domingo, 21 de noviembre de 2010

Nosferatu (1922, F.W. Murnau) + expresionismo


A propósito de
Nosferatu: una sinfonía de horror
(1922)



Por Melisa Morini

La escuela expresionista alemana representa un movimiento artístico que muestra la realidad distorsionada a partir de la interpretación subjetiva del artista. En Nosferatu esto se destaca notoriamente. Al observar la extrañeza de los decorados, el castillo del conde con sus enormes puertas, ventanas, líneas rectas y ondulantes; el paisaje, el pueblo, todo demuestra de alguna manera la perspectiva de la realidad que tiene el creador del filme. El expresionismo se caracteriza fundamentalmente por la aplicación de la máxima luz posible. El movimiento, ahora, está al servicio de la luz para hacerla resplandecer y reflejar ciertas cosas; incluso es aquí donde la luz y la sombra pasan a protagonizar un combate continuo en prácticamente toda la película. La luz se opone a las tinieblas, ya no existe una unidad orgánica o dialéctica, porque la luz no sería nada sin lo opaco que le permite manifestarse. La imagen es entonces dividida en dos y el montaje muestra oposiciones determinadas. En el filme seleccionado, el juego de los contrastes es permanente y se puede observar en gran cantidad de escenas:


  • Cuando Nosferatu ingresa a la habitación de Hutter y su figura tiesa queda enmarcada en el arco de la puerta. La media luna blanca de la pared contrasta de forma impactante con el traje negro del vampiro; así como también discrepa el banco de su rostro cadavérico, con sus oscuras ojeras.
  • La representación de la pena de Ellen, en contrapartida con la vida feliz de la esposa de su amigo. Ellen, desesperada por volver a ver su amado, vive encerrada en su propia mente llena de tristezas y temores, siempre con largos vestidos negros. La otra mujer, plena y dichosa, comparte las tardes con su esposo, siempre reluciente y vestida de blanco.
  • La escena donde se muestra por primera vez, la inmensidad de la mansión del Conde. El cielo en su claridad, se contrapone con la negrura del castillo, tornándolo aún más siniestro y tenebroso.

En este sentido existe también un punto cero con respecto al cual toda luz frente a él manifiesta intensidad, cantidad intensiva. El instante es el grado luminoso en relación a la oscuridad. Por eso el movimiento intensivo se encuentra ligado a la noción de caída, acercamiento al punto cero. Solo la idea de la caída mide el grado en que sube la cantidad intensiva y esa caída ideal de la luz tiene su correlato en caídas materiales y reales, del alma individual. Finalmente, la luz y el cero entran en relaciones de contraste o mezcla. En Nosferatu podríamos destacar las relaciones lumínicas en escenas como la de la llegada del barco al pueblo: Se trata de una nave sin capitán, ni tripulación, cargado con la peste y que trae consigo al enemigo; he aquí la caída del pueblo que se ve obligado a apresarse en sus hogares, para salvar su vida. En momentos como éste el blanco y el negro acompañan cada escena, hasta fundirse en un gris de resignación. Otro más de los elementos del expresionismo es su capacidad de invocar una vida oscura y cenagosa en la que se hunden todas las cosas, ya sea en las sombras o sumergidas en las brumas. Una vida terrible y no orgánica (como la solitaria vida del vampiro, inmerso y condenado a las sombras). Los autómatas, robots y títeres pasan a ser sonámbulos, zombis o gólems. La geometría se vuelve gótica y construye un espacio a partir de prolongaciones y acumulaciones. Las líneas se prolongan fuera de toda medida, los puntos de ruptura producen acumulaciones de luz y de sombra, diagonales y contra-diagonales, ángulos agudos y triángulos afiliados son las formas características. El expresionismo también se identifica por la función dramática y psicológica de las escenografías. Generalmente anormales, no se utilizan como una nueva forma de decorado sino para contribuir a realzar el dramatismo. A esto se suma la extravagante presencia del maquillaje en los actores, así como también la forma de interpretación de los mismos, como recursos empleados para brindarle majestuosidad a los filmes y destacarlos como parte de un estilo de cine determinado. El personaje de Nosferatu, su rostro, su forma de moverse y caminar; los ojos, la mirada. Ellen, con su tés blanca y su cabello negro, las expresiones de su rostro y la desesperación de Hutter al descubrir el ataúd en el que yace el cuerpo fatídico del conde, son algunas de las muestras expresionistas existentes en esta película y que sirven como ejemplo para demostrar la interpretación y dramatismo impreso por los actores.

Las temáticas fílmicas van desde la presentación de un pasado medieval hasta la proyección de un futuro. La técnica expresionista invoca una realidad más bien cercana a la pesadilla y sumerge al espectador en grotescos e irrespirables ambientes con una iluminación distorsionada de claroscuros violentos. En Nosferatu esta característica es más que evidente, la pesadilla no solo es vivida por el personaje en su anhelo por cumplir con sus obligaciones, sino por el espectador que se ve enfrentado al espectro del vampiro que aparece en la oscuridad. El pasado medieval es difuso, pero puede sin embargo vislumbrarse en la arquitectura de las casas, el bar, el castillo.
En el cine expresionista se produce un reencuentro con el infinito del que se había partido. Se descubre que el espíritu no había dejado a la naturaleza, pero sólo puede descubrirse como espíritu del mal abrasando la naturaleza entera. Esto conlleva a una más de las características de este estilo cinematográfico, la secuencia del momento sublime donde finalmente se genera el choque del bien con el espíritu del mal. En la película elegida, el momento sublime está en el final de la película: Ellen finalmente se encuentra cara a cara con el enemigo, como única salvadora y responsable de derrotar a la muerte que azota a la ciudad.

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