lunes, 26 de enero de 2009

Deception (2008, Marcel Langenegger)


Simetría que deriva en obviedad

El engaño
(Deception)
EE.UU., 2008
Dirección: Marcel Langenegger.
Guión: Mark Bomback.
Fotografía: Dante Spinotti.
Música: Ramin Djawadi.
Montaje: Douglas Crise, Christian Wagner.
Intérpretes: Hugh Jackman, Ewan McGregor, Michelle Williams, Bruce Altman, Andrew Ginsburg, Charlotte Rampling.
Duración: 107 minutos.



El planteo desde el cual asistimos a El engaño nos predispone de buena manera. Por lo menos en lo que respecta a una situación típica de film de género, en donde el suspense se irá construyendo gradualmente, a partir de lo que pareciera ser. Porque luego, como siempre, será otra cosa. Esto dicho en relación a los personajes: caracterizados de una manera que servirá de máscara que permita desocultar, finalmente, otras intenciones. Más el desafortunado título local, que trueca la “decepción” original por el engaño inminente.
Es así que nos encontramos con una construcción simétrica, dada entre el desenvuelto y siempre huidizo Wyatt (Hugh Jackman) y el apocado, siempre gris, Jonathan (Ewan McGregor). Ambos comparten los pasillos y los diálogos que permiten los ratos libres del trabajo, inmenso edificio de cuentas y papeles y monitores que sirven a propósitos financieros que –reconozco- nunca terminan de resultarme comprensibles.
Es este encuentro el que despertará una amistad y un mundo diferente para Jonathan, que contraste con el trabajo y vida rutinarios. A través de Wyatt, Jonathan descubrirá el permiso de entrada a un club de encuentros sexuales, rápidos y libres de compromisos. Sólo el llamado al celular para concertar el encuentro. Entre los cuales se cuenta, agreguemos, el que contempla a la maravillosa Charlotte Rampling, vaya uno a saber haciendo qué en este film.
Pero la ausencia de afectos tiene su precio, porque cuando éstos aparezcan, las reglas del juego comienzan a cambiar, y allí es donde inicia el nudo de El engaño.
Pero si la simetría inicial resultaba, cuanto menos, de interés, no tardará el film en desbarrancar hacia su previsibilidad. Situación a la que ya, como espectadores, nos hemos acostumbrado. De hecho, allí cuando parezca suceder lo más sorprendente, lo que nos provoque un golpe de susto o sorpresa, intuimos –porque ya sabemos- que todo volverá a adquirir sus carriles normales.
En este sentido, uno no puede menos que, por un lado, olvidar la posibilidad de un desenlace digno y, por el otro, pensar también el cariz conservador de éste y tantos films. Es decir, el o los quiebres que El engaño nos proponga –sean a nivel argumental o moral- serán inmediatamente emparchados y desmentidos. El malo será malo y el bueno será bueno. Y por ser malo tendrá un castigo merecido. Más el papel femenino interpretado por Michelle Williams, cuya ambigüedad será resuelta de la manera más simplista, más tonta.
En films como éste el denominado “final feliz” sigue funcionando de una manera, diría, insultante, y en este caso como corolario de los mismos “engaños” que el montaje pretende –casi infantilmente- en el espectador. Como contrapunto, me remito a la visión de Cinta roja, de David Mamet, editada recientemente en DVD y reseñada en este mismo espacio. Allí sí nos encontramos con saber narrativo, con conocimiento de géneros, y con un desenlace que abre interrogantes.

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