domingo, 30 de mayo de 2010

Los nueve puntos de mi padre (2010, Pablo Romano)


Salirse de los puntos para contar la historia


Los nueve puntos de mi padre
Argentina, 2010
Dirección y guión: Pablo Romano. Producción Ejecutiva: Arturo Marinho. Jefe de Producción: Diego Fidalgo. Montaje: Pablo Romano. Música: Paula Shocron. Duración: 70 minutos. Salas: El Cairo.


El camino que trae sobre sí Los nueve puntos de mi padre ha sido de cinco años. Tiempo que ha significado tanto cortes de montaje tentativos, como también nuevos proyectos en marcha, premios y reconocimientos para el realizador, Pablo Romano. Los nueve puntos…, también, es historia de vida de su director, es un documental, es ejercicio narrativo. ¿Cómo contar una historia íntima, familiar? ¿De qué manera tentar el interés del espectador?
Como título y nexo abarcador, el realizador dibuja a lo largo del film los nueve puntos que evocan un temprano juego de ingenio que el mismo padre le propusiera. ¿Cómo unir tres hileras de tres puntos con cuatro líneas? A medida que los puntos se dibujan sobre el papel, la historia se intercala entre ellos, mientras la voz en off de Romano señala que la película es acerca de un muerto. Su padre fallecido es quien, como interrogante, desembarra al film.
Así como la resolución del juego de los puntos y las líneas, otros elementos graduarán misterios: la casita de madera de pájaros, los sueños narrados pero olvidados, la línea difusa que de ellos nos separa, o la intuición de “sombras por todos lados”. Sombras que se materializan y despiertan la veracidad intuida. El testimonio de la madre del realizador se rodea de detalles cotidianos: regar las plantas, encuadrar flores secas, perseguir de manera letal las langostas; situaciones que también sirven de motor a otras historias: el mar redescubierto, el arma de fuego destruida, la casita para pájaros reconstruida, o el hermano “nuevo”, de aparición fortuita en la vida del realizador, dado por otra vida que el padre supiera también conocer y esconder.
Es tanto el cuidado al momento de aflorar tales situaciones que, por ello mismo, lejos está Los nueve puntos de mi padre de ser una película expositiva o declamativa sino, antes bien, narrativa. Momentos y palabras que se conjugan y delinean un retrato algo claro, algo borroso, de quien ha sido padre, esposo, profesional. Palabras dichas por partes distintas y comulgantes, que dialogan desde un mismo hilvanar. Una madeja que se propone Romano desenredar, pero que busca otras formas tanto en las cuatro líneas que unen los nueve puntos como también, y sobre todo, en las historias de vidas más nuevas, recién o hace no tanto venidas al mundo, concientes de recorrer pasos parecidos a quienes le precedieron, pero con la suficiente capacidad de torcer hacia caminos insospechados.
El trabajo de Pablo Romano es, así como su persona, también diálogo cinéfilo, entre imágenes de películas que se citan desde el recuerdo, o que se requieren desde mismas temáticas. Dreyer, Ford, Dovzhenko son parte de un mismo mundo, el del amor por el cine, el del cariño por contar historias, aún las más difíciles. Porque, tal como se lo pregunta el propio Romano, ¿cómo filmar la muerte? Las imágenes, todas y cualquiera, serán siempre insuficientes.

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