sábado, 27 de noviembre de 2010

Belgrano (2010) + Conferencia de prensa en Rosario


A cielo abierto, libre y gratuito



"Quisimos brindar un Belgrano que todos puedan identificar, más humano", dijo Tristán Bauer, responsable de la producción.

Por Leandro Arteaga

“No es casual que hayamos elegido el Monumento a la Bandera, a cielo abierto, libre y gratuito, para una proyección masiva de Belgrano; así, en Rosario se va a iniciar una nueva manera de ver y de compartir cine con nuestro público, ya que en Tucumán, en Luján, en Mar del Plata, en Córdoba, vamos a seguir mostrando de igual manera esta obra", señaló ayer el presidente de Radio y Televisión Argentina, Tristán Bauer, durante la conferencia de prensa con motivo del estreno nacional de Belgrano, cuya proyección tendrá lugar hoy en el Monumento a las 20.
El secretario de Cultura, Horacio Ríos, agradeció la posibilidad de preestrenar la película en la ciudad, cuyo "personaje no hace falta decir lo mucho que significa para Rosario", en el marco de este lanzamiento que es auspiciado por la Municipalidad. La conferencia contó, además, con la presencia del realizador Sebastián Pivotto, y de los intérpretes Pablo Rago (Manuel Belgrano), Paula Reca, Guillermo Pfening, y Mariano Torre. Representantes de Canal Encuentro y del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales acompañaron la presentación.
"Desde canal Encuentro, nos propusimos en este año del Bicentenario acercarnos a nuestras figuras centrales más importantes. Con Juan Campanella queríamos trabajar en la figura de ese hombre extraordinario que fue y que es porque son esos hombres que quedan para siempre. Buscamos distintas alternativas, y finalmente decidimos construir esta película. Es muy importante que se haga desde la Televisión Pública, desde el Instituto de Cine, desde Encuentro, desde Unidad Bicentenario, porque son todos equipos de trabajo que apuestan a reflexionar sobre nuestra historia, sobre nuestra memoria, y sobre estos seres humanos. Para mí es fundamental la construcción de un futuro más hermoso, y para ello hay que trabajar sobre la equidad, sobre la igualdad, sobre la construcción de medios públicos que estén al servicio de nuestro pueblo. Sabemos que esta construcción la tenemos que hacer también mirando hacia atrás, a través de la reflexión sobre nuestro pasado", destacó Bauer.
El realizador Sebastián Pivotto, quien recibió de Campanella la tarea de dirigir Belgrano, se refirió al "amor que movió a todo el equipo para lograr un proyecto que para muchos era un sueño". "A partir de la investigación sobre la vida de Belgrano y la historia del país, uno se da cuenta de qué faltos de memoria somos los argentinos, de cómo nos acordamos sólo de algunos detalles que consideramos importantes, pero nos olvidamos de otros que son, quizá, mucho más. A partir de ese objetivo, de recordar a Belgrano desde muchos puntos de vista, tratamos de brindar al público un Belgrano que todos puedan identificar, más humano", agregó.
Consultado por Rosario/12 acerca de las historias y problemas de Belgrano con las faldas femeninas, el actor Pablo Rago respondió que es algo que se encuentra "contemplado en la película". "Nos basamos, por lo que se sabe, en las más importantes mujeres en su vida, una de ellas es María Josefa Ezcurra (Valeria Bertucelli), una mujer casada que queda embarazada de Belgrano, cuyo hijo adopta y cuida Juan Manuel de Rosas; el otro personaje es el que hace Paula (Reca), una jovencísima novia suya. No se casó con ninguna, ya que para él la Revolución tenía mucha más importancia que tener un hijo; de hecho, en la película esto está retratado en el momento en que el Belgrano viejo le hace un planteo de este tipo al Belgrano joven". El actor también se refirió al esfuerzo que supuso el rodaje: "fueron tres semanas de un trabajo muy intenso. La primera semana, en Tafí del Valle, fueron jornadas larguísimas, con disparos, con muchísimos extras, pero fue muy placentero, ya que nos quedamos con las ganas de más. Esta forma de exhibición, libre y gratuita, nos va a permitir prolongar este placer".
Respecto de la tarea de Rago, Bauer destacó: "Un trabajo actoral hermoso, sobre todo cuando el Belgrano postrado es interpelado por un Belgrano juvenil, cuando se pregunta si tuvo sentido todo esto, ¡vaya si lo tuvo!".
El Monumento a la Bandera estará provisto de una segunda pantalla para permitir una mayor asistencia de público. En caso de lluvia, la proyección de Belgrano pasará al domingo, en el mismo horario.

En Rosario/12 (27/11/2010)

lunes, 22 de noviembre de 2010

The Limits of Control (2009, Jim Jarmusch)


Entre la hipnosis y la poesía



Los límites del control
(The Limits of Control)
EE.UU./Japón, 2009. Dirección y guión: Jim Jarmusch. Montaje: Jay Rabinowitz. Fotografía: Christopher Doyle. Música: Boris, Bad Rabbit, y otros. Intérpretes: Isaach De Bankolé, Luis Tosar, Paz de la Huerta, Tilda Swinton, John Hurt, Youki Kudoh, Bill Murray. Duración: 116 minutos. Solo disponible en DVD



Por Leandro Arteaga

Por sobre todas las cosas decir que Los límites del control es una película sobre, justamente, la no necesidad ni de límites ni de control. Un ida y vuelta que hace del último film de Jim Jarmusch un vaivén dialéctico, de un itinerario poético dedicado a subvertir y transgredir toda frontera (el título encuentra su colorario luego de los credits finales). “-¿Cómo ha logrado entrar aquí?”, dice el ejecutivo americano (Bill Murray); “-Imaginando” responde el hombre solitario (Isaach De Bankolé).
Este personaje de cariz enigmático, negro y sobrio, de mirada en silencio, llevará al espectador a atravesar el dulce peregrinar lírico que supone el cine de Jim Jarmusch. Hay una misión que cumplir, y solo coordenadas en clave como compañía: bastará con saber, con recordar, que a todo hombre que crea ser más grande que el resto mejor visite la verdad de un cementerio. La percepción, como herramienta mayúscula, orientará el caminar del (anti)héroe. Mismo periplo de ensueño que vivieran el Dead Man (1995) de Johnny Depp, o el Bill Murray de Flores rotas (2005).
A partir de allí, y en suelo español, son las visitas periódicas del hombre solitario al Museo Reina Sofía las que permitirán pruebas, señales, desde donde esperar y contemplar la acción: comenzar por “El violín” de Juan Gris para llegar a la “Gran sábana” de Antoni Tàpies. Pero sin olvidar que, para unir el recorrido, serán infaltables tanto la sospecha que Hitchcock enseñara como la imagen infinita y espejada de Welles. Más una cajita de fósforos que encierra numerosos papelitos con cifras, bajo el dibujito en guardia de un boxeador.
La puntillosidad de los movimientos, la serenidad, el mirar pausado, la cámara tranquila, los elementos recurrentes desde la puesta en escena: todo un mundo que recorrer, que esperar, que percibir: los dos cafés expreso, el helicóptero, los encuadres, los papelitos que tragar, o si “¿Habla usted español?”. Más la promesa –o quizá el recuerdo- del sexo de un cuerpo vestido solo de labios de rubí y anteojos gruesos (Paz de la Huerta). El intercambio de cajitas de fósforos aproxima el cometido, el porqué de la misión, a través de las manos de otros personajes, de sus palabras, de su música: la guitarra de madera, con moléculas que guardan todo sonido; la camioneta que prefiere recordar la nada que la vida vale antes que su marca de fábrica; los reflejos que viven tanto o más que aquello a lo que remiten.
Quizá se trate de una rutina, de un devenir acostumbrado, pero capaz de ser reformulado desde la atención y el detalle pequeño. En Jarmusch, por fin decir, el cine vive de una manera sonámbulamente explosiva. Apenas termina el film, con la misma cadencia de su inicio, y las paulatinas minas que se han ido activando explotan el ánimo de una forma definitiva.
En otras palabras, Los límites del control se vive como un viaje etéreo, como un perderse dentro de sí, desde la belleza de la mirada que reposa, al atisbar en la aparente superficialidad de las cosas, por desocultar lo que las hace ser y, allí y entonces, ya más nada poder decir.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Nosferatu (1922, F.W. Murnau) + expresionismo


A propósito de
Nosferatu: una sinfonía de horror
(1922)



Por Melisa Morini

La escuela expresionista alemana representa un movimiento artístico que muestra la realidad distorsionada a partir de la interpretación subjetiva del artista. En Nosferatu esto se destaca notoriamente. Al observar la extrañeza de los decorados, el castillo del conde con sus enormes puertas, ventanas, líneas rectas y ondulantes; el paisaje, el pueblo, todo demuestra de alguna manera la perspectiva de la realidad que tiene el creador del filme. El expresionismo se caracteriza fundamentalmente por la aplicación de la máxima luz posible. El movimiento, ahora, está al servicio de la luz para hacerla resplandecer y reflejar ciertas cosas; incluso es aquí donde la luz y la sombra pasan a protagonizar un combate continuo en prácticamente toda la película. La luz se opone a las tinieblas, ya no existe una unidad orgánica o dialéctica, porque la luz no sería nada sin lo opaco que le permite manifestarse. La imagen es entonces dividida en dos y el montaje muestra oposiciones determinadas. En el filme seleccionado, el juego de los contrastes es permanente y se puede observar en gran cantidad de escenas:


  • Cuando Nosferatu ingresa a la habitación de Hutter y su figura tiesa queda enmarcada en el arco de la puerta. La media luna blanca de la pared contrasta de forma impactante con el traje negro del vampiro; así como también discrepa el banco de su rostro cadavérico, con sus oscuras ojeras.
  • La representación de la pena de Ellen, en contrapartida con la vida feliz de la esposa de su amigo. Ellen, desesperada por volver a ver su amado, vive encerrada en su propia mente llena de tristezas y temores, siempre con largos vestidos negros. La otra mujer, plena y dichosa, comparte las tardes con su esposo, siempre reluciente y vestida de blanco.
  • La escena donde se muestra por primera vez, la inmensidad de la mansión del Conde. El cielo en su claridad, se contrapone con la negrura del castillo, tornándolo aún más siniestro y tenebroso.

En este sentido existe también un punto cero con respecto al cual toda luz frente a él manifiesta intensidad, cantidad intensiva. El instante es el grado luminoso en relación a la oscuridad. Por eso el movimiento intensivo se encuentra ligado a la noción de caída, acercamiento al punto cero. Solo la idea de la caída mide el grado en que sube la cantidad intensiva y esa caída ideal de la luz tiene su correlato en caídas materiales y reales, del alma individual. Finalmente, la luz y el cero entran en relaciones de contraste o mezcla. En Nosferatu podríamos destacar las relaciones lumínicas en escenas como la de la llegada del barco al pueblo: Se trata de una nave sin capitán, ni tripulación, cargado con la peste y que trae consigo al enemigo; he aquí la caída del pueblo que se ve obligado a apresarse en sus hogares, para salvar su vida. En momentos como éste el blanco y el negro acompañan cada escena, hasta fundirse en un gris de resignación. Otro más de los elementos del expresionismo es su capacidad de invocar una vida oscura y cenagosa en la que se hunden todas las cosas, ya sea en las sombras o sumergidas en las brumas. Una vida terrible y no orgánica (como la solitaria vida del vampiro, inmerso y condenado a las sombras). Los autómatas, robots y títeres pasan a ser sonámbulos, zombis o gólems. La geometría se vuelve gótica y construye un espacio a partir de prolongaciones y acumulaciones. Las líneas se prolongan fuera de toda medida, los puntos de ruptura producen acumulaciones de luz y de sombra, diagonales y contra-diagonales, ángulos agudos y triángulos afiliados son las formas características. El expresionismo también se identifica por la función dramática y psicológica de las escenografías. Generalmente anormales, no se utilizan como una nueva forma de decorado sino para contribuir a realzar el dramatismo. A esto se suma la extravagante presencia del maquillaje en los actores, así como también la forma de interpretación de los mismos, como recursos empleados para brindarle majestuosidad a los filmes y destacarlos como parte de un estilo de cine determinado. El personaje de Nosferatu, su rostro, su forma de moverse y caminar; los ojos, la mirada. Ellen, con su tés blanca y su cabello negro, las expresiones de su rostro y la desesperación de Hutter al descubrir el ataúd en el que yace el cuerpo fatídico del conde, son algunas de las muestras expresionistas existentes en esta película y que sirven como ejemplo para demostrar la interpretación y dramatismo impreso por los actores.

Las temáticas fílmicas van desde la presentación de un pasado medieval hasta la proyección de un futuro. La técnica expresionista invoca una realidad más bien cercana a la pesadilla y sumerge al espectador en grotescos e irrespirables ambientes con una iluminación distorsionada de claroscuros violentos. En Nosferatu esta característica es más que evidente, la pesadilla no solo es vivida por el personaje en su anhelo por cumplir con sus obligaciones, sino por el espectador que se ve enfrentado al espectro del vampiro que aparece en la oscuridad. El pasado medieval es difuso, pero puede sin embargo vislumbrarse en la arquitectura de las casas, el bar, el castillo.
En el cine expresionista se produce un reencuentro con el infinito del que se había partido. Se descubre que el espíritu no había dejado a la naturaleza, pero sólo puede descubrirse como espíritu del mal abrasando la naturaleza entera. Esto conlleva a una más de las características de este estilo cinematográfico, la secuencia del momento sublime donde finalmente se genera el choque del bien con el espíritu del mal. En la película elegida, el momento sublime está en el final de la película: Ellen finalmente se encuentra cara a cara con el enemigo, como única salvadora y responsable de derrotar a la muerte que azota a la ciudad.

jueves, 18 de noviembre de 2010

The experiment (2010, Paul Scheuring)


Reality carcelario


El experimento
(The Experiment)
EE.UU., 2010. Dirección y guión: Paul Scheuring. Fotografía: Amy Vincent. Montaje: Peter S. Elliot. Música: Graeme Revell. Intérpretes: Adrien Brody, Forest Whitaker, Cam Gigandet, Clifton Collins Jr., Ethan Cohn, Fisher Stevens. Duración: 96 minutos. Solo disponible en DVD.


Por Leandro Arteaga

Remake del film –casi- de culto, de 2001, del alemán Oliver Hirschbiegel (La caída, Cinco minutos de gloria), El experimento recrea desde las consignas pseudo-científicas de un gran hermano televisivo, la experiencia traumática entre participantes voluntarios en una simulación carcelaria.
Son dos semanas las que los integrantes de este juego -de base médica- deben soportar dentro de las paredes de un gran galpón, lejos de la luz del sol, vigilados las veinticuatro horas por ojos electrónicos, de cuencas vacías. Como punto de referencia para los involucrados, mientras la chicharra y la luz roja se mantengan apagadas, significará el respeto a las normas preestablecidas, es decir, la ausencia de violencia; de ocurrir lo contrario, el experimento finalizaría y con ello la posibilidad de obtener, por ejemplo, el dinero acordado.
La situación, de perversión manifiesta, juega en el film desde lugares que remiten tanto a la psicología conductista como a dogmas de la teoría de la evolución, situación que se explicita desde los títulos iniciales, en donde el proceder humano será analogado a los actos impulsivos, naturales, de los animales. Desde esta premisa, los integrantes que conforman el grupo del experimento son un muestrario de facetas distintas, las cuales serán paulatinamente puestas en duda o, antes bien, desocultadas desde los costados menos sospechados.
Básicamente, El experimento se plantea desde el ida y vuelta espejado, deforme, entre Travis (Adrien Brody) y Barris (Forest Whitaker). El primero, vuelto uno de los prisioneros, es el de rasgos pacifistas así como el más rebelde; el segundo, de vida sometida, religiosa y maternal, sabrá encontrar un gusto primario en el puesto de líder presidiario. El enfrentamiento insospechado los arroja a una supervivencia, por momentos, límite; más el interrogante que supone la mirada oscura de las cámaras de vigilancia, capaz de prolongar y tensar el sufrimiento siempre un poco más.
Aún cuando El experimento sea remake y, por ello, parte del desánimo que corroe a Hollywood (si bien pensada para el cine, la película fue lanzada directo al dvd también en EE.UU.), se sostiene por sí misma al lograr, por un lado, el olvido del film precedente, gracias también a la tarea soberbia de ese gran actor que es Forest Whitaker. Por otro lado, la dirección y guión corren por cuenta de Paul Scheuring, responsable de Prison Break, serie televisiva que supo tematizar con éxito la vida carcelaria.
Los ecos de El experimento rebotan, a su vez, en La ola (2008), otro film alemán basado en una situación docente y estadounidense veraz. Lo que lleva también a la necesidad de rever el film original, expresión de una historia aún más pesada, de genealogía totalitaria. Para desprender también desde allí una mirada crítica que termina, en última instancia, por apuntar hacia la pantalla de tantos realities televisivos, más perversos todavía, dada su correspondencia con los dictámenes consumistas.

lunes, 15 de noviembre de 2010

El túnel de los pájaros muertos + Marcelo Birmajer: entrevista


"Yo soy deudor de Ray Bradbury"


En un diálogo de mucho afecto literario, con laberintos de terrores, Marcelo Birmajer dialogó con Linterna Mágica a propósito de su último libro El túnel de los pájaros muertos (Alfaguara, Bs. As., 2010)


Entrevista realizada el 29/20/2010
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Por Leandro Arteaga

En El túnel de los pájaros muertos, Marcelo Birmajer (1966) aborda una temática que, confiesa, le da mucho miedo: los pájaros muertos. Niños macabros, adultos peores, y lugares que permanecen intactos para el miedo de siempre, son parte del periplo por el que nos guía el relato. Más una presencia literaria bradburyana que es virtud de artesanía narrativa.



-¿Es posible habl
ar de terror para chicos? ¿Me expreso bien?

-Yo diría que mi libro es para adolescentes, o para jóvenes; pienso que es una literatura que no excluye adolescentes. Hay otros libros míos que sí los excluyen, no le daría a un adolescente libros míos como Tres mosqueteros o La despedida, en cambio sí les recomendaría El túnel de los pájaros muertos. Digamos que lo que hace el escritor juvenil es recortar de la literatura universal aquellos capítulos que resulten más amables para esa franja etária.

-Por mi parte, nunca he dejado de lado la denominada literatura juvenil.

-Yo tampoco.

-Es que Verne siempre nos acompaña. ¡Qué capacidad de asombro constante nos permiten estos escritores!

- Sí, Verne especialmente. Hace poco leí Las tribulaciones de un chino en China, me pareció extraordinario, y se trata de un libro juvenil.

-En relación a tu libro, destacan ciertas situaciones por ser muy violentas, casi explícitas, que dan cuenta de la influencia del cine.

-El cine juega un rol preponderante en mi vida, indefectiblemente en mi literatura, así como también la historieta o la televisión. Yo me he nutrido de géneros distintos, no solo de comedias, drama, policial, terror, sino también en lo que hace a los distintos modos de expresión: el teatro, el cine, la literatura, la televisión. En el terror mis influencias, te diría, son directamente literarias: Poe, Stephen King, Clive Barker, son los primeros nombres que se me vienen a la cabeza. Pero el cine aparece indudablemente desde lo vertiginoso, desde el suspenso y la acción, que son marcas de mi literatura, ya sea para jóvenes o para adultos; es difícil encontrar un libro mío donde no pasen cosas.

-Me recordás una reciente entrevista a Pablo De Santis, donde señalaba algo similar. Creo que hay toda una generación de escritores como vos que nunca ha ocultado el gusto por la historieta y por los géneros.

-Mirá, yo nunca leí una historieta de autoayuda, y eso es una medalla que la historieta puede elevar por sobre la literatura. No me parece muy fácil encontrar libros que estén a la altura de Astérix o de Corto Maltés, así como tampoco hay muchas historietas a la altura del Quijote o de Madame Bovary. En todos los géneros lo talentoso es minoría y la mediocridad es mayoría. Pero en la historieta es más fácil encontrar talento antes que en la literatura, cuando uno habla de historieta podemos pensar rápidamente en Goscinny, Quino, Pratt, decir que algunas de sus obras pertenecen a un género menor habla más de una incapacidad de apreciar el talento del que lee antes que de la historieta en sí misma. Con De Santis te diría que, antes que parte de una generación, formamos parte de un dúo. Somos muy amigos, en la revista Fierro él entró casi al mismo tiempo que yo, a partir de ahí recorrimos muchas cosas juntos, el diario Sur, el programa de Fabián Polosecki, hemos trabajado en más cosas juntos que por separado.

-¿En qué formato narrativo te movés con mayor facilidad?

-Me muevo con más facilidad en el cuento, ese es mi género natural, ahí es donde soy al mismo tiempo un escritor vocacional y de oficio. Después, empezando por la novela, tengo que recurrir al oficio, tengo que esforzarme por hacer que esa historia se encarrile, mientras que en el cuento sale solo. Cuanto más me alejo del cuento, más difícil me resulta. La historieta me resulta mucho más difícil, el guión cinematográfico todavía bastante más. Pero todo lo hago porque vivo de escribir, porque me gusta participar de experiencias distintas, me gusta ver actores participando de algo que yo escribí, me gusta ver un dibujante realizando un guión de mi autoría, aunque no sea mi vocación, mi vocación es la del cuento.

-Y en cuanto al cine, ¿qué te pasa cuando ves la película terminada?

-Te cuento cuando vi El abrazo partido, un guión que escribí en su totalidad y que (Daniel) Burman corrigió al momento de filmar. Cuando la vi lo que sentí es que yo era un mago que, de la nada, hizo surgir un mundo, eso me emocionó mucho. Una obra me confirmaba que yo era capaz de hacer magia.

-De nuevo con El túnel de los pájaros muertos, disfruté de reencontrarme con esos lugares de miedo que ya eran así cuando uno era más joven: el manicomio, la escuela, los espacios cerrados.

-Es que el miedo no evoluciona, no lo combatís con tecnología, al contrario, los mails no hacen más que confirmar que los muertos pueden hablar, ¿cómo te va a hablar un muerto si no es a través de un mail? Lo que hace un mail es confirmar que hay fantasmas, no los ahuyenta. Los celulares pueden ser pasto de temores incluso peores. Los miedos son eternos, atávicos. Hace unos días, en la presentación del libro, decía que pasaron miles y miles de años de la aparición del hombre sobre la tierra, llegamos a la luna, pero todavía nadie se anima a dormir en un cementerio.

-En el libro mostrás cómo los chicos, si bien ya crecidos, inmediatamente se dejan seducir por un cumpleaños en una casa embrujada.

-Es que una casa embrujada es lo más atractivo que hay.

-¡Y con un mago!

-Por supuesto, y de hecho los chicos bromean con que es un cumpleaños vanguardista porque vuelve a ser como el que celebraban cuando tenían cinco años, ahora que ya tienen trece.


-A partir de esto, cómo ves hoy desde el recambio generacional el lugar de la lectura, donde Verne ya no es un nombre habitual.


-Lo que falta son buenos escritores, cuando aparece un libro que conquista desde la lectura, arrasa con todo, con la tele, con las películas, con la tecnología. Uno dice “los chicos están en Internet”, pero ¿qué es lo que miran en Internet? ¿qué es lo que les atrae? En todo caso, están hueveando porque no tienen un buen libro para leer, y somos nosotros los encargados de escribirlos. Si Harry Potter logró vender los millones de ejemplares que vendió quiere decir que se puede. Yo, personalmente, tiendo a volcar la responsabilidad sobre los propios escritores, incluyéndome.

-Y sobre el mundo adulto, que ya no tiene bibliotecas en su casa.

-Y fijate que el mundo adulto, en los suplementos literarios, dedicados al mundo académico de la literatura, suelen recomendar autores infumables, libros imposibles de leer, y eso tiene un efecto perjudicial tanto en adultos como en adolescentes. Hay una enfermedad por recomendar lo incomprensible, lo que se queda en el mirarse el ombligo; son enfermedades culturales, de época, que espero que en algún momento pasen, mejor haríamos en volver a autores como Verne, como Jack London, como Poe, los grandes narradores de la historia.

-Se destaca, como rasgo de época, la corrección política.

-Tampoco hay un consenso respecto de lo bueno en literatura, mientras que sí hay una defensa del chiste malo, de la historia que no cierra, y todas estas teorías terminan por conducir a la no-lectura. Cuando uno agarra un libro quiere que empiece y que termine, uno no espera que el autor se haga el vivo. Cuando los autores hablan, uno también espera que digan algo entendible, que se pueda dilucidar. Por ejemplo, leía los reportajes a Fogwill, que ya no nos acompaña, y la verdad que nunca entendía nada de lo que decía, tampoco de su literatura, aunque sobre todo en los reportajes. Lo conocí personalmente, y era inexplicable, una serie de insensateces. Mirá que te puedo hablar de muchos escritores… Por ejemplo, siempre estuve en desacuerdo con todo lo que decía Cortázar, pero entiendo todo lo que decía, leí toda su obra ensayística, y cada cosa que decía se la entendía. Borges, por ejemplo, en muchas cosas que decía estaba de acuerdo, en otras, profundamente en desacuerdo, pero siempre le entendí. Volviendo a Fogwill, ¿es una especie de genio, al que no puedo entender porque era genial? No, tiendo a pensar que era incomprensible. Pero hay una especie de canon en la academia por la cual quien escribe algo incomprensible pasa a ser genial, y eso aleja a la gente de la literatura. A mí me encanta Philip Roth, me parece extraordinario, pero es alguien que no sabe escribir finales. Yo tengo otras incapacidades, como la de que en mis libros mis personajes hablan todos igual. Eso no se puede vender como una forma de escritura, son las limitaciones de cada escritor.

-Te devuelvo a El túnel…, porque quería decirte que el parque de atracciones muerto, fantasma, que describís, me remitía mucho a Bradbury.

-Ahí tenés a un escritor mayúsculo, que te zamarreaba con cada argumento, que te terminaba con finales imprevistos, que iba al corazón. Por ejemplo a través de ese marciano que encarnaba a familiares muertos en Crónicas marcianas, ¡hay que tener esa idea! Eso es escribir un cuento de verdad. Ese talento lo encontrás una vez en cincuenta años. Yo soy un deudor, un devoto de Bradbury.

-Si tengo que pensar en un cuento suyo, siempre elijo "El lago", en El país de Octubre, donde el protagonista se reencuentra con su mujer muerta.

-Bueno, ahí tenés un escritor que mantiene un tema. Ese cuento tuvo un efecto casi de plagio en mí, en mi novela No tan distinto, donde el personaje se encuentra con su mujer muerta en la pileta de su country.

-Te tengo que contar que a No tan distinto lo leí esta mañana, previendo este diálogo.

-¡No te puedo creer!

-Pero no reparé en esta cita bradburyana.

-Es que el poco talento que pueda tener Birmajer es que tratando de seguir a sus maestros encuentra su propia voz, pero siempre siguiendo a sus maestros. Esto yo no lo pudiera haber escrito sin Bradbury. Y otro libro que me vuelve loco es El hombre ilustrado, es extraordinario. Es Las mil y una noches. Seguramente después va a venir algún infeliz a decir que Bradbury es un escritor menor. Y, si me perdonás, Stephen King escribió muchos libros malos, algunos pésimos, pero hay uno extraordinario que es Cementerio de animales, una obra maestra del terror. Y otro que es también maravilloso es Las cuatro estaciones; luego de leerlo ¿quién puede animarse a hablar mal de Stephen King? Veo que Harold Bloom lo ataca y pienso que es alguien limitado, por más académico y figura de las letras internacionales que sea. A mí no me la van a vender.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Greenberg (2010, Noah Baumbach)


Con ánimo de tormenta apagada


Greenberg
EE.UU., 2009
Dirección: Noah Baumbach. Guión: Noah Baumbach, Jennifer Jason Leigh. Fotografía: Harris Savides. Montaje: Tim Streeto. Música: James Murphy. Intérpretes: Ben Stiller, Greta Gerwig, Jennifer Jason Leigh, Rhys Ifans, Mina Badie, Chris Messina. Duración: 107 minutos.
Solo disponible en DVD

Por Leandro Arteaga


Lo mejor del cine norteamericano ocurre por sus márgenes, por fuera de un mainstream cada vez más banal y predecible. Es el caso de aquellos realizadores que, aún cuando puedan alguna vez hacer coincidir sus proyectos con los nombres de estudios o artistas de relieve, continúan oxigenando un aire cinematográfico que parece siempre igual, desde historias cercanas, casi breves, sin prédicas ni esteticismos.
Tal es el caso del cineasta Noah Baumbach (1969), usual guionista de Wes Anderson (Vida acuática, Fantastic Mr. Fox), capaz de convertir sus propias experiencias de vida en formas de neurosis fílmicas, de una manera particular con Historias de familia (The Squid and the Whale, 2005), más la tematización que sobre lo familiar tanto Margot at the Wedding (2007, con Nicole Kidman, Jack Black y Jennifer Jason Leigh) como la reciente Greenberg significan.
Roger Greenberg (Ben Stiller) sale del reposo psíquico de una clínica para dedicar el tiempo a hacer nada, mientras cuida la lujosa casa de su hermano en Los Angeles, durante sus vacaciones familiares en Vietnam. Florence (Greta Gerwig), por su parte, es quien asiste las necesidades domésticas de los Greenberg, vigía y ángel que cuidará las espaldas del temperamental Roger, aún cuando ninguno de los dos sea conciente de ello. Entre ambos, entonces, un vínculo que comienza a entretejerse desde fragmentos al pasar, por medio de casualidades en forma de llamados telefónicos, vecinos desconocidos, la salud del perro, más historias personales que dan cuenta de pasados similares, irresueltos, que nada dicen de modo explícito pero que mucho agregan hacia sus protagonistas.
Es en esos momentos fortuitos, desde el sin querer, donde mejor se expresa el film de Baumbach, cuando parecen emerger tanto el afecto como la violencia contenidos. A través de palabras o de gestos, sin demasiado acento en causalidades retóricas, la relación entre Roger y Florence recuerda aquella otra, surreal y tan bella, que pergeñara Paul Thomas Anderson en Embriagado de amor (Punch-Drunk Love, 2002), a través de Emily Watson y Adam Sandler. Así como en aquel film, algo de cariz surreal también atraviesa las miradas, por momentos desenfocadas, de los personajes de Baumbach.
En función de esta composición de situaciones, de sus lazos afectivos, de las rupturas y de los demonios internos, es desde donde aparecen las buenas interpretaciones, con un Ben Stiller que obliga al espectador a olvidar rápidamente su estereotipo de actor cómico, algo que también sucedía con el espléndido Jeff Daniels de Historias de familia. Es un clima de tormenta apagada el que corroe a Roger, escondido en brotes de pastillas o en el oficio de la carpintería. Así como también el que paulatinamente aparece en Florence, desde una sonrisa que es mezcla de ternura con dolor. Hay cartas que se escriben, golpes de martillo sobre maderas, pero la mejor carta, el mejor clavo, son los que el film guarda para su final.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Red (2010, Robert Shwentke)


Espías fuera de forma


Red
(Red). EE.UU., 2010. Dirección: Robert Shwentke. Guión: Jon y Erich Hoebe, a partir del cómic de
Warren Ellis y Cully Hamner.Fotografía: Florian Ballhaus. Música: Christophe Beck. Montaje: Thom Noble. Intérpretes: Bruce Willis, Mary-Louise Parker, Morgan Freeman, John Malkovich, Helen Mirren, Ernest Borgnine, Karl Urban. Duración: 111 minutos.


Por Leandro Arteaga

Red es mala. Pésima. Acorde con el peor cine norteamericano. Parte de la desesperada catarata de films de supuestas fórmulas de éxito, faltos de ideas, y que ahora –por ejemplo- encuentran en los cómics un ámbito de referencia.
El caso de Red es el de la traslación de una historieta (o “novela gráfica”, tal se estila decir ahora) menor del escritor inglés Warren Ellis, más el trabajo efectista, de momentos más o menos logrados, del dibujante Cully Hamner. Fue publicada por el sello Wildstorm en 2003. Y se trata, de hecho, de un cómic precario, de solo tres números, sin demasiado vuelo más que el de contar un historia violenta de persecución letal por parte de la CIA hacia uno de sus agentes retirados.
Si algo destacaba en aquella historieta era su incorrección política –propia de la escritura de Ellis-, sin lugar para medianías ni grises; vale decir, según Ellis el servicio de inteligencia norteamericano y todo lo que ello significa se destaca y confirma desde una corrupción estructural. A partir de allí, el juego del gato y el ratón deriva en la legitimación final de esta premisa.
En el caso de la película, el plot juega la misma idea para abandonarla rápidamente y adoptar la serie de clichés acostumbrados. Es Bruce Willis quien encarna al agente retirado, obligado a volver a reunir al viejo equipo de otras épocas; así es que se inscriben para el argumento del film los personajes de Freeman, Malkovich y –vaya uno a saber por qué, qué falta hacía aquí- Helen Mirren. Más la corrección que –se decía- el cómic sabía adolecer: una mujer que proteger (la procreación como dogma siempre vigente para Hollywood), el perseguidor al que desengañar, y la restitución –vía desengaño- de la dignidad espía de los mecanismos de gobierno. En otras palabras, la purificación y, como corolario, la legitimación.
Es entonces, por un lado, que el film tira por la borda la propuesta eje del cómic, y por el otro, es de un nivel soporífero tal que vuelve evidente el mal trabajo de sus intérpretes. Todos notables. Y todos aburridos. Por cinefilia acostumbrada, destacar dos apariciones que todavía nos deparan recuerdos gratos: las de Richard Dreyfuss y Ernest Borgnine. Verlos otra vez en pantalla, aún en un caso tan desafortunado, permite evocar otros films, capaces de permitir al espectador el salirse por un rato de lo que se está viendo y encontrar algo mejor en lo que pensar.
Y si bien lo que aquí se dice no es ya novedad alguna, no deja de asombrar lo mal narradas que están películas como Red: la cámara se vuelve protagonista por el solo hecho de moverse o agitarse, los efectos priman desde un mero decorado visual, más una suma de escenas adocenadas, que poco importan al drama sino, antes bien, a la acumulación de golpes de efecto. El arte del buen relato, sin embargo, supo ser cultivado por el mejor cine norteamericano. Aquí una prueba más de su decadencia.