domingo, 22 de noviembre de 2009

Jens Lapidus: Dinero fácil (Suma de Letras, 2009)


Estocolmo: ciudad del vicio



Dinero Fácil
(Snabba Cash)
Jens Lapidus
Suma de Letras
Montevideo, 2009
Traducción: María Sierra
Páginas: 620
ISBN: 9789870413615
Código: 42053
Precio: $ 85.00



Habrá que señalar esa construcción de personaje, tan astuta, que sobre la figura del propio autor literario Dinero fácil realiza. Porque desde la lectura de sus solapas nos enteramos de que –además de historias paralelas circundadas por el mercado negro, y sueco, de la droga- Dinero fácil es obra de un joven abogado escritor, de 33 años, dedicado a la defensa legal de gente poco querible, así como las que –suponemos- habrán de delinear las propias páginas. También la fotografía: traje, peinado correcto, mirada desafiante –casi cínica, diríamos- hacia el propio lector, muy buena corbata… Aún más: se nos asegura que el autor reinventa el género policial, que ha sido comparado con James Ellroy, y que se inscribe en la estela sueca noir inaugurada por el gran Henning Mankell y secundada por la incursión breve (y contundente) de Stieg Larsson. Todo esto, entonces, preámbulo hábil para la seducción lectora. Jens Lapidus, brillante construcción de sí mismo.
Pero, sabemos, lo que en última instancia nos queda es el libro. Dinero fácil es la primera parte de la denominada Trilogía Negra de Estocolmo. La droga como escenario de submundo, de una Estocolmo paralela, acuciada por la presencia fantasma (desde la lectura) de una vigilancia policial en forma de expedientes. Los protagonistas se corresponden con distintos estratos, de procedencias diversas, respecto de los cuales la droga significará pertinentemente: posibilidad de ascenso social en JW y sus sueños burgueses; participación social (más preocupación familiar) para Jorge, latino prófugo de la ley; motivo de domino social, de enfrentamientos, coaliciones y traiciones para líderes mafiosos; ámbito, en fin, de corrupción y prostitución de ese mundo tan gélido -así nos lo parece- que es Suecia.
A medida que descendemos y ascendemos con los personajes, se conforma de a poco el gran vínculo común que es el que da título al libro. Decíamos la droga como parámetro pero, en última instancia, el dinero. De eso se trata, de ese móvil que es corazón del mercado y de sus relaciones sociales, así como responsable mismo de su afán desmedido.
Lapidus escribe y describe de modo sucinto, con frases breves, aunque las más de las veces caprichosas, con poca consistencia. James M. Cain nos hubo de mostrar cómo, brutalmente, la muerte o el sexo se respiran desde réplicas también breves, creíbles y, sobre todo, rudas. Por eso, Cain como tough-writer.
Pero en Lapidus leemos frases que redundan, que no aportan carnalidad a los personajes, sino una astucia aparente que remite, en sí, al propio autor literario, capaz de enumerar firmas comerciales ininterrumpidamente y durante una página completa. Pareciera no haber personalidades de carácter. De hecho, la historia avanza y nos empantana en un mismo lugar. Sólo algunas pistas permiten inferir algún misterio mayor: tal es el caso de la hermana de JW, desaparecida y motivo de desvelo. Pero poco ayuda al relato, menos aún cuando, si bien anclaje para las diferentes piezas en juego, las conjuga de un modo previsible.
Se respira poco verosímil en el libro de Lapidus; uno no puede vivenciar a los protagonistas, sus dolores, sus deseos, sus locuras. Algo que sí ocurre en esa obra demencial -de similares características de género, pero norteamericana- que es El poder del perro, de Don Winslow. Libro que, ahora sí, fuera alabado por el mismísimo James Ellroy.

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