sábado, 5 de septiembre de 2009

El último verano de la boyita (Julia Solomonoff, 2009)


Como la yarará, que cambia de piel



El último verano de la Boyita
Argentina/España/Francia, 2009
Dirección y guión: Julia Solomonoff. Fotografía: Lucio Bonelli. Música: Sebastián Escofett. Montaje: Rosario Suárez, Andrés Tamborino. Intérpretes: Guadalupe Alonso, María Clara Merendino, Nicolás Treise, Gabo Correa, Mirella Pascual, Silvia Tavcar. Duración: 93 minutos.


De acuerdo con la realizadora, El último verano de la Boyita tiene su génesis en horas de calor y de siesta. La percepción de un tiempo que se estira, que reposa en horas lentas y rurales, transita a lo largo del film. Aún cuando ello no signifique una quietud de acontecimientos. De hecho, habrá de ocurrir un tramo de vida importante para que la pequeña Jorgelina (Guadalupe Alonso) pueda emerger de allí de una manera renovada, sea respecto a los inminentes cambios de su propio cuerpo, sea también en relación a una manera de mirar y entender que le marcarán caminos diferentes para siempre.
Porque Jorgelina observa –y se observa- ante la imagen que le supone su hermana mayor. La pubertad está allí, a la espera, con la amenaza de desmoronar un período de la vida. Por eso las peleas con ella, los celos, y la imposibilidad de comunicarse como siempre. Y por otra parte el viaje al campo con el padre, la visita nueva pero acostumbrada. Mario (Nicolás Trieste), el hijo de la familia rural, oficia también como el secreto ante el que se mira Jorgelina. Entre uno y otro mundo, la pequeña.
La película de Julia Solomonoff es estado de ánimo de una niña que cambia, pero también mirada que desoculta un vivir, un pensar, reaccionarios, que atenazan a quienes vienen al mundo con moldes de conducta preestablecidos. Como si se tratase de un cumplimiento necesario de lugares comunes, ya dictados para el que debe transitar el vivir. La pubertad aparece allí como lugar que es enclave entre la niñez y un incipiente mundo pre-adulto, donde comenzar a hablar y comportarse como ellos, a relacionarse como ellos, a reproducir lo mismo que ellos.
Por eso también la crisis ante lo que significa Mario, ante lo que le ocurre a Mario. Jorgelina puede mirar, perspicazmente, de otra manera, pero Mario sufre la condena del dictamen paterno. Debe hacerse hombre, debe transitar y superar el rito social de la carrera de caballos. Entrenarse diariamente para definir su hombría y su lugar social. Rito que del “otro lado del espejo”, en la clase media citadina, conoce otras variantes –vestirse para el baile donde “hacerse mujer”- que responden a fines idénticos.
“Creo que los urbanos tienen otro tipo de violencia, muchas veces enmarcada en cuestiones más ascéticas, más quirúrgicas, con discursos más progres pero igual de castradores”, señalaba Solomonoff en nota radial con el autor de la nota. Un tejido de banalidad que se sintetiza sobre el desenlace del film en ese mundo de playa, con niños que ya comienzan a experimentar una histeria bien vista.
Pero a Jorgelina ya no le interesa demasiado lo que allí ocurre, ha descubierto su privacidad. Tendida junto a su hermana, otrora confidente, se encuentra ahora guardiana sola de lo que sabe. Ya no tiene necesidad de contarlo todo, así como tampoco de escuchar explicaciones adultas. Tanto es así que el manual de educación sexual que supiera espiar sabrá revelarse como una consulta insuficiente. Cambió su piel, tanto como la yarará: ahora y por eso –según Mario- también más peligrosa.

2 comentarios:

lokacomotumadre dijo...

Hola Leandro lamento no haber llegado a tiempo a ver esta peli, en realidad no puede ir al cine y tenía pensado reanudar con este film cuando zas, se lo comió el mercado. Seguramente tendré que esperar bastante para verlo en cd o video por eso es tan importante que se abran lugares como el Arteon y podamos concurrir a ver otro cine y mejor si es el nuestro, saludos a todo el equipo

Leandro Arteaga dijo...

Celebro tu comentario. Es esto lo que, entre muchas otras cosas, vuelve imprescindible una nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Además, un film no puede definir su público de un modo tan disparatadamente breve. Debe existir una garantía de permanencia en pantalla. Muchos saludos y gracias por escribir.