Rey Arturo y Excalibur, que marcará “un avance para la comedia musical en sí, donde agregamos, además de efectos especiales, también magia. Estamos trabajando muchísimo, y con cuatro magos, para esta historia que será narrada por Merlín (Juan Rodó).”

-Es la primera vez que podemos ver Drácula con la orquesta presente.

-Algo que va a permitir que se aprecie de otra manera. Yo sé que es difícil, sobre todo por los costos, pero hay veces en que los costos no importan, y en este caso particular sentí que había que hacerlo, porque las cosas dejan sus huellas también desde la manera en que son gestadas. Si nosotros no hacíamos este Drácula así, y dejábamos que se siguiera haciendo de la manera habitual, no hubiese sido lo mismo. La gente lo va a poder vivir ahora de una manera muy intensa, así como también nosotros. Drácula es una obra que no permite respiro ni distracción, de una concentración total para toda la orquesta y para todos los que están arriba. Es una obra que desde su comienzo no para, sino que va creciendo, a la vez que produce una energía única que la gente advierte. Creo que es ése el motivo por el que la vuelven a ver, de otra manera me resulta inexplicable. Tiene todos los ingredientes necesarios para que, una vez juntos, exploten.

-Creo también que lo que han logrado con Cibrián fue redimensionar el mito mismo.

-Nadie lo había visto a Drácula desde un perfil más humano, como alguien que sufría por sus dotes. Él es inmortal pero para ello necesita matar, y es esa inmortalidad la que no lo deja disfrutar de determinadas cosas de la vida, como una salida al sol. Todo eso lo hemos puesto en la obra porque sentimos que es un personaje, si bien altamente seductor, también muy sufrido. Se lo ve muy gigante e imponente sobre el escenario, pero con ciertos momentos donde también se afloja. Es ése momento el que más hemos rescatado, lo hemos humanizado para que la gente comprenda su otro costado.

-En tal sentido, se adelantaron a la película de Francis Ford Coppola.

-¡Y en dos años! Cuando vimos la película, con Pepito nos dijimos “¡Coppola se sentó en el Luna Park a verla!”. Se dan las coincidencias de los quinientos años, de la relación con Mina, toda la transformación…

-Debe haber una coincidencia de sensibilidades. En la novela Ella, de Rider Haggard, se cuenta también una historia de amor maldito, a través del tiempo.

-La pregunta que hay que hacerse es ¿qué es el amor para Drácula? Es la pregunta que se hace el personaje. Es allí cuando toma una decisión y determina el desenlace, porque todo tiene que ver con haber entendido qué es el amor. Por eso la gente también termina queriendo a Drácula, porque al morir elige la vida, la de Mina, la de la persona que ama. Además, también está el misterio, que en la obra se plantea desde el principio, en la obertura -“si hay un misterio, por qué negarlo, en lugar de comprenderlo”-. Es un texto que me gusta mucho, porque Drácula está inmerso en todo eso, tanto en lo que no conocemos como en lo que creemos conocer. Sobre todo en lo que respecta al vivir en el límite entre lo bueno y lo malo. “El amor a través del tiempo” es lo que ha hecho que el musical tenga veinte años, y que siga emocionándome como la primera vez. Cuando lo hacemos, desde la primera nota hasta la última, me resulta una construcción, un edificio que se va levantando, donde es maravilloso ver todo lo que va ocurriendo en el medio, mientras el público y nosotros somos llevados hacia el desenlace. La energía del público se puede percibir, siempre está sucediendo. Durante los diecinueve años que dirigí la orquesta fue siempre maravilloso, más aún cuando podés ver de reojo un poquito y notar cómo la gente está compenetrada con la historia, allí cuando la ficción que se está viendo sobre el escenario modifica tu realidad. Ésa es la magia del arte, del teatro.

-Y ahora es tu hijo, Damián Mahler, quien dirige la orquesta. ¿Qué sensaciones te provoca?

-Desde que la obra se estrenó en Buenos Aires, fueron 153 funciones en las que siempre me emocioné. Es algo que me hizo llorar mucho. Es que verlo a Damián dirigiendo, que era un nene cuando compuse esto, es como ver un ciclo cumplido, donde el camino tuvo sentido. Es algo tal vez inesperado en mi vida, así como un premio a la entrega por algo que me gusta.

En Rosario/12 (13/08/2011)

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