domingo, 12 de diciembre de 2010

Joaquín Vallet: Joseph Losey (Cátedra, 2010)


Joseph Losey o el Cine Desafío
Diálogo con Joaquín Vallet


Joseph Losey
Joaquín Vallet
Cátedra
Madrid, 2010

328 páginas
ISBN: 9788437626819



Por Leandro Arteaga

A lo largo de sus páginas, el monográfico de Joaquín Vallet (1978) sobre Joseph Losey (1909-1984) recupera la obra de un cineasta actualmente marginado. Responsable de obras mayúsculas como El sirviente (The Servant, 1963), Por la patria (King & Country, 1964) o El asesinato de Trotsky (The Assassination of Trotsky, 1972), Losey se articula como bisagra entre un breve período norteamericano y –macarthysmo mediante- una etapa prolongada en suelo europeo.
Imposible, en este sentido, no pensar en Losey respecto del cineasta que Martin Scorsese interpretara en Culpable (Guilty by Suspicion, 1991, Irwin Winkler), donde refería a un cada vez más desesperado Robert De Niro que se iba de Estados Unidos porque “éste ya no es más mi país”. (El nombre del personaje era "Joe Lesser", la fonética suma su evidencia).
En Linterna Mágica dialogamos con Joaquín Vallet, a partir de las excusas inmejorables que suponen tanto la lectura de su libro como la visión -y revisión- de la cinematografía incomparable de Joseph Losey.

Entrevista emitida el 24/09/2010
Descargar: parte 1 - parte 2


-¿Por qué el interés sobre la obra de Joseph Losey?

-Es que se trata de un cineasta que, desde que lo descubrí, me ha interesado por una impronta muy personal, muy particular, que no se correspondía con el interés general. Habitualmente, Losey es un cineasta que pasa desapercibido o que no se lo reconoce mucho, esto es lo que provocó en parte la escritura de mi libro, desde un lugar reivindicativo hacia el cineasta, prácticamente olvidado por las nuevas generaciones.

-Esta situación de desconocimiento, que nos hiere como cinéfilos, hace también que uno destaque la calidad de una colección como Signo e Imagen, de Cátedra, por permitir esta puesta al día de tantos cineastas relevantes.

-Efectivamente, esta colección está haciendo una labor bastante sólida, dando cabida a cineastas que, en otras editoriales, hubiese sido más complicado de interesar.

-Uno de los últimos números estuvo dedicado a Robert Aldrich (#76, Jaime Iglesias Gamboa, 2009), quien fuera asistente de dirección del propio Joseph Losey. Lo que nos lleva a ciertas similitudes respecto del lugar ideológico que ambos ocuparon tanto desde el plano cinematográfico como en su vida personal.

-Creo que más allá de tener una puesta en escena clara, representativa, intuyes que una película de Losey es suya desde el primero de los planos, prácticamente; también por esa solidez ideológica, esa forma de mantener una postura comprometida y siempre a contracorriente. En películas a prioi “superficiales”, como The Gypsy and the Gentleman (1958), o la más “comercial”, como Modesty Blaise (1966), todas tienen rasgos de ese compromiso hacia la izquierda, de esa postura constante que le provocara unos problemas tremendos durante el macarthysmo.

-En El merodeador (The Prowler, 1951) uno encuentra este desafío al macarthysmo no sólo desde el guión “fantasma” de Dalton Trumbo sino, como apuntás en tu libro, desde la inclusión de la voz del escritor como la del locutor radial.

-En esas primeras obras -vinculadas al cine negro, al cine B- que él realiza en los años ’50, Losey mantienen una postura combativa, una valentía clara, con simbolismos o metáforas constantes hacia lo que es la actitud intolerante de todo un sistema gubernamental, podríamos decir. El merodeador es un caso clave, pero en The Big Night (1951) hay un plano donde todo un colectivo, representado por tres o cuatro personas sentadas en la barra de un bar, dejan solo a un personaje para que sea apaleado por quien mantiene un poder avasallador; en esa secuencia está condensada esta postura, sus primeras obras tienen un punto muy visceral.

-Coincido con vos en entender M (1951), su remake del film de Fritz Lang, como una obra maestra.

- Maestra e infravalorada. En mi caso fue muy difícil de lograr ver, ya que es una obra que, al compararse con la de Lang, hace que mucha gente se posicione, quizá, en su contra, pero se trata de dos piezas muy diferentes. A partir de lo que es el propio argumento, cada cineasta plantea aspectos y temáticas completamente distintos; yo creo que es lo que hace que la pieza de Lang vaya por un camino y la de Losey por otro, al estar vinculada a su momento, al año 1951.

-Aquí, en Argentina, también tenemos una remake, del año 1953: El vampiro negro, de Román Viñoly Barreto, también muy difícil de ver.

-Es una película espléndida, que vi hace unos años y gracias a Internet. Es lógico que la obra de Lang despierte este tipo de remakes; en España hubo uno, El cebo (1958), de Ladislao Vajda, quien también hacía suyo el argumento del film de Lang y lograba una película distinta, de una crueldad intrínseca tremenda. Es normal que cada cual interprete esa pieza de una forma distinta y haga su propia versión.

-Hagamos el salto hacia Europa: ¿dónde elegirías detenerte, en cuál lugar, para abordar el cine de Losey?

-Creo que Gran Bretaña es ese lugar. Es allí donde Losey adquiere una libertad –que por otra parte le cuesta bastante lograr-, un momento oportuno y justo, una sociedad concreta, donde poder hacer piezas inimaginables en Estados Unidos como El sirviente o Accidente (Accident, 1967). Creo que es allí donde Losey encuentra su punto, Londres era la ciudad donde, decía él, más le gustaba estar y vivir. Allí encuentra comodidad y dignidad cinematográficas, aun cuando se trata de un cineasta errante y en muchos sentidos apátrida.

-Me gusta lo que señalás, de ser un apátrida, ya que su cine pasa por una mirada ideológica que es una forma de entender el mundo, más allá del lugar desde el cual filme. Accident y El sirviente nos remiten al vínculo con Harold Pinter, así como a entender que films como estos parecen ser impensables para los tiempos cinematográficos actuales.

-Impensables no, sino inimaginables. Creo que cualquiera de las dos películas actualmente no se podría hacer porque, si bien triste es decirlo, faltan el talento y la valentía. Actualmente, estamos en un cine de corrección política excesiva, un cine que no arriesga, un cine que se posiciona en lugares comunes que nos resultan artificiosos. El tipo de cine moderno que analiza la condición humana hasta puntos estremecedores es ahora muy difícil, si no imposible, de encontrar; de allí que estas piezas tengan una modernidad que las vuelve atemporales.

-No quería dejar de mencionar El criminal (The Criminal, 1960), que me parece bellísima.

-En El criminal, al hacer una combinación entre cine de género puro y duro –ya que es una película negra, de gángsters casi- y todas sus preocupaciones y temáticas habituales sobre la sociedad y el individuo (entre lo que sería un cine “comercial” y un cine “de autor”), permite una impronta que alcanza unos niveles de modernidad absoluta. Además, es una pieza áspera, cuyo final con la muerte de Stanley Baker constituye una secuencia durísima, que se combina con una belleza tremenda, y que evidencia un talento que es actualmente muy difícil de encontrar. Hacen falta vivencias concretas para un cine así: Losey era dueño de una cultura enorme, que le venía del teatro, de la radio. Todas las dificultades profesionales que le hicieron marcharse de su país, de Estados Unidos, es lo que le han hecho curtirse como persona y como artista, y eso es algo que no cuadra con una sociedad como la actual, excesivamente acomodaticia en tantos puntos.

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