domingo, 31 de mayo de 2009

Radio Dossier: In the Heat of the Night (1967, Norman Jewison)


Por momentos un duelo actoral -o de personajes- entre Rod Steiger y Sidney Poitier. Un film que es paradigma de su época, y que sitúa al personaje de Poitier de manera prácticamente inédita para la narrativa cinematográfica de Estados Unidos. Al calor de la noche (1967), dirigida por el tantas veces recomendable Norman Jewison.

Emitido por
Linterna Mágica el 29/05/2009


Intervienen: Arteaga, Bendersky, Tolj, Fiorucci, todos de acuerdo al decir de García: "Cómo me gustaría ser negro".

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Al calor de la noche Radio Dossier

lunes, 25 de mayo de 2009

Días de mayo (2009, Gustavo Postiglione)


La mística
y los día
s de mayo

Días de mayo
Argentina, 2009
Dirección y guión: Gustavo Postig
lione. Fotografía: Héctor Molina. Música: Iván Tarabelli. Montaje: Lucio García. Intérpretes: Agustina Guirado, Santiago Dejesús, Caren Hulten, Juan Nemirovsky, Antonio Birabent, Darío Grandinetti, Carlos Resta. Duración: 105 minutos.


Si bien la elección narrativa –una historia paralela a los días del Rosariazo- no resultará novedosa, es ello lo que permite a Días de mayo escapar al didactismo que supondrían pretensiones diferentes: esto es, contar cómo fueron aquellos días. El film de Gustavo Postiglione (El asadito, La peli), en este sentido, permite un abordaje lateral, aunque no ajeno, al móvil social y político de los días de 1969.
Sin embargo –y es éste el rasgo que culmina por sobresalir- pareciera que desde la misma recreación se termina por entramar una suerte de burbuja mística y, por ello, mistificante. Es una cápsula, diría caprichosa, la que termina por encerrar al Rosariazo. Su plasmación romántica, plena de ideas/ideales –que siempre se asoman pero nunca se problematizan- taxativos, sin fisuras, se traducen en personajes lineales y en un argumento, por lo menos, esquemático.
Se señala esto porque, por ejemplo, aún cuando el personaje de Laura (Agustina Guirado, de reminiscencias inevitables a Anna Karina) se nos explique como estudiante de Teatro y de Filosofía, poco hay en el film que nos haga ahondar en la cuestión. Es decir, si es la Filosofía –la dialéctica, el diálogo entre ideas- la que rige su hacer, su decir, presumiera uno que debiéramos asistir a una reflexión pertinente, que trascienda el momento y se dispare hacia el espectador. En lugar de ello, nos encontramos con una sucesión de nombres que, por el sólo hecho de citarlos (mostrarlos, decirlos, subrayarlos), bastarían para tal propósito. Es así que, ante nosotros, desfilarán Chejov, Godard, Solanas, Nebbia y, como siempre, Eva Duarte o Juan Perón. Y si bien son y serán nombres vinculados con el tiempo que se recrea –y no necesariamente filosóficos- no dejan por ello de ser la manera intelectual e intencional que se decide desde el tiempo presente y cinematográfico.
Aquí es donde, entonces, Días de mayo se nos vuelve la burbuja aludida, más la concepción de una Rosario que, sino igual, es también superior al mayo francés o al mismísimo Instituto Di Tella. Días de amor que, por cataclísmicos (y referenciales, allí estamos de acuerdo), significarán también una separación inevitable entre Laura y Pablo (Santiago Dejesús). Situación enclave para lo que acontecerá de allí en más tanto para ellos como para, justamente, todos nosotros.
Quisiera uno que este enclave se vuelva un lugar de pensamiento, tematización y complejización, antes que un ámbito de nostalgia pintoresca. Hay un poco de todo ello en Días de mayo, pero desde un argumento demasiado lineal y con piezas que encastran justo. Quizá, por qué no, hubiese sido de mayor interés permitirle a la bella Laura alguna transgresión veraz, que posibilitase a alguna de sus fantasías volverse verdad y revertir el clima del relato hacia un juego surreal. Tan onírico como el que habilita, siempre y por esencia cinematográfica, toda y cualquier película.

Radio Dossier: Espartaco (1960, Stanley Kubrick)


Luego de la gloriosa La patrulla infernal (1957), Stanley Kubrick recrea la vida de Espartaco, con guión del blacklisted Dalton Trumbo, y protagónico de Kirk Douglas. Un film épico y, de veras, gigante. El espíritu anímico libertario del Espartaco/Kubrick se nos ha instalado, y desde la sala de cine, ¿dónde mejor?

Emitido por Linterna Mágica el 22/05/2009

Intervienen Tolj, Arteaga, Milano, Fiorucci, Bendersky, todos en sandalias.

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Radio Dossier: Sergio Leone/Ennio Morricone



Largamente
esperado el duelo entre tres de los titanes más buscados y ceñudos; como sólo lo pueden ser Marcelo Frusin, Gustavo Milano y Esteban Tolj. Aquí un recorrido radial -reverencial- sobre films y música de la dupla Sergio Leone y Ennio Morricone. Con disparos y bravuconadas alla spaghetti.


Emitido por Linterna Mágica el 08/05/2009






Descargar Sergio/Ennio Radio Dossier
parte 1 - parte 2

Papeles inesperados (2009), Julio Cortázar




Mirar
hundirse
el sol
en el mar





Papeles inesperados
Julio Cortázar
Precio: $ 65
ISBN: 978-987-04-1247-2
Código: 52081
Colección: Biblioteca Julio Cortázar
Sello: ALFAGUARA
Págs: 488



"Mi rayo verde se vuelve a la nada en el mismo instante en que lo digo; pero era él, era tan verde, era por fin mi rayo verde."
p. 201


¿Desde cuál manera, entre tantas, abordar un libro –¡nuevo!- de Julio Cortázar (1914-1984)? Quizá desde lo afectivo. También desde su trayectoria. A su vez, desde la mención de la búsqueda, de los hallazgos, y del atesoramiento de Aurora Bernárdez, que ha hecho posible estas páginas, más el cuidado y cariño de Carles Álvarez Garriga. Mucho de todo eso, tanto más, pero siempre de manera insuficiente.
Porque Cortázar es tan vasto como múltiples los caminos que su literatura nos abre. Por ello, prefiero, mejor recurrir al sentir interminable, de embriaguez suscitada por tantos prismas como los que arrojan estos papeles inesperados.
Como si se tratase de un caleidoscopio de nombre Cortázar. A partir de allí enhebrar, juntar y desmembrar el nombre y la obra. Capítulos recuperados para agregar al puzzle de libros leídos. Poemas, pensaría uno, escritos en papel de bares y guardados por el tiempo amarillo. Artículos pasionales donde el caleidoscopio encuentra uno de sus tantos ejes: la denuncia de las dictaduras, el exilio parisino, los ataques “patrióticos” a su “no-argentinidad”, sus respuestas vueltas gozo literario y denuncia de reumas mentales (tan imperantes en nuestro continente ayer como luego). Cortázar escribe, en pleno ’78, y desnuda los abusos de una dictadura dedicada a juegos de fútbol (con hinchada, convengamos, también incluida). Cortázar escribe y nos traslada su sentir entre las calles de Cuba, en plena revolución, mientras defiende la necesidad de la alegría como herramienta para el hombre nuevo, latinoamericano, intercontinental.
Nada más bello que adentrarse en sus palabras de 1939 (y de cualquier año), ligadas a la misión del maestro, en pleno Chivilcoy, con un alma itinerante y libertaria tan amplia como para desplazarse desde aquél tiempo y arribar aquí, en este año, en estas escuelas, en estos docentes (los de hoy, pero los de mañana). Flecha disparada que remonta páginas/papeles que caminan diferentes estadíos, ganas y pesares. Mientras nos permite armar el rompecabezas para, luego, rearmar y, para siempre, volver a empezar.
Casi como si uno caminara las baldosas que su prosa describe, o sintiera la opresión de los autos y sus bocinazos. Bajar al subterráneo, también, para encontrar/nos. Hablar desde el mismo reflejo del espejo, tanto como en sus entrevistas, desdobladas y desdoblantes. Utilizar la tinta de Life –“vereda opuesta”- para devolver el reflejo. Abrir, en suma, un espacio lúdico porque la lectura es, siempre, alegría.
Ningún mejor compromiso (“escritores comprometidos, mejor harían en casarse”), entonces, que la alegría, más una altura moral de referencia.
¿Habré sido imparcial, objetivo -o cualquiera de esas palabras tan adoradas y paralíticas-, para pensar este libro de hallazgos? Espero que no, que nunca.
Mientras tanto, subiré una y otra vez la azotea para contemplar ese rayo verde que tanto nos guía: faro de nuestro fin del mundo.

martes, 19 de mayo de 2009

Ángeles y demonios (2009, Ron Howard)


Ciencia, sacerdotes,
y
muy poco cine

Ángeles y demonios
(Angels & Demons)
EE.UU., 2009

Dirección: Ron Howard. Guión:
David Koepp, Akiva Goldsman, a partir de la novela de Dan Brown. Fotografía: Salvatore Totino. Montaje: Daniel P. Hanley, Mike Hill. Música: Hans Zimmer. Interpretes: Tom Hanks, Ewan McGregor, Ayelet Zurer, Stellan Skarsgard, Armin Mueller-Stahl, Pierfrancesco Favino. Duración: 138 minutos.


Por lo menos –como para comenzar la nota y no ser tan malvado-, Ángeles y demonios tiene algo del absurdo que la vuelve -poco- más interesante que su predecesora: El código Da Vinci (2006). Porque observar el nivel de disparate que adquiere merced a su avance, hasta el “esperado” clímax, significa una suerte de delirio bizarro de proporciones -bienvenido aquí el término- dantescas.
Tal como ocurría con el film anterior (también del mismo y acomodaticio realizador Ron Howard, cuyo film reciente –Frost/Nixon- resulta, a diferencia de su cine habitual, un hallazgo) Ángeles y demonios se estructura de modo dual: un hecho entre mítico e histórico predetermina el acontecer presente. En este caso, los Illuminati parecen ser la causa del desquicio que corroe al Vaticano, con promesas de destrucción total. (De veras que sí, y no como chiste de South Park, serie corrosiva que supo apuntar sus dardos en esta dirección en episodios memorables).
Será entonces la oportunidad para que el benemérito Profesor Langdon (Tom Hanks) despunte su vicio por la simbología (histéricamente, delirantemente, pero nunca semiológicamente) y ayude a la Santa Sede a descubrir al maleante y evitar el Apocalipsis prometido. En el medio de todo ello, y como personaje intermediario (pausa de espera para la renovación papal, puesto que el Papa hubo de fallecer y, desde este lugar, el film se vincula astutamente con hechos recientes), el Camarlengo (Ewan McGregor) trata de mantener el orden entre un caos cada vez mayor, mientras toda una multitud espera ansiosa la aparición del tradicional humito blanco que anuncie la nueva venida papal.
A ello se suma la alusión al reciente y científico mini big-bang que reprodujo el teórico inicio del universo, recreación fílmica que permitirá, desde la lógica argumental, el surgimiento de una anti-materia capaz de generar un agujero negro temido: la desaparición de la fe o su equivalente: el Vaticano.
Desde estas premisas, Ángeles y demonios apura el paso –dado que los cardenales secuestrados comienzan a morir a ritmo veloz- entre las diferentes iglesias de Roma. Toda una lógica oculta que sólo Langdon sabe cómo descifrar, mientras dispara frases explicativas, de índole histórica, para informar al espectador desprevenido ante la mirada atónita de sus coprotagonistas.
Pero lo que nos importa, volvamos, es el clímax. Observar cómo se resuelve la situación, desde un agujero negro que implosiona ante nuestra mirada impávida, es de lo mejor. Hay un cura que, no diremos cuál, se vuelve un equivalente del mejor James Bond, con una precisión que realmente envidiaría el mismísimo 007. Es allí cuando uno, por lo menos, sabe encontrar algo de diversión ante tanto hastío. El film es pésimo y corrobora que el catolicismo, aunque sea por convención, es la religión mimada por el cine de Hollywood.

domingo, 17 de mayo de 2009

Radio Dossier: Brazil (1985, Terry Gilliam)


Película que adoramos volver a ver y rever. Siempre hay algo en lo que nos detendremos de manera diferente. Cuento de hadas con puños de ladrillos. Alas mecánicas listas para despegar. Asilo para lunáticos y sistemas pendientes de una confianza falible. Todo un clásico.

Emitido en
Linterna Mágica
(15/05/2009)

Intervienen: Tolj, Milano, Fiorucci, Bendersky, Arteaga, todos con la cabeza delirada y las arrugas nunca estiradas.

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Impresiones porteñas (2009, Laura M. Costa, Marcela Gené) (entrevista)




Impresion
es porteñas
Imagen y palabra
en la
historia cultural de Buenos Aires

Laura Malosetti Costa, Marcela Gené (comp.)
Edhasa

Colección Ensayo
Edición 2009, en Rústica
312 páginas
Argentina: $ 48.00



El recorrido ensayístico, de detallismo y análisis, que promueven Laura Malosetti Costa y Marcela Gené, da por resultado un libro atrapante. Porque el mismo punto de encuentro, de partida, así nos lo propone: las imágenes impresas y sus vínculos con la palabra. Bucear a partir de ellas y, junto con las publicaciones que las contienen, trazar un itinerario que encuentre en el cambio de siglo el enclave. Es, entonces, una estructura triádica la que nos ofrece Impresiones porteñas: durante el siglo XIX, la transición, y pleno siglo XX.
Desde allí, las temáticas abordadas serán: los peinetones, la imagen del artista, las femmes de lettres y Plus Ultra, Caras y Caretas y la cultura masiva, la impresión fotomecánica, los grabados, El Sol, Martín Fierro y Alberto Ghiraldo, más la gráfica y la prensa antifascista y porteña.
Como decíamos, una suerte de fresco social, de proyectos -icónicos- de país que se entrecruzan, desdibujan y fascinan.

Laura Malosetti Costa es Doctora en Historia del Arte (UBA) e investigadora independiente de CONICET, Profesora Adjunta de la carrera de Artes en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y Profesora titular del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES). Es autora de varios libros de historia del arte argentino, entre ellos Los primeros modernos. Arte y sociedad en Buenos Aires a fines del siglo XIX (FCE, 2001), así como de numerosos artículos en libros y revistas especializadas. Ha recibido becas de la UBA, Fundaciones Rockefeller y J. Paul Getty (posdoctoral), y las universidades de East Anglia y Leeds (Inglaterra). Es Profesora invitada en varias universidades argentinas y latinoamericanas y de la Universidad de Leeds, Inglaterra.
Marcela Gené es licenciada en Historia del Arte de la UBA, Profesora titular de Historia de la Comunicación Visual I y II de la carrera de Diseño Gráfico de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la misma universidad y Docente de posgrado en la carrera de Diseño Comunicacional. Es autora de Un mundo feliz. Imágenes de los trabajadores en el primer peronismo (1946-1955), FCE, 2005. Es presidente del Centro Argentino de Investigadores de Arte.


Linterna Mágica (15/05/2009) dialogó con Marcela Gené acerca de Impresiones porteñas y sobre la permanencia mediática y por siempre política de las caricaturas.
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Cacho Mandrafina (entrevista)



Cacho Mandrafina (1947) es uno de los nombres ilustres de la historieta. Su obra es vastísima, transita el mundo, y ha colaborado con escritores como Carlos Trillo, Robin Wood y Guillermo Saccomanno. Podríamos nombrar muchas historietas: Morgan, Cosecha verde, La vuelta, Peter Kampf, y más. Pero bastará recordar Savarese para señalar el lugar de preferencia que esta historieta/este nombre tienen en nuestro imaginario (y en nuestras pilas de revistas).






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(intervienen Arteaga, Colaso, Tolj):


Linterna Mágica (08/05/2009)

El guardián de almas (2007, Bruce Boston)


Un mundo aplastante
y maquillado



Autor: Bruce Boston
Ganador de los premios:
Asimov´s Readers´ (6), Rhysling (7), Bram Stoker (2), Best of Soft SF (2)
Traducción: Ana María Nieda Calvo
Fecha de publicación: Marzo de 2009

Formato: 23 x 15 cm

El guardián de almas
Titulo original: The Guardener´s Tale

Encuadernación: Rústica con solapas
Páginas: 320

PVP: 20,95 €
ISBN: 9788498004434
Colección: ECLIPSE Nº: 45
Género: Distopía
Otros idiomas: más de diez



“Quizá toda la ciudad estuviera plagada de locura y lo que él creía que eran calles y edificios y parques y monumentos no fueran más que las paredes altas y las ventanas con barrotes de un manicomio.”

p. 146

Enmarcada en una misma línea desde la cual poder pensar títulos –referenciales- como Un mundo feliz (1932, Aldous Huxley), 1984 (1949, George Orwell), Fahrenheit 451 (1953, Ray Bradbury) y, por qué no, El hombre en el castillo (1963, Philip K. Dick) o La naranja mecánica (1962, Anthony Burgess), El guardián de almas abreva de todas ellas y, casi tarea imposible, genera un nuevo capítulo “distópico”.
Señalo la “imposibilidad” dada la magnitud importante que estos libros significan. Más la chatura social que hoy nos envuelve y vuelve casi pretérita –por “inadecuada”- la pretensión de plasmar una historia de ribetes fantástico-totalitarios.
La expresión “sociedad orwelliana” se ha vuelto un modismo, diría, apropiado, casi categórico, al momento de describir un tipo de sociedad, sea literaria o no. Es precisamente este sendero el que deberá sortear y recorrer el apagado Richard Thorne, hombre de existencia gris, en un mundo que se describe desde colores publicitarios, máscaras dérmicas (para el trato público), y violencia perimida; mientras, los medios emiten y retransmiten recreaciones lúdicas sobre los hechos de una revolución ya pasada y superada. Pero Thorne seguirá, intuitivamente, un derrotero gradualmente distinto, sujeto a la necesidad de sentir el peligro en la piel, el susto olvidado, la llama de su instinto.
Y aunque sea éste el camino que habremos de seguir, con la incógnita que nos significa su resolución, la historia se nos narra desde la voz, precisamente, guardiana. Asistimos al relato de Thorne desde la vigía omnipresente. Las descripciones precisas, que abarcan el detallismo de gráficos digitales vitales, obra de ciberescáners capaces de retratar las esencias humanas rectas y las torcidas, ya nos alertan desde el principio. Hay algo raro en Thorne. ¿Por qué, agreguemos, el interés tan empecinado de su guardián? ¿Por qué nos cuenta su historia? ¿Cuál propósito persigue? ¿Es éste signo suficiente como para pensar una suerte nula en la vida de Thorne?
Se sumarán también los personajes que secundan, increpan y posibilitan a Thorne. Pero nada es demasiado claro, por lo menos en cuanto a valores compartidos. Thorne se conformará desde un necesario ir y venir, que lo comprometa y defraude, como si fuese él mismo un péndulo entre el individualismo que impera y los sueños que todavía perduran en libros prohibidos.
Desde estos lugares, El guardián de almas se redimensiona y, si bien no alcanza una prosa tan punzante como la de Orwell o tan poética como la de Bradbury, es capaz de reintentar un mismo ejercicio alegórico. Su autor es Bruce Boston (Chicago, 1943). El guardián de almas le ha significado ser nominado a los premios Prometheus y Bram Stoker, éste último ya obtenido desde su tarea poética. Es de destacar que, a excepción de antologías como El baile de las máscaras (Martínez Roca, 1993), que recopila entre otros autores su cuento Animal Husband, no hay traducciones al castellano de su obra. El guardián de almas es, hasta ahora, la segunda novela de Boston, laureado en su trayectoria con premios tales como Rhysling Award, Asimov’s Readers’, Best of Soft SF.

miércoles, 13 de mayo de 2009

The Reader (2008, Stephen Daldry)


El amor, la ética
y los libros


The Reader
EE.UU./Alemania, 2008
Dirección: Stephen Daldry. Guión: David Hare, a partir de la novela Der Vorleser, de Bernhard Schlink. Fotografía: Roger Deakins, Chris Menges. Música: Nico Muhly. Montaje: Claire Simpson. Intérpretes: Kate Winslet, Ralph Fiennes, David Kross, Lena Olin, Jeanette Hein, Susanne Lothar. Duración: 124 minutos. Premios: Oscar y Globo de Oro Mejor Actriz (Kate Winslet).



Podríamos comenzar desde la admiración, cada vez mayor, que nos genera Kate Winslet. Porque, seguramente, aceptar un personaje como el que compone en The Reader responde a una actitud plenamente moral, alejada de los fulgores vanos del estrellato. Algo que la actriz ha demostrado sobremanera, y que se suma a su también reciente participación en el recomendable film Sólo un sueño (Revolutionary Road, 2008), dirigido por Sam Mendes.
También agregar que The Reader es el tercer título del realizador inglés Stephen Daldry, responsable de Billy Elliot (2000) y Las horas (2002). Lo que nos permite comenzar a delinear una obra incipiente, con preocupaciones temáticas. Más la complejidad que supone The Reader, tal vez el mejor de sus films.
Detenernos en el mismo título de la película puede oficiar de eje, de referencia que nos permita, por un lado, atender al personaje central de la historia: Michael (David Kross/Ralph Fiennes); y por el otro, atravesar el film todo desde lo que supone la misma práctica lectora, nexo inteligente pero, sobre todo, afectivo con el mundo.
Es este vínculo lo que suscitará el acercamiento entre los enamorados, aún cuando una barrera generacional sea prejuzgada y obligue al juego de escondites. Michael y Hanna (Kate Winslet), conocerán furtivamente, pasionalmente, sus cuerpos y los libros que los estimulen: Homero, Twain, Chéjov, Lawrence, comparten el lecho de los amantes. La voz en alto y cada vez más dramática de Michael apasiona a Hanna, que demanda más, entre sonrisas y lágrimas, durante los años ’50 de la Alemania postbélica.
Lo que aguarda contenido, mientras tanto, es la historia personal, aquella que significaría el acercamiento mayor, pero que Hanna evita y nos devuelve como interrogante. Será allí donde se provoque el quiebre, cuando el estudiante de leyes que Michael comienza a ser descubra un pasado reciente, tan cercano y evasivo como la figura de su amada o el silencio cómplice de su familia. Porque tal como sabrá señalar uno de sus compañeros de estudio, ante el horror que le provocan los campos de exterminio nazi, “todos sabían lo que ocurría”.
Por eso, decíamos, no perder la figura del “lector” como guía. Es más, será justamente él quien nos entregue su historia, quien –como con las lecturas ante su amada- nos la relate. Es a partir de este ejercicio, pareciera, tan simple, lo que permitirá a Michael no sólo exorcizar su pesada carga, sino también memorarla para la generación futura: su hija, por vez primera, sabrá algo acerca de la figura hermética que siempre ha sido su padre.
Queda entonces el recuerdo de Hanna, su escucha atenta y su dolor para siempre. Responsable de sus actos. Tanto como la ética que manifiesta Michael, veraz encargado de dictar sentencia allí donde la ley parece fallar. Situación límite que Michael afronta en virtud de un ejercicio ético que prevalezca, aún sobre sus propios sentimientos. En razón de una única sobreviviente que, por salvarse del exterminio, pudo también contar su historia, escribir un libro, y legar su memoria.

martes, 12 de mayo de 2009

La región más transparente, de Carlos Fuentes (Edición Conmemorativa)


Ciudad ruidosa, interrogante, literaria


La región más transparente
Carlos Fuentes

Alfaguara, Santillana, RAE
2008

Formato: 700 páginas / 13 x 20.7 centímetros
Precio: U$S12.60






-Sólo soy tu espectador –respondió
Ixca.

p. 518


Comentar, reseñar, La región más transparente (1958) se nos vuelve, por lo menos, interminable, casi desbordante. Porque es mucho -y siempre habrá más- lo que se puede decir sobre la pieza maestra de Carlos Fuentes (1928) y de toda la narrativa latinoamericana. Porque así lo quiere el tiempo, ese demorado caminante siempre atento que, por ocurrir, nos señala aquello que todavía alumbra y perdura.
Seguramente sea éste uno de los motivos por los que Alfaguara, a través del trabajo minucioso de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, dedique una Edición Conmemorativa a La región más transparente y su 50º Aniversario. Recordemos que, desde un mismo criterio editorial, también Don Quijote y Cien años de soledad recibieron un mismo y glorioso tratamiento. La encuadernación perfecta, el papel blanco hueso, el señalador incorporado y rojo, los ensayos sobre la obra, el glosario de términos y expresiones, el índice onomástico, hacen de esta edición un regalo para Fuentes (y sus 80 años) y, sobre todo, para el lector.
Si uno se adentra en La región más transparente desde un conocimiento primitivo, el mismo libro sabrá desde los ensayos de Gonzalo Celorio, José E. Pacheco, Vicente Quirarte, orientar al lector, de modo tal que cuando uno se adentre en la novela ya cuente con un bagaje adecuado, con un marco contextual histórico y literario necesario. Del mismo modo, al término de la obra, serán los ensayos de Carmen Iglesias, Sergio Ramírez, Nélida Piñon, Juan Luis Cebrián, los que nos permitan complementar la lectura, profundizar el análisis o, precisamente, orientarnos en su ejercicio. De modo tal que, a partir de dichas lecturas, uno podrá entablar vínculos ideológicos, históricos, míticos, literarios, con la obra central. En suma, una edición que transmite cariño literario por sus poros de papel (la metáfora resulta banal, pero les aseguro que es así).
Y respecto de la novela, decir que nos encontramos con uno de los primeros ejemplos literarios y latinoamericanos en donde, en este caso, el Distrito Federal de México se nos vuelve contexto y personaje. Ciudad plural y caótica. Plena de voces que se suman, amontonan, engañan, revolucionan, traicionan, sueñan. Los personajes de La región más transparente son todos y ninguno. Allí, entonces, Ixca Cienfuegos como guardián y voz –interna, memoriosa-, que escucha con ojos entrecerrados para desaparecer entre el gentío. Y lo que escucha es este idioma cambiante y móvil, español mejicanizado que, conforme a sus aristas sociales y económicas, sabrá vestirse también con rasgos de otras lenguas, francesa o inglesa.
Entre todo ello/entre todos ellos, entonces, un mismo interrogante que surge como nexo: la ciudad de México. Todas sus voces, decíamos, pero ninguna.
Como Ixca, nosotros, elegiremos escuchar, elegiremos leer y, gracias a ello, elegiremos recordar.

jueves, 7 de mayo de 2009

Fontanarrosa y Vogt (entrevista)


"Los esforzados trabajadores del grafito"



Carlos Vogt y Roberto Fontanarrosa son, ya sabemos -pero siempre recordemos-, dos geniales y lúcidos historietistas. El Negro nos dejó hace poquito, y la lágrima de Mendieta aún perdura. Recupero aquí una de las entrevistas que más atesoro, realizada sin acuerdo alguno, sólo desde la posibilidad mágica que supuso Leyendas 2000, actividad referencial que Milenario Comics y AHI Rosario (Asociación de Historietistas Independientes) realizan desde 1998 en los galpones del CEC de Rosario. Se publicó en la revista Galaxia 7, #5 (mayo 2001), editada por el amigo Alejandro Radeff. Y no puedo menos que rememorar las ganas con las que Fontanarrosa y Vogt se sentaron a hablar de historietas y compartir recuerdos delante de uno, sólo un pibe alucinado por tantas páginas leídas.


¿Qué significa para ustedes la historieta?
Vogt: Yo siempre hago una referencia al día del ferroviario –hace muchos años de esto-. Había un locutor que decía: “Hoy no andan los ferrocarriles porque es el día del esforzado trabajador del riel”; a partir de ahí los dibujantes de historietas fuimos los “esforzados trabajadores del grafito”. No sabíamos qué día teníamos, pero queríamos la profesión tanto como el esforzado laburante del riel a la suya. Entonces, ¿preguntarnos a nosotros qué significa la historieta?... significa un vagón de emociones, un vagón de horas de creatividad que nos gustan muchísimo, aunque nos quejemos y digamos: “Uy, cómo tengo la columna”, lo que también es real. Por eso es que recomendamos, en general, a todos los que empiezan a dibujar que no dejen de jugar fútbol, o basquet, o golf, para no estar todo el día sobre el tablero sufriendo los avatares de esta profesión.

¿Y vos Roberto, qué podés agregar?
Fontanarrosa: Carlos ha hecho una especie de definición, desde el punto de vista afectivo, totalmente cierta. Yo creo que esto arranca, siempre, como una vocación, como un entretenimiento; como lo que a uno lo divertía de chico: leer historietas y copiar al dibujante. En mi caso personal, a Carlos, que no es mucho mayor que yo, lo copié mucho en la época de “Misterix”; a pesar de que al que más copié fue a [Hugo] Pratt, uno de los dibujos que más me atraía y con el que más me reía era con el de Carlos. Desde otro punto de vista, práctico, pienso que la historieta es una eficaz manera de contar historias pero, indudablemente, es insoslayable todo lo que Çarlos decía: que la historieta es la vocación, las horas de tablero, el esfuerzo, el entusiasmo que genera dibujar y ver a otros dibujantes, en los cuales uno se refleja, apoya o copia. Este es un trabajo en el que se empieza copiando, y de todos esos dibujantes nosotros hemos extraído cosas. Creo que aún seguimos aprendiendo.
Vogt: Es muy importante el trabajo con el guionista. Es un caso muy especial el de Roberto Fontanarrosa, que es guionista de sus propios dibujos; es decir, que sabe en el momento en el que piensa la acción cómo la va a dibujar. Yo, que he trabajado siempre con guionistas, en raras ocasiones he hecho mis propias historietas. Mi guionista ocasionalmente vivía en Europa y su material no llegaba a tiempo, entonces yo tenía que reemplazarlo...

¿Con Alberto Ongaro, puede ser?
Vogt: No, en el caso de Ongaro no...
Fontanarrosa: “Úngaro” se pronunciaba. Una vez caí absolutamente de casualidad en Venecia, y conocí a la hermana de Ongaro. Me acuerdo que me corrigió la pronunciación. Y él creo que vino con todo ese grupo de historietistas en el que estaba Zoppi, ¿no?
Vogt: No, Zoppi no vino de afuera. Él vino con Pratt, a Editorial Abril. Y una de las primeras cosas que hizo en su momento, para conocer la Argentina, fue ir al Sur, y volvió con las pestañas hechas estalactitas... Ahí se le ocurrió escribir una historieta que, por supuesto, transcurría allí.

¿“Tierra del Fuego”?
Vogt: Sí, y yo no tenía ni idea de lo que podía ser. De manera que inventé una especie de Canadá, una especie de “western”, que a él le gustó mucho. El historietista es un cineasta, llama –mejor dicho- crea a los actores, mueve la cámara, busca la iluminación; en cuadritos que no tienen sonido, que no están apoyados por una banda musical –eso lo tenemos en contra-. La idea es ésa.
Fontanarrosa: Es un storyboard, en definitiva. Yo recuerdo que a Horacio Altuna lo contrató Luis Puenzo cuando hizo “Gringo Viejo”, y lo llevó a México para que planteara las escenas que iban a tener mucho movimiento de gente. Él hacía ilustraciones de cada una de esas escenas que incluso después, creo, lo pasaban a volúmenes y hacían una disposición como si fuera una maqueta, con los movimientos de los actores y todo eso. Sería, como decía Carlos, como una película, considerablemente más barata, pero más esforzada.
Vogt: Buscando, además, que las historietas -sean dramáticas o cómicas- tengan una meridiana claridad. Lo que se busca, fundamentalmente, es que el lector no tenga que volver atrás para saber qué corno me están diciendo o mostrando. Es más, se supone que si yo les muestro doce páginas de historieta dibujadas, sin texto, ustedes deban entenderla en un 75%. Había un cineasta italiano que también dibujaba, ¿quién era?
Fontanarrosa: Fellini, que había empezado como dibujante de historietas...
Vogt: No, no; pero él hacía...
Fontanarrosa: Hacía diseños de sus personajes...
(Alguien, entre los curiosos): Kurosawa también dibujaba.
Fontanarrosa: Ahí fue donde empezó la historieta japonesa, el manga... (risas). Una de las grandes ventajas que puede tener la historieta sobre el cine y el dibujo animado es el manejo del tiempo. En la historieta, aunque Carlos dice que puede continuarse rápidamente, sin mayores complicaciones, también uno puede detenerse, volver atrás, rever un cuadrito, cosa que en el cine y la TV cuando pasó, pasó.
Vogt: Sí, sí, pero porque le gusta al que la lee.
Fontanarrosa: Claro, claro...
Vogt: Vos podés leer toda la historieta de nuevo porque te gustó, pero no volvés porque no entendiste algo...
Fontanarrosa: Sí, yo lo veo desde el punto de vista de los tipos a los que nos ha gustado la historieta, cuando uno volvía a un cuadrito para ver cómo se resolvía un dibujo, etc. Recuerdo que esto salió a colación cuando aparecieron los primeros dibujos animados de Mafalda, y había una gran diferencia de efectividad entre la historieta y el cine. También es cierto que el tiempo de la historieta lo maneja el lector: parás, seguís, releés; en la TV y el cine el tiempo ya está impuesto. También está el aditamento del sonido y el movimiento, que ofrece ventajas y desventajas, porque había gente que no metabolizaba la voz de Mafalda o de otros personajes. Hay una serie de alternativas, pero yo creo que, francamente, la TV es un rival muy importante para la historieta; es de una seducción, para los chicos, muy atractiva. Mi hijo no es un gran consumidor de historietas, en un momento lo fue, y yo le había comprado los libros de Tin Tín; aunque también salían los dibujos animados de Tin Tín, que son fantásticos, muy bien hechos, y muy fieles al original. Por ahí, para un pibe es más atractivo el dibujo animado que la historieta, por el sonido, el movimiento... a menos que sea un fanático del dibujo.
Vogt: Eso fue en desmedro de la historieta, de su lectura. El videojuego entretiene más al chico que el leer historietas. Antiguamente, la historieta era un puente hacia otras lecturas. No leías directamente a Salgari, leías primero historietas, el libro de Salgari, con algunas ilustraciones, era el paso siguiente, y de allí a alguna novela.

Como las colecciones juveniles del tipo “Robin Hood”...
Fontanarrosa: Que todavía se mantiene. Toda nuestra generación ha leído la colección “Robin Hood”. Después de mucho tiempo, cuando mi hijo tuvo 12 o 13 años, le compré un libro de la colección “Robin Hood”, se lo di y no le dio ni cinco de pelota. Incluso a mí, cuando lo vi, me pareció más chiquito, no tan lindo. Lo que ha cambiado es la oferta. Hace ya muchos años, en un encuentro de historietistas en México, había una preocupación del gobierno por mantener la lectura de historietas, que era lo único que permitía la alfabetización en muchísima gente. Lo único que leían eran historietas y algunas eran muy chiquitas, de dos cuadritos, impresas en cepia, y que la consumían porque costaban dos mangos. Pero uno veía por la calle gente, vendedores de porquerías, que leían esas historietas; si no leían eso no leían nada y, con el tiempo, perdían la capacidad de lectura.
Vogt: En Alemania, 25 o 30 años atrás, las editoriales de historietas decían: “nuestro problema es que nadie incentiva la lectura de historietas”, porque el niño alemán, desde siempre, lee libros de cuentos con ilustraciones; entonces, para qué les ibas a dar historietas, era como dar un paso atrás, no era un puente hacia el libro.
Fontanarrosa: Yo no soy en este momento un seguidor de la historieta, recibo información de gente que está en esto. Estuve, hace dos o tres años, en un encuentro de historietas en México, y la impresión que tuve fue la de que lo que funcionaba mucho eran los superhéroes. Sergio Aragonés decía: “el consumidor de superhéroes es distinto, es un coleccionista más que un lector”; porque el consumidor de superhéroes busca el primer número de “Superhombre”, el muñequito, la remera; con lo que aquella lectura de la historieta de autor ha quedado muy relegada.
Vogt: Corresponde, típicamente, al término “comic”. Cuando nosotros hablamos de “historieta” nos referimos a otra cosa; incluso, no nos referimos al cambio que sufrió la historieta argentina por la revista mexicana, que traía un episodio completo en una sola revista, cuando nosotros todavía leíamos semanalmente el “continuará”... lo que, además, nos gustaba muchísimo.
Fontanarrosa: El “continuará” es sinónimo de historieta...

¿Qué lugar le ven hoy a la historieta de autor?
Fontanarrosa: Es odioso decirlo, más para nosotros que hemos querido mucho este tipo de historieta. A mí me da la impresión de que, o pasa al dibujo animado o, sino, a un futuro muy vidrioso; no hay consumo de este tipo de historieta, ni acá ni en ningún lado. El otro día hablaba con Marcelo Raboni, un representante de historietistas en Milán desde hace mucho tiempo, y él me decía lo que ha crecido, a pesar de que sigue siendo caro, el dibujo animado. Ha crecido en un 120%, mientras que la historieta se vende muy poquito.
Vogt: De Trillo, justamente, se hizo el dibujo animado de uno de sus personajes, creo que se llama “CyberSix”, en Japón; por este trabajo, Trillo fue invitado a Suecia, con Carlos Nine, a un festival para ser jurado en un concurso de dibujos para niños, pero invitado a partir de los dibujos japoneses. Esas cosas raras... Revistas que tiraban 100.000 ejemplares, ahora tocaron fondo y sacan 5.000. Esto no sirve para mucho. El negocio de las revistas se fundió. Antiguamente era cíclico, ahora se cayó.
Fontanarrosa: Cuando uno habla con historietistas jóvenes y comenta este tipo de cosas parece un desaliento absoluto, pero supongo que lo mismo se puede aplicar al dibujo animado. A pesar de la computación, que lo ha hecho mucho más accesible, sigue siendo caro. Pero creo que eso se va a abaratar, rápidamente. A mí me encantaría el “Corto Maltese” en dibujos animados. Me parece que sería una transcripción bastante linda de ver, pero coincido en que ya no veo gente en el ómnibus leyendo “El Tony”.
Vogt: No se ve más, no se ve más... Para animar a los chicos que hacen fanzines, una de las cosas más importantes es que los personajes, aunque no estén perfectamente dibujados, tengan ángel.
Fontanarrosa: A través del tiempo, lo que creo se observa en la historieta argentina, fundamentalmente, es la enorme supremacía de los dibujantes sobre los guionistas; en el sentido de que uno puede nombrar 15, 20 dibujantes de primerísimo nivel y no tantos guionistas.
Vogt: Hay tres...
Fontanarrosa: Oesterheld, Trillo, y Robin Wood. Yo creo que es fundamental tener una buena historia, allí es donde entran los personajes con ángel y todo lo demás, porque es muy difícil para un buen dibujante remontar una mala historia, a menos que sea Moebius. No es un problema sólo de la historieta, yo creo que se traduce al cine, a la TV. Es muy difícil encontrar escritores.
Vogt: De todo tipo, hasta de telenovelas, que uno a veces las mira para ver qué son. Yo he mirado telenovelas –no me avergüenza decirlo- para compararlas con lo que salía en “Intervalo”, que era una revista de historietas netamente femenina, que los novios o esposos sacaban de manos de sus novias o esposas para leer “Mi novio y yo”, una historieta divertida que no tenía nada que ver con el resto de la revista. Y entre los que escribían telenovelas y los que escribían historietas la cosa era muy parecida: básicamente, también había una enferma, un cojo, un ciego, un mudo, o alguna cosa así; o te encontrabas con un gran talento, como Robin Wood, que hizo un personaje que se llamaba “Elena”, en cuya psicología se metió, y con lo que logró un trabajo excelente.

Las fotografías corresponden a:
http://www.milenariocomics.com.ar/g7art5.htm

martes, 5 de mayo de 2009

X-Men Origins: Wolverine (2009, Gavin Hood)


Unas garras poco afiladas

X-Men Orígenes: Wolverine
(X-Men Origins: Wolverine)
Australia/EE.UU./Canadá, 2009

Dirección: Gavin Hood. Guión: David Benioff, Skip Woods. Fotografía: Donald McAlpine. Música: Harry Gregson-Williams. Montaje: Nicolas De Toth, Megan Gill. Intérpretes: Hugh Jackman, Liev Schreiber, Danny Huston, Lynn Collins, Kevin Durand, Dominic Monaghan. Duración: 107 minutos.



Sin dudas, Wolverine (o Lobezno, o Guepardo, de acuerdo con las traducciones) se ha vuelto el personaje más relevante del grupo de mutantes conocido como X-Men. Tanto en su versión comic como cinematográfica, el héroe de las garras supo cultivar un legajo propio que le ganó, exitosamente, una individualidad justa. Pero si algo siempre sumó más interés al su ya de por sí incombustible personalidad, era la incógnita acerca de sus orígenes.
Por tal motivo, los comics Marvel vieron allí un nido de explotación enorme. Se suman varios arcos argumentales con el fin de explicar la génesis de Wolverine pero, tal vez, el mejor de ellos sea el clásico Arma X (1991), serie escrita y dibujada por el gran Barry Windsor Smith, un comic que indaga pero que no aclara, con el consecuente redimensionamiento del mito y su personaje.
Pero nada de esto hay en esta entrega cinematográfica, abocada no sólo al afán explicativo de tantas historietas similares, sino que se empecina en hacer de él un héroe tan políticamente correcto como nunca. Si bien el entramado argumental justifica, en este sentido, su caracterización, pareciera que de acuerdo con la versión del actor Hugh Jackman, Wolverine solía ser un buen hombre al que han vuelto un mal tipo. Desde allí, entonces, la necesaria búsqueda de redención.
Y aún cuando esta lectura, merced a situaciones que el film explicita, no deje de encontrar paralelos obvios –la leyenda del Hombre Lobo y la bala de plata, la huida del monstruo de Frankenstein de su castillo-, se pierde aquél rasgo que, debido a tantas revistas y tres films anteriores, se nos volviese esencial en el personaje: su animalidad. En todo momento del film, Wolverine es un héroe mucho más límpido que cualquiera. No suele romper sus ropas sino lucirlas, camina como héroe de film de acción, y evidencia un look más próximo al de estrella de cine que al de bestia acorralada.
Es cierto que la caracterización de Hugh Jackman, desde la primera entrega de X-Men (2000), dotó de nuevos bríos a Wolverine. Lo volvió una versión novedosa pero, desde aquella propuesta, sujeta también a los fines del realizador Bryan Singer. Ahora Jackman compone y, también, produce financieramente a su Wolverine. Y son estos rasgos de marquesina, decíamos, los que sobresalen por encima de los del personaje.
No deja de ser un film aceptable. Pero no se respira demasiado riesgo. Todo aquello que nos ha vuelto a Logan/Wolverine un incorregible –un petiso matón siempre dispuesto a estallar- aquí se diluye. Quedan, eso sí y para el observador, las apariciones “estelares” y en segundo plano, es decir, aquellas que presagian nuevas o posibles historias. Todas, a esta altura, parte de un mismo Universo que la Editorial Marvel ha cimentado ya no sólo desde las viñetas, sino también desde la gran pantalla.