viernes, 30 de abril de 2010

Federico Jeanmaire: Más liviano que el aire (Alfaguara, 2009)


Entrevista con Federico Jeanmaire





Más liviano que el aire es, además de Premio Clarin 2009, una novela que nos sumerge, sintéticamente, en mucho. Sólo desde el diálogo entre una anciana y el niño al que mantiene encerrado en su baño. Para que aprenda a no robar. Alguno de los consejos que se escucharán de boca de esta maestra jubilada.
A propósito, Federico Jeanmaire, su autor, dialogó con la Linterna y comentó, entre otras cosas, cómo el problema social argentino no es necesariamente educativo sino, antes bien, cultural. Y ésa, justamente, es responsabilidad del mundo adulto.

Emitido por Linterna Mágica el 12/03/2010

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Gabriel Ippóliti/Diego Agrimbau: entrevista en vivo



A días de haber obtenido el Primer Premio como Caricaturista en la prestigiosa e internacional World Press Cartoon 2010, el dibujante Gabriel Ippóliti nos visitó en Linterna Mágica para compartir diálogos e impresiones acerca del premio reciente. Se suma, también en el ida y vuelta y desde el teléfono, el guionista Diego Agrimbau. Ambos, responsables de historietas también galardonadas como La burbuja de Bertold y Planeta Extra.


Emitido por Linterna Mágica
el 23/04/2010



Pt.1:
http://www.mediafire.com/?dm231ymnimk
Pt.2:
http://www.mediafire.com/?qn2yownygmt

domingo, 25 de abril de 2010

The Girlfriend Experience/The Informant! (2009, Steven Soderbergh)


Steven Soderbergh al cuadrado


Las dos últimas películas del director de Sexo, mentiras y video conocen su estreno sólo en DVD. Una oportunidad para adentrarse en el mundo del espionaje y en el de las compañeras de lujo.


Confesiones de una prostituta de lujo
(The Girlfriend Experience)
EE.UU., 2009. Dirección: Steven Soderbergh. Guión: David Levien, Brian Koppelman. Intérpretes: Sasha Grey, Chris Santos, Philip Eytan, T. Colby Trane, Peter Zizzo.

El desinformante
(The Informant!)
EE.UU., 2009. Dirección: Steven Soderbergh. Guión: Scott Z. Burns, a partir del libro de Kurt Eichenwald. Intérpretes: Matt Damon, Scott Bakula, Lucas McHugh Carroll, Eddie Jemison.

Steven Soderbergh no para de filmar. Éste, sin dudas, es uno de sus rasgos de estilo (cinematográfico y de vida). Luego del díptico sobre el Che Guevara -enorme, desmesurado, absolutamente bien filmado, con un Benicio del Toro mejor que nadie- hubo de realizar dos películas más y en el mismo año. Y dado el caso aleatorio y siempre poco comprensible de la distribución fílmica, estas películas sólo pueden verse a través del DVD. Aún cuando, y de acuerdo con certezas informativas del momento, El desinformante debiera haber conocido estreno comercial.
De modo tal que, entre Confesiones de una prostituta de lujo y El desinformante pueden trazarse algunos aspectos del cine soderberghiano, sea tanto respecto de su lugar en la industria –algunas veces al margen de su beneplácito- como de sus temáticas y gustos narrativos. En este sentido, y sin demasiada dificultad, podría enmarcarse Confesiones de una prostituta… como nexo anímico con su cine primero, mucho más fresco, así como El desinformante con ciertos regodeos de espionaje y diversión que tanto afloran en todas y cada una de las entregas de La gran estafa. Pero, a diferencia del entretenimiento glamouroso de aquella serie –más bien vacía-, en El desinformante entramos de lleno en los artilugios del mismísimo FBI, de la información secreta, y de la fijación empresarial e ilícita de precios en el mercado.
Todo ello porque Mark Whitacre (Matt Damon), vicepresidente de una compañía bioquímica, comienza, de a poco y como mejor manera de eludir la responsabilidad ante el descenso de ventas, a imbricarse en espirales que conducirán al interés del mismísimo estado nacional. Con el FBI de por medio, habrá entonces de establecerse una lógica espía que permita desentrañar la identidad del espía japonés que, según confiesa Mark, ha determinado el problema y resolución del declive de ventas. Allí, por ende, la razón. Pero allí también la mentira. Y todo un entramado de dicho y desdichos que culminan por procurar una telaraña cada vez más espesa y delirante.
Desde este lugar, El desinformante puede emparentarse con la locura y delirio de Quémese después de leerse, de Joel y Ethan Coen. La mirada astuta del personaje (tan eficazmente interpretado por Damon), siempre dispuesto a torcer aún más los enredos, culminan en un mundo de disparate que, paradójicamente, guarda una coherencia muy cierta, que terminará por revelarse a través de acuerdos empresariales, estafas, sobornos, y cálculos químicos con los que se producen alimentos en masa. Y además, y porqué no, entender también coenianamente a la gran caracterización que aporta Scott Bakula como el agente Brian Shepard, un actor de rostro reconocido pero con pocas oportunidades mayores en pantalla.
En cuanto a Confesiones de una prostituta de lujo, Soderbergh nos sumerge en el mundo frío, de sexo desangelado, de una dama de compañía con ansias de ascenso y de afectos. Chelsea (Sasha Grey) deambula con su chofer entre empresarios, restaurantes caros y hoteles de lujo. Averigua datos de sus compañeros ocasionales para su mayor seguridad. También se extraña ante sus comportamientos. Escribe libros desde la experiencia. Y mantiene su relación de noviazgo con un “personal trainer”.
Desde este lugar, el film se bifurca y mantiene un correlato narrativo con la pareja de Chelsea. Algo por lo demás habitual en el cine de Soderbergh, para nada atento a una progresión temporal lineal sino, antes bien, descolocando los tiempos narrativos, adelantándose a las situaciones, y conjugando un tapiz dramático que, aquí lo mejor, no conoce más resoluciones dramáticas que no sean la misma exposición de los conflictos.
Habrá quienes intenten indagar en la sensibilidad de Chelsea: amiga, cliente, periodista, novio. También, cómo no, el propio espectador. Más aún todavía desde el plus atractivo que significa la actriz Sasha Grey, de piel nívea y pelo oscuro como la noche, más una trayectoria de prestigio y muchos premios dentro del mundo del porno. Su encanto duro oficia como una coraza para Chelsea. Y cuando los intersticios de su interpretación surgen, el mundo de Chelsea se agrieta.
Los personajes de Confesiones de una prostituta… encuentran el nexo común en el dinero. Las discusiones, las decisiones, el viaje de placer (a Las Vegas), las conveniencias eleccionarias, si demócratas o republicanos, o la seguridad de la familia establecida aunque no querida. Todo delinea un mismo mundo, como en El desinformante, de hipocresías compartidas. Chelsea, en tanto, oficia como lugar de catarsis: sobre ella los problemas así como el canto a un amor olvidado. El dinero, allí de nuevo, como instancia de ilusión reparadora.
Finalmente, la promesa de ascender aún más. El riesgo que ello supone y la maestría narrativa de Steven Soderbergh para su resolución. Situación que se llega a vislumbrar desde una voz en off extraña, que dice obscenamente. Y que nos devuelve, por sobre todo, al mejor cine del realizador, alejado de la vanidad de marquesina de títulos como Traffic o Erin Brockovich.

Criada (2009, Matías Herrera Córdoba)


Una cámara de registro sensible

Criada
Argentina, 2009. Dirección y guión: Matías Herrera Córdoba. Fotografía: Matías Herrera Córdoba. Montaje: Miguel Colombo. Producción: Habitación 1520 Producciones, El Calefón Cine. Duración: 75 minutos. Salas: El Cairo


Desde un trajinar diario, atento con la faena y obligaciones de rutina, Hortensia trabaja el día a día de la finca catamarqueña donde vive. A medida que sus actividades se suceden, desde la compañía de los sonidos y la ausencia de palabras, Hortensia se construye también como personaje del film, como su vector concluyente, como protagonista, en última instancia, de su vida. Porque Criada es, en este sentido, una película sensible sobre la vida de una mujer.
Y qué mujer. Hortensia atiende todos y cada uno de los requerimientos de la finca, que los dueños dejan a su entero cuidado y responsabilidad. El riego, las acequias, las noches de tormenta, la cocina, los desperfectos eléctricos, los murciélagos, la repostería por encargo, la limpieza, los dulces caseros, entre mucho más. Trabaja el día a día y todo el día. Hay momentos donde el ritmo descansa, cuando el mate acompaña otras tareas, o cuando el diálogo con amigas ameniza con sonrisas, también anécdotas.
Mientras tanto, la cámara de Matías Herrera Córdoba (Córdoba, 1982) se acerca a cada uno de estos acontecimientos desde un respeto, se diría, cotidiano. Mezcla notable entre recreación y documental. Sin interés –por ello es un gran film- de definirse desde un sentido u otro. Porque, evidentemente, Criada requiere de una dramatización: la cámara es siempre un recorte, un punto de vista, más un montaje que ordena y estructura la acción. Pero, por otro lado, la película de Herrera Córdoba no deja de ser absolutamente cierta, porque nada hay de recreación allí donde Hortensia hace su vida habitual. La cámara pide permiso pero se adecua a lo que observa. Y eso es algo que permite el bienvenido olvido de la mirada fotográfica, como si fuese el espectador quien se asomara, con prudencia y admiración, a la vida de la protagonista.
Gradualmente aparecerán otros atisbos, más profundos, con pocas palabras. Surgirán cuando Hortensia devele algunos aspectos de su historia de vida, de su infancia, de su trabajo continuo. Más aún cuando, sin querer, se cuele la disparidad entre tanta responsabilidad sobre una finca de dueños ausentes -que le niegan las llaves de algunas puertas- y una paga que se entiende insuficiente. En el momento del diálogo donde el tema asoma, la cámara del realizador adquiere una altura moral que se celebra, que nos recuerda la diferencia enorme que, en este sentido, sigue separando al cine de la estupidez televisiva.
Cuando los dueños arriban Hortensia acude presta, disipa los ladridos de los perros, sirve la mesa con comida, mientras la remera de uno de ellos, blanca, permite leer el logotipo publicitario del candidato político de turno. Así, sin necesidad de explicaciones ni declamaciones, Criada construye una mirada sobre una vida que se proyecta, sin dudas, sobre su marco social. Se trata de una película admirable. Que indaga en el mundo habitual y de dignidad de su protagonista, un mundo pleno de sentidos que sólo una cámara, por saber mirar como el ojo humano no puede, es capaz de revelar.

viernes, 23 de abril de 2010

Gustavo Galuppo: Yo, Duras (2010). Entrevista


Marguerite y la escritura en soledad



Yo, Duras es y no es la vida de Marguerite. También es y no es la vida de su realizador. Gustavo Galuppo habla de su último film, estrenado en el Bafici 2010.


Yo, Duras supone varias cosas. Por un lado, ha formado parte de la programación del reciente Bafici. Por el otro, significa de manera explícita el vínculo artístico y afectivo entre la obra del reconocido realizador local Gustavo Galuppo y su admirada Marguerite Duras. Y a propósito, se trata de un trabajo de carácter tanto personal como sentimental, con Duras como lugar donde vivir y del cual, necesariamente, querer salir.
“El eje no era hacer un trabajo sobre Duras, sino partir de su obra, con la que siempre me identifiqué mucho”, explica a Rosario/12 Gustavo Galuppo. “En mis videos es muy importante la cuestión literaria y la obra de Duras siempre fue, casi, un estigma del que no me pude liberar. Desde que empecé a leer sus libros, hace muchos años y casi al mismo tiempo en que empecé a hacer videos, su poética, con su virtuosidad y belleza increíbles, me fascinó; a partir de ahí empecé a reutilizar mucho sus textos. Todos los videos que hice en estos doce años están inspirados en Duras, si bien nunca hice una adaptación de sus textos. Mi relación con su obra, con los temas que trata, la relación amorosa, siempre fue muy fuerte. De ahí que también se convirtió un poco en un lastre, en el sentido de que no me pude despegar nunca de su figura, de su obra, y comencé a sentir una especie de carga, que necesitaba hacer un poco a un lado. El punto de partida fue el de una falsa biografía para establecer una especie de autorretrato, incorporando elementos de sus películas, de sus libros y hasta algunas cosas biográficas, pero para hablar de una situación personal.”
Galuppo no es alguien extraño al Bafici. Su visita se reitera en estos últimos años, además de haber sido premiado en la edición 2008 con Fedra o la desesperación. Es uno de los tantos reconocimientos que su trayectoria le ha deparado, entre los que se incluyen el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (MAMBA) -por La progresión de las catástrofes-, el JVC Tokyo Video Festival 2001, Japón -Silver Award por Teoría de la deriva y Comunication Award por El ticket que explotó-, La Sudestada, París, 2009 -Premio al conjunto de obra presentada-, así como numerosos premios obtenidos en el Festival Latinoamericano de Video de Rosario y el Festival de Cine y Video de Santa Fe.
“Hubo retrospectivas de mi obra en México, en Francia, en el MAMBA, y ahora en el Espacio Fundación Telefónica [NdR: que tendrá lugar entre el 3 de mayo y el 12 de junio en Buenos Aires]. Con mi trabajo ha pasado algo particular, teniendo en cuenta que es parte del campo del video-arte o video experimental -rótulo con el que no me siento para nada cómodo, pero es el campo posible de circulación de este tipo de trabajos-, con el tiempo ha llegado a transitar una línea intermedia, que ha logrado la aceptación del campo del cine (aunque para mí video y cine no sea una distinción válida, ya que todo es cine). Creo que debido a mi temática y a la forma de trabajar la representación en el cine clásico, mi obra no quedó restringida a los circuitos del video experimental y comenzó a ser aceptada, digamos, en los circuitos de cine."

-En tus trabajos siempre está presente el tratamiento de la imagen como interrogación de sí misma.

-Alguien que me marcó mucho y lo sigue haciendo es Jean-Luc Godard. La visión autorreflexiva del cine según Godard fue para mí una revelación importante. Descubrir Sin aliento, Vivir su vida, y luego sus otras etapas, entre ellas la más política, así como su “historia del cine”… eso fue algo que me marcó muchísimo, que me produjo un quiebre, y que está en todos mis trabajos. Porque de lo que se trata es de la imposibilidad del cine de representar algunas cosas, por eso la imagen siempre está denunciada como tal porque siempre es representación de algo, nunca puede llegar a dar cuenta plenamente de nada.
Respecto de Yo, Duras Galuppo señala que “siempre hay una consecuencia estética por parte de los elementos técnicos aplicados, algo que me planteo como un desafío en cada trabajo. En este caso decidí utilizar, para el caso de las imágenes que no son de archivo, sólo una cámara de fotos, que creo se adecuaba mejor a la idea de plasmar la soledad y la ausencia. A Yo, Duras lo veo casi como un video sobre fantasmas, donde se trata de estar buscando, en una casa, rastros de algo, de alguien, que ya no está, tratando de apresar todo el tiempo elementos que marcan una presencia ausente. Mientras que también busqué incluir, en paralelo con la actividad del cine, ciertos conceptos de Duras acerca del acto de escribir y su soledad.”

Yo, Duras...
Argentina, 2010
Dirección, Guión, Fotografía, Montaje, Sonido, Producción: Gustavo Galuppo. Música: Vera Baxter
. Duración: 61 minutos.

Publicado también en Rosario/12 (15/04/2010)

miércoles, 21 de abril de 2010

Taking Woodstock (Ang Lee, 2009)


Woodstock, antes y después

Bienvenido a Woodstock
(Taking Woodstock)
EE.UU., 2009. Dirección: Ang Lee. Guión: James Schamus, a partir del libro de Elliot Tiber y Tom Monte. Fotografía: Eric Gautier. Música: Danny Elfman. Montaje: Tim Squyres. Intérpretes: Demetri Martin, Imelda Staunton, Henry Goodman, Liev Schreiber, Eugene Levy. Duración: 120 minutos. Sólo disponible en DVD


Se trata de la última película del taiwanés Ang Lee (El tigre y el dragón, Secreto en la montaña, Crimen y lujuria). Sólo conoce su distribución a través del DVD. Por si fuera poco, se dedica a la tematización del Festival de Woodstock. Y lo hace a la vieja manera de los films hollywoodenses, al menos desde su corazón fílmico-mitológico. Porque Woodstock aquí es mito que, si bien narrado por un extranjero –o a propósito de ello-, resulta ser auténticamente norteamericano. Así como tantos otros grandes films, producidos en Hollywood, pero desde la venia creativa del inmigrante.
¿Y qué es Bienvenido a Woodstock? Es Woodstock pero antes del escenario, también por fuera de él. Es el sueño y la oportunidad de Elliot (Demetri Martin), el hijo atento a la madre sobreprotectora. Es el mundo hippie, que irrumpe como ola pacífica. Es la brisa que trae los primeros sonidos eléctricos. Es el policía confundido con su deber. Es el teatro desnudo, a la intemperie, vociferando al fascismo en sus propias narices. Es el travesti encargado de la seguridad (Liev Schreiber, para no creer). Pero es también un antes y un después. Es la bisagra con la que una época se consagra para después decaer. Es el verde sublime, de paraíso, vuelto luego chiquero. Es el desencanto que prosigue a tanta euforia. Es el peligro de electricidad después de tanta lluvia. Es el sueño hippie también posible con la ayuda de una mentalidad nacientemente empresarial.
En otras palabras, por dar cuenta de este ir venir entre mágico y veraz, el mito Woodstock se reelabora, se redimensiona. El film de Ang Lee es sereno, cálido, de fiesta hippie, de madre feroz (la gloriosa Imelda Staunton), de canto alegre a libertades siempre ciertas, capaz de provocar nostalgia sin perder la vena crítica. El Woodstock de Lee no es el de la idealización. Por todo ello es, entonces, una gran película. Donde el viaje del ácido no es más que ilusión de transporte (dentro de la van, quieta y sin rumbo), aunque también signo de decisión: Eliot dará el paso inicial para un viaje cierto, a la luz de las estelas que todavía vibran tras el concierto.
Bienvenido a Woodstock es consecuencia del encuentro fortuito en un canal televisivo entre Ang Lee y Elliot Tiber, verdadero protagonista de la historia. Su libro fue el soporte elegido para trasladar a la pantalla grande. Y habrá que subrayar la calidad de recreación que traslucen tantas imágenes que parecen documentales, permitiendo así un complemento justo para el film Woodstock (1970), de Michael Wadleigh, en cuyo montaje interviniera el propio Martin Scorsese (que, de paso, figura en los agradecimientos de Ang Lee).
El corolario que Lee elige es el de la promesa de un recital gratuito con los Rolling Stones. ¿Te imaginas?, dice el organizador. La cita remite, mientras tanto, al concierto de Altamont, donde cuatro personas resultarán muertas, ante los ojos impávidos de músicos y espectadores. Suceso que se encuentra registrado en el film Gemme Shelter (1970). Un sueño que terminaba.

Robert J. Sawyer: Flashforward (Factoría de Ideas, 2009)

Vencer la inevitabilidad del tiempo

Flashforward
Robert J. Sawyer
La Factoría de Ideas
Barcelona, 2009
Segunda edición
PVP (sin IVA): 19,18 €



Acerca del éxito, y declive, y continuará en suspenso de la serie televisiva Flashforward, poco puede agregarse. Por estos días se ha comenzado a emitir en nuestro país, y su premisa argumental es, cuanto menos, ingeniosa: durante dos minutos la humanidad entera queda adormecida. Al despertar, los protagonistas descubren que los relatos soñados comienzan a encajar como piezas de un puzzle, que terminará de armarse dentro de seis meses. Visiones, todas, de un mismo futuro. Y si bien hay certeza ante lo ocurrido, son las incógnitas las que prevalecen acerca de lo que ocurrirá. A partir de allí, el desarrollo de la serie producida por Brannon Braga y David Goyer.
En verdad, el plot es literario y se corresponde con la novela de mismo título que el escritor Robert J. Sawyer (Premios Nébula 1995 y Hugo 2003, de bibliografía vasta, que incluye las trilogías Neanderthal y Quintaglio) publicara en 1999. Serie y libro se diferencian desde matices que, si bien a veces dados por pinceladas gruesas, son comprensibles ante el tipo de entretenimiento que supone la televisión. En el libro de Sawyer no se trata de un salto futuro de seis meses, sino de veinte años. Los personajes principales tampoco son agentes del FBI –tal como el que interpreta Joseph Fiennes- sino integrantes de un grupo científico que, dada la vicisitud de la historia, dan luz verde a un experimento que, de manera justa, coincide con el adormecimiento mencionado.
A partir de aquí, las dudas. Porque no se sabe si el sueño futuro fue consecuencia del proceder científico, o si simplemente coincidió de manera fortuita. De haber sido así, las causas habrán de buscarse en otros lugares. De no haberlo sido, habrá de precisarse aún más el proceder tecnológico que lo provocó. De todas maneras, poco interesará develarlo en el presente texto sino, antes bien, mejor leerlo y disfrutarlo.
Porque de lo que se trata es, otra vez, de los viajes en el tiempo. Lugar común y bienvenido una vez y otra en tantos relatos. Viaje al futuro que es, también, reflexión sobre el destino, sobre la inmutabilidad, y sobre el libre albedrío; además de dar razón poética a Ray Bradbury cuando afirma que a todos nos interesa la ciencia-ficción porque, sin excepción, siempre hablamos de lo que pretendemos hacer mañana. A lo que se suma la pregunta última que a su vez es primera y siempre filosófica. La muerte, que es parte de la vida, aparece como victoria de este transcurso temporal. ¿Qué hay luego de la muerte o antes de la vida? ¿Cómo escapar a la inevitabilidad del tiempo?
En este sentido, el Flashforward de Sawyer se estructura –y desestructura- a la manera de un sueño lúcido, conciente, pero de consecuencias imprevisibles. Cada acto, cada gesto, por mínimo que sea, demuestra su capacidad determinante. Tanto como el aleteo de aquella pequeña mariposa bradburyana y prehistórica, cuya muerte significara la alteración temporal futura así como uno de los cuentos mejores e inolvidables de su autor.
Y finalmente agregar que el estallido televisivo propició sucesivas reediciones del libro de Sawyer de la mano de la celebrada Factoría de Ideas. De lo que se deduce el impacto positivo que sobre la lectura –al revés de lo que muchos puedan pensar- tiene el registro audiovisual. Más la recomendación que significa el sitio web del autor, donde poder apreciar, entre tanta información, su fotogenia particular, entre sonriente y malévola.

domingo, 11 de abril de 2010

Crazy Heart (2009, Stuart Cooper)


Country, whisky y una vida revuelta


Loco corazón
(Crazy Heart)

EE.UU., 2009. Dirección y guión: Stuart Cooper, a partir de la novela de Thomas Cobb. Fotografía: Barry Markowitz. Música: Stephen Bruton, T-Bone Burnett. Montaje: Johan Axelrad.Intérpretes: Jeff Bridges, Maggie Gyllenhaal, Robert Duvall, Colin Farrell, James Keane, Rick Dial. Duración: 112 minutos.


Bastará decir que no podía ser nadie más que Jeff Bridges quien diera cuerpo y voz a Bad Blake. Músico country de vida decaída, matrimonios frustrados, un hijo no visto en veinte años, y días y noches de alcohol y reductos oscuros.
Pero la música sigue allí. Respetada como lugar sacro. El espectáculo del vientre revuelto por tanto whisky debe quedar fuera del escenario. Del micrófono cuelga el sombrero texano mientras el público y los músicos sostienen su ausencia repentina. Pero Bad vuelve. Y lo que se escucha es tan pero tan bueno que no debiera nadie quedar sin la posibilidad de proseguir el mismo disfrute a través de la correspondiente banda sonora.
En este sentido, señalar que es el gran T-Bone Burnett quien produce la música y que son los propios actores quienes interpretan, además del cameo de Ryan Bingham, compositor que ha ganado el Oscar por este film. (Con una vida personal que, lejos de desentonar, tal vez supere en muchos aspectos a la del propio Bad). Que Colin Farrell puede no ser demasiado creíble como cowboy-singer, pero que sin embargo no queda por detrás de la presteza vocal del gran Bridges. Porque ésta es la película de y para Jeff Bridges. Así como ocurriera, no hace mucho, con Mickey Rourke en El luchador. Nadie como Rourke para encarnar a la bestia sentimental de Randy. Lo propio para Bridges, cuyo cinto, por lo general, cuelga mientras alivia una barriga torturada.
El cigarrillo le enturbia la voz, el alcohol vuelve algo pastoso su decir, pero cuando canta cautiva como siempre. Aunque ya no sean tantos quienes deseen recordar su figura: Bad Blake, leyenda todavía viva, oculto ahora en bowlings de mala muerte y hoteluchos baratos. En Bad se cifran tantas otras vidas musicales, tan oscuras como marginales, tan únicas como inolvidables. El country de Bad es también el dolor compartido por tanto blues y jazz.
Además de la figura del productor, omnipresencia telefónica, contraste de lujos y comodidades para este cantor de camioneta terrosa, aparece una mujer de corazón también loco (Maggie Gyllenhaal). Joven y madre. Capaz de lograr lo que Bad nunca permite: una entrevista, la fotografía para la nota, replantear la vida propia, comenzar a componer canciones como las de hace años atrás.
Y aún cuando Loco corazón –traducción literal pero fónicamente menor que Crazy Heart- no sea un film mayor, es su actor el que lo agiganta y transforma. Le valió el Oscar de este año. Y la posibilidad de rememorar su carrera desde una cinematografía que le ha permitido trabajar con directores como Terry Gilliam, Peter Weir, John Carpenter, Francis Ford Coppola y los hermanos Joel y Ethan Coen, con quienes se encuentra nuevamente filmando (El film es True Grit, y allí interpreta a un Marshal cuyo nombre responde, lúdicamente, al de un título de John Wayne: Rooster Cogburn).

miércoles, 7 de abril de 2010

La Burbuja de Bertold (Agrimbau/Ippóliti): entrevista


Bertold, por fin, por fuera de la Burbuja


A partir de la edición argentina, el lector puede ahora disfrutar de la premiada historieta La Burbuja de Bertold, obra del escritor Diego Agrimbau y el dibujante rosarino Gabriel Ippóliti.


El mundo está roto, viejo, oxidado, mientras un poder ya rancio se cubre y protege a través de una gran burbuja. Esto –y mucho más- es lo que se percibe desde la lectura de la edición reciente y argentina de una de las últimas historietas más elogiadas y premiadas en Europa.
El título es La Burbuja de Bertold. Sus autores son Diego Agrimbau (guión) y Gabriel Ippóliti (dibujos). El primero vive en Buenos Aires. El segundo aquí cerquita, en Funes; y si el lector es memorioso, recordará su firma y calidad excepcional como la compañía gráfica, durante varios años, de uno de los diarios de esta ciudad.
En cuanto a La Burbuja de Bertold decir que ha sido premiada como Mejor BD (bande desinée) en el Festival de Ciencia Ficción Utopiales, Nantes, Francia, 2005; obtuvo el Palmarés 2006 du Prix lycéen de la bande desinée, en el Festival de Colomiers, Francia, 2006; y fue seleccionada como una de las quince obras del año 2005, para el Gran Premio de la Crítica, que entrega la Asociación de Críticos de la BD, Francia, 2005. Y bien, por fin y como se debe, una edición argentina –a cargo de Historieteca- conoce las bateas y, habrá que destacarlo, con una calidad impecable.
“Los comentarios siempre tenían que ver con cuándo se iba a poder leer o con que estaba muy caro. La verdad es que es una oportunidad interesante. Porque se produce el retorno del trabajo que uno hizo, pero con gente de acá. Eso es lo más importante, poder saber qué le pareció al lector, conocer sus comentarios y expectativas” señala el dibujante Gabriel Ippóliti.
“Fue el primer trabajo que, en historieta, hicimos juntos (con Agrimbau), y me enganché enseguida porque me gustó mucho. De hecho, lo disfrutamos enormemente mientras lo hicimos. Fue sorpresivo que, siendo un trabajo tan personal, haya tenido tal recibimiento, con tantas buenas críticas. Se siente una gran satisfacción ante algo semejante.”
En La Burbuja de Bertold la ley castiga a partir del desmembramiento. Estamos en la ciudad de Butania, plena Patagonia. Las víctimas de este apocalipsis de herrumbre sobreviven en las calles que circundan a la gran burbuja, especie de cápsula feudal. Bertold, sin miembros más con lo que condonar castigos, sólo goza de su voz. Será un maestro titiritero el que lo incluya dentro de su nueva gran obra. Pero Bertold sabrá cómo, una vez y otra, reinterpretar lo que la letra exige.
“Fue, en su momento, la concreción de un sueño para el que me había estado preparando desde muy chico. Apenas empecé a leer historietas supe que quería dedicarme a esto. Publicar un álbum con estilo francés era una meta desde siempre, ya que era el tipo de historieta que más me gustaba en mi etapa formativa. También significó comenzar a colaborar con Gabriel Ippóliti, que es el dibujante ideal para la mayoría de mis guiones. Juntos formamos una dupla creativa que nos ha deparado muchas satisfacciones y trabajo constante” apunta Agrimbau.
Tal como lo expresa el guionista, el vínculo creativo proliferó hacia una segunda parte –El Gran Lienzo-, y en la consecución, con la obra Planeta Extra, de uno de los galardones más prestigiosos del mundo de los cuadritos: el Primer Premio Internacional de Cómic Planeta DeAgostini, España, 2009.
La Burbuja –prosigue Agrimbau- siginificó la entrada la mundo profesional y a los mercados europeos. Además de Argentina, ha sido publicada en Francia, España, Grecia y tal vez pronto en Italia. Pero lo más importante es que me abrió el camino hacia el profesionalismo, hacia el oficio, palabras que no tienen tan buena prensa hoy por hoy, pero que a mi no avergüenzan en lo más mínimo.”
Acerca de la resolución plástica del trabajo, tan bella, tan cuidada, Ippóliti apunta que “luego de haber leído el guión, nos pusimos a charlar acerca del ambiente que había que darle, para ponernos de acuerdo con la atmósfera. En general, primero se sitúa el escenario y después uno va haciendo lo que tiene en mente. A medida que iba avanzando, lo iba chequeando con el guionista”.

-Hay un aire gráfico que recuerda a Enki Bilal.

-También algunos críticos hicieron referencia a Bilal pero, en realidad, cuando empezás a trabajar no sos conciente de tal o cual dibujante. Mucha gente relacionó mi trabajo con el suyo, aunque Bilal trabaja mucho con el color y dibuja de una manera que, si bien no es fotográfica, es realista. En verdad, su dibujo es muy distinto del mío. A lo mejor uno está hilando muy fino pero, salvando las distancias, al mirar un cuadro de Velázquez uno puede encontrar parecidos con Rembrandt, pero sin embargo son distintos.
La narrativa de Agrimbau –quien se reconoce cercano al espíritu de Horacio Altuna y de Ricardo Barreiro- es móvil, dinámica; el guionista reconoce que “me aburriría hacer siempre lo mismo. Es por eso que ahora, luego de hacer mucha ciencia ficción o costumbrismo, estoy metiéndome en géneros diferentes como la fantasía o el histórico. Me interesa, por un lado, trabajar con la materia misma de la secuencialidad del medio. Y por el otro, a nivel de las historias, mi interés siempre fue poder crear mundos y personajes desde cero, tangibles y verosímiles, que cobren vida a través de la trama.”
La oportunidad de acercarse al mundo de Ippóliti y Agrimbau es ahora posible. “Antes que nada es un alivio –agrega Agrimbau-, porque yo vivo con mucha angustia el hecho de que el grueso de mi producción sea siempre para Europa y no pueda ser leído en mi país. Es por eso que hasta ahora siempre reservaba parte de mis historietas, como El Asco, Camping o El Campito, para el mercado local. Pero lo correcto es que se pueda leer todo, especialmente obras como La Burbuja de Bertold, que han tenido mucha importancia en mi desarrollo como autor”.
Desde una línea que nos remite a la mejor historieta de autor, la que ha hecho de Argentina un lugar tan querible e historietísticamente referencial, La Burbuja de Bertold es signo de lo tanto que se hace y de lo poco que podemos leer.

-Gabriel, ¿el rostro de Bertold tiene tus rasgos o me equivoco?

-Ah, muchos dijeron eso también, tendré que ir a un psicólogo a ver qué me pasa, porque no fue algo conciente.

Publicado en Rosario/12 (04/04/2010)

Brothers (2009, Jim Sheridan)


Volver del infierno
de la guerra


Hermanos
(Brothers)

EE.UU., 2009. Dirección: Jim Sheridan. Guión: David Benioff, a partir del guión del film Brodre. Fotografía: Frederick Elmes.Música: Thomas Newman. Montaje: Jay Cassidy. Intérpretes: Tobey Maguire, Natalie Portman, Jake Gyllenhaal, Sam Shepard, Clifton Collins Jr., Bailee Madison.

Duración: 104 minutos.



La aparición de un film de Jim Sheridan siempre es motivo de interés. Desde Mi pie izquierdo (1989), el realizador irlandés mantuvo una mirada crítica y sensible que se continuaría, con el mismo actor, Daniel Day-Lewis, a través de títulos como En el nombre del padre (1993) y Boxer (1997), donde el conflicto entre ingleses e irlandeses haría de estos films lugares de referencia. Tierra de sueños (2002), por su parte, ahondó en las rasgaduras y quiebres del denominado “sueño americano”.
Hermanos, remake del film danés de Susanne Bier, de 2004, deposita su mirada en un conflicto triangular que, en verdad, deriva en una situación familiar y social más profunda. El inicio sitúa la acción en las puertas de una prisión, durante el reencuentro entre Sam y Tommy (Maguire y Gyllenhaal), marine y ex-convicto respectivamente. Una balanza que podrá tanto equilibrar como desequilibrar hacia lados diferentes.
Sam es padre de familia, hijo de orgullo para un padre otrora combatiente en Vietnam (el gran Sam Shepard), también para su mujer (Natalie Portman), alguna vez porrista de este héroe deportivo ahora devenido esposo y soldado de la patria. El deber llama a Afganistán, y la familia deberá sobrellevar otra vez la ausencia paterna.
La simetría entre Sam y Tommy comienza a jugar en otro sentido. La ausencia de uno será presencia del otro. Y si bien el triángulo es uno de los lugares narrativos, será otra la importancia del relato. Pocos films recientes han mostrado la figura del soldado norteamericano de una manera tan vencida. Podría vincularse el discurso de Hermanos con lo que también sucedía en Soldado anónimo (2005), de Sam Mendes, donde el propio Gyllenhaal conocía las virtudes del maltrato militar y la hipocresía política; pero sobre todo será conveniente pensar en films de espíritu similar como La conspiración (In the Valley of Elah, 2007) y Ella se fue (Grace is Gone, 2007), con un estupendo John Cusack. Ambos, así como Hermanos, mucho más crudos que cualquiera de las escenas de la tan premiada Vivir al límite, de Kathryn Bigelow.
En Hermanos la problemática es más cercana. Más afectiva. También más cruel. Uno de sus mejores momentos se circunscribe a la mesa familiar, con el cumpleaños de una de las hijas delineado desde un clima de tensión creciente, a punto de estallar. Más el antes y después que se evidencia en la composición actoral y el estado físico derruido de Tobey Maguire, aquí alejado del estereotipo adolescente de Hombre Araña.
Hermanos se vuelve una mirada despiadada, pero profundamente humana. Es capaz de mostrar el infierno desde el hombre solo, desde quien pelea por los valores inculcados y por su patria. Pero familia, patria e infierno, se han vuelto términos analogables, y el orgullo del apodado “héroe” deberá sobrevivir ahora al callejón sin salida al que fuera arrojado.