domingo, 9 de mayo de 2010

Antonio García-Berrio Hernández: Otto Preminger (Cátedra, 2009) + Entrevista


Una mirada apasionada sobre el
cine cerebral del gran Otto Preminger

Entrevista con Antonio García-Berrio Hernández


Otto Preminger
Antonio García-Berrio Hernández
Signo e Imagen, Cátedra
Madrid, 2009
400 Páginas
16,90





“No sé cómo será allí en Argentina, pero aquí en España, las generaciones más jóvenes no comparten tan mayoritariamente el placer respecto del séptimo arte; de hecho, las nuevas generaciones consideran como ‘clásico’ a una película de los años ’80. Hace unos días comentaban unos amigos, durante una comida, que Blade Runner o Indiana Jones eran clásicos de la cinematografía, algo que seguramente son, aunque no desde el sentido clásico al que uno se refiere, que remite a los años ‘30 o ’40; ellos entendían que esa etapa del cine no existía”, nos comenta desde el otro lado del Atlántico el investigador Antonio García-Berrio Hernández.
Otto Preminger es el título número 77 de la prestigiosa colección Signo e Imagen de Editorial Cátedra (Madrid). A lo largo de su trabajo, que alcanza las 400 páginas, Antonio García-Berrio Hernández desarrolla su semblanza sobre el realizador vienés, además de recorrer puntillosamente su filmografía, tan vasta como recurrente de rasgos maestros. Laura (1944) y Anatomía de un asesinato (1959) aparecen de inmediato en nuestra memoria. También El hombre del brazo de oro (1955). Si uno se esfuerza, asociará esa rara-avis que es Río sin retorno (1954). Y a partir de allí, un mundo de títulos que delinea a uno de los grandes auteurs del Hollywood dorado, quien, aunque de una puesta en escena particular, no dejó de ser uno de los discípulos dilectos de Ernst Lubitsch (A royal Scandal, de 1945, lo confirma). Preminger ha sido capaz de plasmar como nadie al mundo político americano, en esa obra maestra que es Tempestad sobre Washington (Advice & Consent, 1962). También de alertarnos ante lo que supone El rapto de Bunny Lake (1965), tan increíblemente parecida a nuestra realidad truncada y argentina, de familiares desaparecidos, como si algunos de los parlamentos del film constituyesen un presagio oscuro.
“A propósito de mi libro sobre Otto Preminger, de todas las personas cercanas a mi edad –entre 30 y 35 años- a las que se los he comentado, muy pocos habían visto, siquiera, una o dos películas suyas, aún en el caso de títulos como Laura o Anatomía de un asesinato, que son películas clásicas, que ha visto mucha gente. Las nuevas generaciones no las ven. Y ni siquiera saben quién es Otto Preminger.”

-Creo que, por un lado, debe ser la capacidad de saber resolver el problema entre la exigencia comercial y una mirada personal y autoral, lo que hace que nos guste tanto el cine norteamericano de realizadores como Otto Preminger. Por otra parte, ante el desconocimiento generacional que referís, surge la importancia de tu libro.

-Si quieres te comento porqué me dio por escribir sobre Otto Preminger. Por un lado porque me pareció una auténtica injusticia que no existiera bibliografía. Además del libro de Gerald Pratley (Otto Preminger, Madrid, JC, 1971), aquí en España había otro de José de Diego Wallace (Otto Preminger, T&B, Madrid, 2003), pero tampoco mucho más. Sí algunos estudios, como los de Cahiers du Cinema, examinando películas como Buenos días tristeza (1958) o Laura. Noté que faltaba cierto examen exhaustivo de su cine, de su vida. Me ayudó mucho la propia autobiografía de Otto Preminger, que sólo está publicada en inglés, y de la que sólo hay disponibles muy pocos ejemplares. Eso fue lo que me indujo a presentarle al director de la colección "Signo e Imagen", de Editorial Cátedra, la posibilidad de Otto Preminger. No fue el único nombre que le planteé, porque examinando el listado de libros que habían publicado, hace unos cuatro o cinco años, llegué a proponer nombres más modernos como los de David Lynch o Quentin Tarantino –para que veas que me gusta todo tipo de cine-, y tres nombres clásicos: Ernst Lubitsch, Otto Preminger y William Wellman (cuyo estudio afortunadamente no se me encargó, cuando me puse a analizar con profundidad su trayectoria hubiese sido un libro todavía mucho más complejo de escribir).
En el libro de Preminger quise ensalzar las grandes actitudes y valores de este señor a la hora de ponerse detrás de una cámara, a la hora de examinar y desarrollar un guión. Preminger era una persona muy compleja, de un cine elegante y muy minucioso. Un compatriota mío, Miguel Marías, dice que su cine es de un “verdadero rigor expositivo”, y lleva toda la razón. Un rigor expositivo que va consustanciado con su personalidad, ya que era una persona muy realista. Si os fijáis en toda la filmografía de Preminger, en sus treinta y siete películas, no encontramos ni una sola que no esté basada en una novela o en casos reales. Él es un realista empedernido, aunque con ciertos toques relativistas, algo que puede enmarcar toda su trayectoria. Es un cineasta que, personalmente, considero poco pasional. Centroeuropeo, nacido en Viena, Preminger se consideraba europeo por accidente; de hecho, consideraba su segundo nacimiento cuando, con apenas veintiocho años recién cumplidos y a bordo del transatlántico Normandie, llegaba a Nueva York y veía la Estatua de la Libertad. Quedó profundamente marcado por este hecho. Se consideró toda su vida americano. Éstos, quizás, son algunos de sus rasgos que destacaría más: persona elegante, minuciosa, poco pasional. Desde el punto de vista de la técnica, es muy famoso recordar en sus película sus planos largos. Digamos, a modo de ejemplo, que en Laura realiza, a lo mejor, tres o cuatro planos por secuencia, lo que para aquellos años era bastante poco. Le gustaba mucho perseguir a los actores con la cámara, sobre todo a través de la grúa. Si examináis muchas de sus películas de los ‘40 y ‘50, la cámara va siguiendo siempre al personaje, muy pocas veces interviene a través de un primer plano en la escena, sólo en contadas ocasiones y como diciéndonos “ojo, esto es importante”, “fijaos en este momento”. Como he comentado en el libro, Preminger apostaba fuertemente, como muchos de los grandes manifestadores artísticos del siglo XX como Borges, por la inteligencia del público, por la inteligencia receptora. Era el público el que realmente debía conducir las películas, él no nos da nunca nada marcado. No es un director al que le guste explicar porqué hace tal cosa, sino que nos presenta sus películas y somos nosotros, los espectadores, quienes tenemos que deducir, que pensar y evaluar. Una frase muy acertada, que también recojo en el libro, viene dicha, en comparación con Alfred Hitchcock, por un crítico cinematográfico llamado Victor Perkins, quien decía que a diferencia de Hitchcock -quien sabía cómo iba a terminar la película-, con Preminger parecía ocurrir que estábamos presenciando la película a la misma vez que él, sin saber, él mismo, cómo iba a terminar. Y creo que tenía razón, esta es otra de las características fundamentales del cine de Preminger. Su rigor expositivo lo llevaba a querer controlar exhaustivamente los guiones, contratar la historia, ser el propio productor; de hecho, fue el primer productor independiente en la industria norteamericana, lo que da cuenta de otra de sus características fundamentales, la de su eterna lucha contra el sistema. Estas son, quizás, algunas de las características más importantes de Otto Preminger.

-Me gustaría nos refieras la anécdota que surge a partir del film The Moon is Blue (1953).

-The Moon is Blue fue su primer proyecto realizado como director y productor, al término de una terrible relación con Darryl Zanuck. El vínculo entre los dos había empezado muy bien, pero antes de Laura se truncó por una serie de motivos. Después se volvió a reconducir pero por otra anécdota, que tuvo que ver con la labor actoral de Otto Preminger. Preminger vuelve a la Fox tras la Segunda Guerra Mundial, mientras Zanuck estaba en Europa, rodando documentales de guerra. En su ausencia estaba como mandamás Bill Goetz. Preminger había interpretado una obra de teatro (porque también hay que destacar su faceta como director y productor teatral, tanto en Europa como después en América) que se titula Margin for Error, en la que el actor principal de este montaje austríaco se largó, poco antes de comenzar la Segunda Guerra, a luchar al lado de Adolf Hitler y el partido nacionalsocialista. Como no quedaba tiempo para encontrar otro sustituto, se puso curiosamente a Otto Preminger en el papel del villano oficial alemán. Eso gustó e impresionó tanto a algunos sectores, que Preminger fue invitado a volver a la Fox para rodar esa película pero como actor. Es así como, curiosamente, vuelve a Estados Unidos y a la Fox pero por una puerta de atrás. Preminger, además, fue director de Margin for Error (1943), y dirigió una serie de películas más, entre ellas Laura, que se convirtió en un éxito absoluto. A partir de allí, la relación con Zanuck funcionó un poquito mejor, tanto mejor que le ofrecieron un contrato de cinco años. Al término de esos cinco años, Preminger tenía muy claro que quería ser productor independiente. Además, en 1948 se produjo el determinado “Concent Decree”, por medio del cual las majors dejaban de tener el poder fuerte y férreo que ejercían sobre los propios cines, dando así cabida a los pequeños productores o productores independientes. Ya consolidado con su sede en Nueva York como director independiente, Preminger había dirigido en Broadway con mucho éxito The Moon is Blue, que se representó durante más de 900 veces. Visto el éxito teatral se decidió a hacer la producción cinematográfica. ¿Y qué ocurrió? Tenía libertad absoluta, hizo lo que quiso. Y el problema que tuvo con la censura no fue el primero. Ya lo había tenido con Forever Amber (1947), donde se había encontrado con la oposición de la Iglesia por unas determinadas escenas románticas entre Cornel Wilde y Linda Darnell. Pero aquí se lo encontró todavía más fuerte, ya que en The Moon is Blue se pronunciaba durante seis o siete veces la palabra “virgen”. Aquello era una cosa totalmente intolerable para una película de 1953, en un sistema de censura tan férreo. Y se produjeron verdaderas circunstancias curiosas, ya que no se le otorgó el certificado de “apta” para poder ser emitida en los cines. Sin embargo, la United Artists, harta también del sistema de censura americano decidió, con Otto Preminger, seguir adelante, no recortar y no censurar. Esa gran polémica hizo que la película tuviera una repercusión espectacular, con enormes colas en todos los cines. En algunas salas de cine se llegó a anotar los nombres de las personas que asistían a ver la película, y en otras hubo hasta piquetes de católicos, diciendo que no se podía entrar gracias a unas declaraciones del cardenal McIntyre, quien había declarado que quienes asistieran a ver The Moon is Blue estaban cometiendo un pecado mortal. Ese detalle supuso un paso adelante para Preminger. Y a pesar de no ser una buena película, le supuso un empujón definitivo en su lucha contra el sistema.

-Una colección como la de Signo e Imagen, de Cátedra, es lamentablemente impensable, actualmente, en nuestro país. Sólo hay excepciones, algunos títulos, muy pocas publicaciones.

-No te creas que en España la cosa está funcionando tan bien. Había programas televisivos, como el que en su momento conducía José Luis García, que ya no está. Teníamos canales exclusivos, temáticos, de plataformas privadas, con cine clásico, que han ido despareciendo. Hay colecciones literarias muy interesantes que han ido cerrando. Es decir, desgraciadamente en este caso ya influyen factores económicos. Pero la situación no es especialmente buena en ningún lado, creo.


Entrevista emitida por Linterna Mágica el 30/04/2010

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